Joan Pineda: "¿Por qué diantres tuvieron que hablar en las películas?"

Este digestólogo jubilado es el pianista de las películas mudas de la Filmoteca de Catalunya

Joan Pineda, pianista oficial de las películas mudas de la Filmoteca de Catalunya.

Joan Pineda, pianista oficial de las películas mudas de la Filmoteca de Catalunya. / JOAN CORTADELLAS

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Núria Navarro
Núria Navarro

Periodista

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Sala a oscuras. Cine mudo. Blanco y negro. Un infierno para un 'youtuber'. Obra de arte para amantes de las obras de arte, como Joan Pineda (Barcelona, 1931), el pianista de las pelis mudas que proyecta la Filmoteca de Catalunya. El 2 de abril estrena el ciclo dedicado al centenario de la productora United Artists, con las películas 'Una mujer de París', de Chaplin, y 'Lirios rotos', de D.W.Griffith.

–Cine M-U-D-O.

–El cine nació mudo. ¿Por qué demonios tuvieron que hablar? ¡Con lo bien que estaban calladitos! Ahora todo es "esta puta comisaría", "este jodido trabajo"... Encima, con palomitas, las culpables de que no pise una sala desde hace años.

–Hay gente que le da pereza. ¿Lo entiende?

–Hay que trasladarse a los años 20. Hacer un esfuerzo de imaginación y asimilar la plástica pictórica y fotográfica, mientras que en el sonoro todo está explicitado.

–¿Cómo compone, mirando la peli?

–La visiono en la moviola, apunto ideas musicales y hago guiones de cuatro o cinco líneas. Voy por el álbum número 45, y en cada álbum hay cuatro o cinco películas.

–Elija una. La que le sale mejor.

–Difícil responder. Quizá 'El amanecer' de Murnau. La habré tocado unas 20 o 30 veces y la tengo muy interiorizada.

"Mis padres me llevaban al Tívoli a escuchar zarzuelas y, a los 6 años, intentaba tocarlas al llegar a casa"

–Oiga, a todo esto, fue médico hasta que se jubiló.

–Digestólogo. De la Seguridad Social. Trabajé en La Guineueta, el Carmel y Travessera de Gràcia. Me jubilé a los 70 años, aunque hace tres semanas diagnostiqué un infarto al quiosquero.

–Una doble vida, la suya.

–El piano siempre estuvo presente. Mi padre, que tenía una camisería en la calle de Argenteria, y mi madre me llevaban a ver zarzuelas en el Tívoli –a veces interrumpidas por los bombardeos–, y al llegar a casa, intentaba tocar lo que había escuchado. "Que estudie música", dijeron.

–La guerra desvió algo ese propósito, ¿no?

–A los 7 años –era el menor de los tres hijos– me enviaron a Espolla (Girona), a casa de unos tíos maternos. Al final de la guerra, por miedo a ser movilizados, huyeron a Francia, y yo, con ellos. Fuimos a pie hasta Banyuls, montaña a través, y poco después, un amigo de Perpinyà nos procuró alojamiento. Allí fue donde vi 'Robin de los bosques' (1938).

–¿De ahí su fascinación por el cine?

–No. De pequeño ya tenía un Cine NIC y un teatro de títeres y me inventaba guiones. Siempre me interesó la creatividad. Aún hoy, hay momentos en que improviso al piano, salgo a la calle y me pregunto: "¿Y todos estos qué hacen? No pueden ser felices de ninguna manera".

 

 

–¿Cómo consiguió reunir las pasiones?

–En 1954, solía encontrarme en el bar del Clínic con Jordi Torras, crítico de cine de Radio Nacional de España que también era representante farmacéutico de Merck. Un día me dijo que fuera al Col.legi de Metges de Via Laietana, donde proyectarían el 'Fausto' de Murnau, para el que había hecho un montaje con discos. Comenzó la película y, zas, se estropeó el tocadiscos. Sin decirle nada, le pedí al conserje la llave del piano, situado detrás de la pantalla. Podía ver la película por transparencia y me puse a tocar.

"En 1954,
se proyectó
'Fausto' 
de Murnau en el Col.legi de Metges, se estropeó el tocadiscos e improvisé al piano"

–Salvó la vida del crítico y se complicó la suya.

–Empezó a enterarse la gente y me pedían de cine-clubs. Durante 14 años acudí al festival Confrontation de Perpinyà; y otros 12, al de La Rochelle. Pero, siendo médico, tuve que poner un poco de orden. En los 80 entré en la Filmoteca de Catalunya.

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–Dentro de unos días 'tocará' allí 'La mujer de París', de Chaplin.

–Como Chaplin no pudo situar la acción en EEUU, la película empieza mostrando una casa en un pueblecito francés, una ventana, una chica mirando a través de ella y, dentro, unas maletas abiertas. ¡Se entiende perfectamente! ¡Un ejemplo de que las palabras sobran! Mezclaré la música que hizo Chaplin en 1976 con cosas mías...