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Raül Chamarro: «Ser masovero en el Maresme es un lujo»

Dejó su vida de informático y se fue al campo a vivir para cultivar las verduras que vende en el mercado de Mataró

Raül Chamarro, masovero de Mataró.

Raül Chamarro, masovero de Mataró. / ANNA MAS

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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Hasta no hace tantos años, el Raül Chamarro (Mataró, 1976) informático se pasaba pegado a la pantalla del ordenador unas diez horas al día, pero ahora reconoce que no sabe ni cuántos gigas tiene su móvil. Ni le interesa. No porque viva ajeno a la tecnología, sino porque aquel informático fue relevado por un payés interesado en la agricultura ecológica que, el verano pasado, dio un pasito más: se hizo masovero yéndose a vivir y a cuidar una finca enorme de Cabrils (Maresme) a cambio de conrear las tierras anejas. Las verduras que salen de allí van directas a la parada 'Can Margarida' del Mercado de la Plaça de Cuba de Mataró.

-¡Menudo contraste de vidas!

-Aunque el campo es un trabajo durísimo, la informática es muy esclava y no te da esa libertad de estar al aire libre y seguir durante el día el ritmo de la luz del sol.

-¿Cómo ocurrió el cambio?

-Trabajé como informático de los 22 a los 35. Mi último trabajo fue en una tienda de Girona, donde conocí a la madre de mi hijo y nos instalamos en una masía que tenía 4.000 mde terreno para conrear. Lo que comenzó siendo un huerto familiar se convirtió en regalar verdura a medio pueblo...

-Y claro, por qué no venderla.

-Exacto, dimos el paso. Pero entonces, cuando nos separamos, ella se fue a Barcelona y yo volví a mi origen, a Mataró. Lo que nunca pensé es que podría ser payés en Mataró, pero surgió la oportunidad de la parada en el mercado y dije: ¿por qué no?

-¿Y se olvidó de la informática?

-Sí, porque cuando se acabó mi último trabajo y estaba en paro, vi un cartel de un curso de agricultura ecológica, lo hice y me interesó mucho. Ese fue el punto de inflexión para dar el paso allá por el 2012.

-¿Nunca lo ha echado de menos?

-No, no. Porque estar 8, 10, 12 horas delante de una pantalla ya lo he hecho muchos años y no lo volveré a hacer. Ahora, con 42 años, he apostado fuerte por esto y creo que he de conseguirlo.

-Ahora es masovero. Sorprende.

-Ciertamente, el hecho de ser masovero en el Maresme es un lujo, porque esto no existe; la figura del masovero en Girona o en otros sitios es más común, pero aquí en el Maresme es muy poco habitual.

-¿Cómo es su vida en el campo?

-Entre semana a veces viene mi hijo de 7 años, pero la mayoría de días estoy solo. Los propietarios vienen a la finca cuando quieren disfrutarla y el trato es que yo la cuido y hago tareas de jardinería. Entre el trabajo en el campo, en la parada y las tareas de masovero, ahora que estoy en una fase de poner energía trabajo todos los días de la semana.

-¿En qué productos está especializado?

-En calçots, mira, nos salen muy bien. Los aprendí a hacer en Girona y este año déu n'hi do. Como aquí no hiela, también las espinacas, acelgas, lechugas... y ahora que empieza la temporada, tomates en verano.

-Y todo ecológico, ¿verdad?

-Sí: no nos planteamos otra manera de hacerlo porque somos los primeros consumidores de nuestros productos. Ahora hay un grupo de gente con perfil parecido al mío, de recién llegados al campo, que apuestan por esto, que además tiene una parte profunda de ética ecologista, de la que empecé a ser muy consciente cuando fui padre.

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-Como conclusión: ¿es más feliz ahora que antes?

-No lo sé, la felicidad se mide en muchas otras cosas, pero te puedo decir que, aunque a veces echo de menos la tranquilidad económica, esta vida me llena y me motiva bastante más.