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Carmen Rosales «Los retos forman parte de nuestro carácter»

Empresaria y abogada. Desde la Toscana italiana defiende casos y asume misiones altruistas sobre mujer e interculturalidad.

Contra Carmen Rosales

Contra Carmen Rosales / FERRAN NADEU

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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En Huaura, la ciudad donde en 1820 se declaró la independencia de Perú, nació Carmen Rosales. En su casa siempre se hablaba de emigrar a otro país, estaban habituados a ello. Fueron a Chile, a Venezuela, y un día se mudaron a España. Sentían que la madre patria les auguraba un futuro mejor. A sus 54 años, aún se pregunta si el país ajeno es siempre mejor opción. Tardó 10 años en licenciarse en Derecho porque tuvo que trabajar para poder hacerlo. En Barcelona abrió una agencia inmobiliaria y conoció a su marido, Massimo, un italiano con una agencia inmobiliaria en Florencia. Ahora lleva 20 años en Italia. En el 2010 rescató su saber jurídico para ponerlo en práctica, desenterró su verdadera vocación, como profesión y para ayudar a quienes lo necesitasen.

¿Cómo se dio a conocer como abogada?

Fui a la sección de inmigración del ayuntamiento de Prato, donde vivimos, y me remitieron a la asociación Le Mafalde –mujeres italianas y migrantes que creen en los valores de la diversidad y en la riqueza del intercambio intercultural–. Me acogieron con los brazos abiertos y les empecé a prestar mis servicios en consultoría legal. Fue mi tabla de despegue como abogada, aquello meme dio la fuerza para convalidar mi titulación y montar mi primer despacho con una colega. Al poco tiempo, un megadespacho me pidió que trabajará con ellos.

Se había dado el impulso usted sola.

Antes solo había trabajado para construir mi cojín económico, pero quería realizarme personalmente. Poner en práctica mi formación como abogada me dio libertad para hacer voluntariado con lo aprendido.

Trabajar llama al trabajo.

Así fue. En el 2014 otro despacho me fichó. Llevo importaciones de materia prima de Sudamérica a China y asisto a empresas italiano-chinas con sede en Prato, un histórico enclave de industria textil que hoy desarrollan familias chinas. Por eso estudio chino. Para entender a un pueblo, primero debes entender su lengua. Espero este año dominar el chino tanto como el italiano.

¿También lleva temas judiciales?

Sí, de derecho civil y, en materia penal, delitos de construcción y monetarios. Y en España asisto a italianos con intereses inmobiliarios en las Islas Baleares. Me encargo del contrato preliminar, registro, catastro, hasta el acta notarial de compra venta.

¿Sigue ayudando al grupo de Le Mafalde?

Sí, y además soy socia fundadora de la asociación Annamaria Marino, que da apoyo a víctimas de cualquier forma de violencia, especialmente a mujeres que sufren maltrato físico o psicológico. Las fundadoras somos de nacionalidad italiana, árabe, china y peruana. El odio no tiene color, raza, sexo, edad ni religión, es transversal a todas las culturas y clases sociales.

¿Cómo detenemos la violencia machista?

Depende de todos decir no, rechazar abiertamente cualquier acto de violencia o acoso y reconocer las primeras campanas de alarma. Toda falta de respeto, actitudes encaminadas a reiterar continuamente un estado de subordinación y una condición de inferioridad, es violencia psicológica. Su daño no es tan visible, pero es tan real como el físico. Ataca la personalidad y dignidad de la víctima. Poner fin a la violencia requiere penas más severas para sus autores, protección más rápida para las víctimas y campañas de prevención en las escuelas.

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Su vida crece con raíces de varios países.

No soy de aquí ni de allí, soy de donde tengo mi hogar, y él está donde está mi corazón. La patria para el migrante es algo emocional, no necesariamente un lugar físico. Miro atrás y veo todo lo que dejé, y cuanto recibí al llegar a otro lugar. Mi periplo me ha enseñado que el futuro lo creamos nosotros, los retos forman parte de nuestro carácter. El dinero se puede perder, pero tu saber, todo lo aprendido no te lo quita nadie.