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Mónica Parejo: «No puedes verles allí y volver sin más»

Financia a través del arte proyectos educativos internacionales para cientos de niños en Nepal, India y Kenia

Mónica Parejo, responsable de la oenegé catalana Sos3 Barcelona.

Mónica Parejo, responsable de la oenegé catalana Sos3 Barcelona. / ALBERT BERTRAN

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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¿Con qué ojos miraría un cuadro o una joya si supiera que anida las vidas de cientos de niños indefensos? Mónica Parejo (Igualada, 1981) lleva diez años haciendo de esta pregunta su vida. A raíz de un viaje a Nepal fundó la oenegé Sos3 Barcelona para financiar proyectos educativos de ámbito internacional. Y tanto a través de su primera galería, Moraima, como de su actual tienda de joyas en el Born, Gruta Barcelona, hace del arte su particular manera de educar.

-¿Qué le impulsó a crear la oenegé?

-Hice un viaje a Nepal con mi expareja y, haciendo trekking, conocimos a muchos niños que vivían en la calle o que trabajaban cargando piedras. Y el serpa que nos guiaba nos dijo que todo el dinero que él ganaba lo guardaba para construir una casa donde acoger a los críos.

-Y ustedes le ayudaron.

-Él nos enseñó su proyecto y nos quedamos con la idea. Y cuando volvimos aquí... aquello no te deja indiferente; no puedes verles allí y volver sin más. Así que le ayudamos y acabamos construyendo en el 2010 una casa de acogida para 10 niños de entre 5 y 10 años, de los cuales el serpa fue su tutor para poder escolarizarlos.

-Y ésa fue la primera piedra de la oenegé.

-Sí. El siguiente paso, a través de una chica australiana que conocíamos y que trabajaba cooperando en Kenia, fue construir desde el 2013 unas nueve aulas para niños. Ahora la escuela se ha vuelto muy importante y allí tenemos a unos 300 niños y el gobierno la ha hecho oficial.

-Suena todo muy espontáneo, ¿no?

-Una de las cosas que intentamos es que los proyectos no nazcan porque alguien vaya a un sitio y vea una necesidad, sino que surjan de la propia comunidad que los necesita. Y nos centramos en lo educativo porque no queremos que cambien sus raíces, pero sí darles una guía; herramientas para que vean que las cosas pueden ser diferentes.

-¿A cuántos niños atienden en total?

-Entre Nepal, Kenia y la India, nuestros tres proyectos, a unos 500. El de la India, de este año, es en el que estamos centrados: fui a conocer a otra de las oenegé de Gràcia Solidària, Ajutsi, y un señor me preguntó si podía conocer su caso. Se trataba de una escuela donde los profesores llevaban trabajando tres años gratis para no cerrarla.

-Insostenible.

-Lo primero que hemos intentado mantener son los sueldos y, poco a poco, vamos comprando mesas, sillas y escritorios. Allí, entre primaria y secundaria, hay unos 150 niños.

-Hablamos de cientos de niños. Qué responsabilidad.

-Sí, aunque siempre tienes la sensación de que deberían ser muchos más. Hemos construido la oenegé de manera voluntaria y a través de nuestras aportaciones, pues no queremos depender de las subvenciones para que, si no nos las dan, los proyectos no se queden a medio camino.

-Por ello ha buscado esa relación con el arte.

-Mi proyecto de vida es la oenegé y es una relación bonita. Primero en Moraima, donde artistas que empezaban exponían con nosotros. Y ahora en Gruta, donde también colaboramos con artesanos locales para vender joyas únicas. También hemos organizado conciertos y ferias; la casa de Nepal, por ejemplo, la hicimos con la recaudación de un concierto.

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-¿Por qué hace tanto hincapié en que son locales?

-Para nosotros, la proximidad es muy importante para cerciorarnos de que los minerales de las joyas que nos llegan están certificados y no provienen de entornos donde, precisamente, haya niños explotados extrayéndolos.