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Lorenzo Kárász: "Barcelona es atrevida, no tiene miedo de reinventarse"

Nieto de una guía turística vienesa, este arquitecto descubre a propios y foráneos edificios y proyectos socialmente sostenibles de Barcelona.

Lorenzo Kárász, en el frondoso minibosque que rodea el Museu Can Framis.

Lorenzo Kárász, en el frondoso minibosque que rodea el Museu Can Framis. / JOAN MATEU

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Viendo la foto se diría que Lorenzo Kárász (Viena, 1981) está en un frondoso bosque de chopos en la ribera del Ter, pero no. Este arquitecto austriaco, director de Guiding Architects Barcelona, posa para el fotógrafo en el corazón del 22@, concretamente en los jardines del museo de arte contemporáneo Can Framis, una de las paradas en sus rutas guiadas por la ciudad, que van más allá de los edificios icónicos.

¿Usted dónde vive?

Cerca del mercado de Sant Antoni y aprovecho mucho la superilla para pasear con mi hija. Me parece muy interesante esta herencia de Cerdà de darle valor al peatón y reducir la contaminación y el ruido. Esta trama del Eixample que viene del siglo XIX se ha ido repensando y resulta ser extremadamente sostenible, en el sentido de que permite ser reinterpretada según las circunstancias.

¿Se siente barcelonés?

Llevo 12 años aquí y en cierta manera, sí. Siento que hago de puente, porque puedo entender el punto de vista de la persona que viene de fuera y también puedo transmitir el de los vecinos. Quizá este sea mi valor añadido.

¿Por qué hemos venido a Can Framis?

Es un buen ejemplo de arquitectura sostenible y de la capacidad de la ciudad para reinventarse y adaptarse a los nuevos desafíos. El edificio era una antigua fábrica textil con poco valor arquitectónico que iba a ser derribado, pero hubo que modificar el proyecto por la presión vecinal y acabó transformándose en un museo de arte contemporáneo. En este proceso de transformación radica hoy su valor.

Hay vida más allá de la Sagrada Família y la Pedrera.

Una de las rutas que más hacemos es la del 22@, pero se puede ver todo, no es una contradicción. Una vez vino una delegación del gobierno de Seúl y les enseñé las viviendas sociales que hay detrás de la Torre Agbar. Me preguntaron, con la lógica pura capitalista, que por qué la ciudad ponía ahí esas viviendas si eso restaba valor a los inmuebles de al lado. En cambio, a mí una de las cosas que me gustan de Barcelona es cómo fomenta la cohesión social a través de estos espacios de encuentro.

¿Lo entendieron los coreanos?

Más o menos. Nuestro entorno construido no es así por casualidad, refleja nuestros valores, con sus virtudes y sus vicios, y eso es lo que yo intento transmitir a través de la arquitectura y el urbanismo. 

Su abuela fue guía turística en Viena.

Nació en los años 20 y era una mujer muy moderna, formada en una escuela antiautoritaria. De niño me llevaba con ella y me lo explicaba todo. Cuando le conté que yo también hacía de guía me dijo: “Lo más importante es que te gusten las personas, vengan de donde vengan”.

Intente describir Barcelona en una palabra.

Barcelona es atrevida, no tiene miedo de reinventarse.

¿Y Viena, su ciudad natal?

Es un crisol de culturas. Es una valoración personal, no arquitectónica. Mi padre creció en Hungría y mi madre es italiana. Es una ciudad multicultural pero también muy conservadora, donde el pasado pesa. También es la ciudad con más vivienda social y en ese sentido es un buen ejemplo para Barcelona, donde los procesos de transformación radical tienen una parte negativa porque conllevan procesos de gentrificación.

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Aquí la vivienda preocupa más que la seguridad o el turismo.

El mayor desafío que tiene esta ciudad es gestionar su propio éxito. El modelo Barcelona se ha convertido en una expresión negativa, aunque creo que nunca hubo un modelo clarísimo.