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Jacques Lecomte: "Se fijaron en mi lado positivo y mi vida cambió"

¿Es el realismo territorio solo de pesimistas? En voz de este experto en psicología positiva, no. Él habla de optirrealismo

Jacques Lecomte, psicólogo y presidente de honor de la Asociación Francesa de Psicología Positiva.

Jacques Lecomte, psicólogo y presidente de honor de la Asociación Francesa de Psicología Positiva. / JOSEP GARCIA

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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¿Esperanza o utopía? ¿Es de ingenuos soñar con un planeta mejor, sin guerras, con mejores relaciones humanas, sin violencia física ni maltrato emocional entre las personas? Para Jacques Lecomte (Sainte-Foy-lès-Lyon, 1955), ni de ilusos ni de ingenuos es todo ese compendio imaginario. Solo hay que mirar atrás y anotar los progresos que la humanidad ya suma, sugiere él. Enfermedades erradicadas, descenso de la mortalidad y mayor esperanza de vida... ¿No es suficiente? No, pero en el camino que prosigue, los logros pasados son la luz que este referente de la psicología positiva no deja de mencionar con cifras estadísticas que demuestran que cambiar de peor a mejor no es ninguna falacia. Su vida es un ejemplo. Era una bala perdida, lo etiquetaron de 'irrecuperable'.

-¿Por qué?

-Fui un niño muy violento. Me consideraban un caso perdido. En la adolescencia casi maté a un alumno. Estuvo en coma.

-¿De dónde procedía su violencia?

-Es mi historia personal, con mi padre, una gran historia de resiliencia en una larga infancia muy dura en relación con el comportamiento de mi padre. Y me convertí en alguien muy violento. En el sentido de la cólera y la violencia, le dijeron a mi madre que era irrecuperable.

-¿Cómo se logró reconducir su vida?

-En el momento en que alguien prestó atención a mi lado positivo y no a todos los problemas que tenía, mi vida cambió.

-¿Fue un psicólogo o psicóloga?

-No, no. Primero fue en una granja, entre veganos, años 60, vida pacífica y comunitaria. Luego fue en casa de los padres de un chaval de mi edad, aún viven, fueron muy importantes para mí, se fijaron en lo que había de positivo en mí como persona. Recuerdo la primera vez que estuve en su casa, antes de comer, durante la comida y después, me trataron como a uno de ellos, conversando, fue apasionante y se interesaban por mí. Yo nunca había estado en una casa con tantos libros, había muchos de psicología.

-Sabemos hacer más espectáculo de lo negativo que de lo positivo.

-Solo hay que fijarse en los titulares de la prensa. Y en los estudios que existen sobre la felicidad, muchos menos que los que se han hecho acerca de patologías.

-Pero es normal, lo malo se estudia para prevenirlo, tratarlo o erradicarlo.

-Sí, pero todo el mundo tiene un fondo bueno, centrarse únicamente en el error y el castigo no construye el cambio para bien. Hay muchos ejemplos de cambios radicales de mal a bien, como aquel gánster en prisión que acabó formando a policías y jueces sobre conductas conflictivas. No es denunciando a la gente como se solucionan los problemas, ni con titulares alarmistas y negativos. El periodismo de denuncia es necesario, pero falta periodismo que explique contextos y soluciones de lo que un día fue mal. Informar es también mostrar lo positivo.

-Su término 'optirrealismo' introduce ese cambio de paradigma, o sea, que el realismo no pertenece solo a los pesimistas. Y que ser optimista no significa ser naíf.

-Optirrealismo es mi manera de explicar que el optimismo necesita partir de la realidad presente para no caer en la pura ilusión, pero también necesita de la realidad vivida, de los cambios, las mejoras reales que ya son también realidad, para progresar hay que inspirarse en lo que va mejor. Y el optirrealismo requiere acción, sin decisión y compromiso los cambios no llegan.

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-Su libro '¡El mundo va mucho mejor de lo que piensas!' (Plataforma Editorial) llega, pues, como un baño de optirrealismo.

-Recoge centenares de cifras, estadísticas e informes oficiales que demuestran que el mundo mejora. No quiere decir que vaya bien, pero sí mejor, y tener en cuenta todo lo que ha mejorado nos permite creer que podemos lograr nuevos cambios.