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Ramon, Dolors y Salvador: "Nuestra comuna era muy ordenada y disciplinada"

En 1976 iniciaron un proyecto de vida en común que huía de la familia tradicional y del consumismo.

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Aunque popularmente la palabra comuna se asocia a un cierto desmadre, Ítaca fue uno de los proyectos de vida colectiva más organizados que se recuerdan. Ramon Juanós, Dolors Porcel y Salvador Franco son tres de las diez personas que iniciaron la comuna Ítaca, llamada así por el disco de Lluís Llach. La casa estaba a los pies de Collserola y vivieron allí entre 1976 y 1982. El director Joan López Lloret recoge esta y otras experiencias de vida en común en el documental Família No-Nuclear, que se estrena el próximo miércoles 13 a las 19.00 horas en el Teatre del CCCB. Ramon, Dolors y Salva piden aparecer con una sola voz porque su proyecto era y será siempre colectivo.

-En Ítaca no se dejaba casi nada al azar.

-Estuvimos un año haciendo reuniones para organizar el proyecto. Empezando por el alquiler de la casa (que se hizo a través de un abogado para que los diez pudiéramos figurar en el contrato), nuestra comuna era muy ordenada y disciplinada, en el sentido de que cuando se decidía una norma conjuntamente aquello iba a misa.

-Gestionar bien el dinero era fundamental.

-Cada persona tenía que aportar todo lo que tenía y lo que ganaba a un fondo común y si alguien necesitaba dinero para ir, supongamos, al teatro, lo cogía y apuntaba en una lista la cifra y el concepto, en este caso "cultura". Lo importante era en qué se gastaba el dinero, no quién lo gastaba.

-Eso exige mucha confianza mutua.

-Absolutamente y en todo ese tiempo nadie apreció irregularidades. Visto en perspectiva, quizá era un sistema demasiado rígido. Sería mejor que cada uno se quedara con una parte para gestionarlo personalmente.

-Lo compartían todo, incluso la ropa.

-La teníamos en unos colgadores y en unas cajas y por la mañana cada uno cogía lo que necesitaba. La ropa interior podías apartarla para uso personal.

-En la comuna también vivían siete niños.

-Todos asumíamos el cuidado de los niños, aunque la última palabra siempre la tenían las madres y los padres. Un día a la semana, en turnos rotatorios, tres personas tenían que estar en casa a partir de las cinco de la tarde para estar con los niños, darles de cenar, llevarlos a la cama y preparar la cena para los adultos.

-Hombres y mujeres por igual.

-No había diferencia. Esto de la igualdad de género nosotros ya lo teníamos totalmente asumido; era básico.

-La comuna era un auténtico torpedo contra el capitalismo.

-Precisamente la crítica a la familia tradicional como fuente de consumo era el eje principal. Nosotros vivíamos con cuatro duros, pero desgraciadamente el capitalismo ha ganado. La familia tradicional se ha deshecho en múltiples núcleos que han multiplicado el consumo.

-En un contexto marcado por la lucha antifranquista, las huelgas sindicales y mayo del 68, ¿cuál fue su referente para la comuna?

-Habíamos leído Walden Dos [una novela sobre una comunidad utópica] y habíamos visitado comunas en Alemania, pero no teníamos un referente concreto. Lo hablábamos todo en una asamblea semanal, que a veces era muy tensa. A pesar de toda la predisposición, lo más problemático eran las relaciones personales. Es inevitable, porque las personas tenemos carácteres diferentes, pero era fundamental que no hubiera ningún líder.

-¿Nunca hizo falta?

-Cuando empezó a hacer falta fue cuando dejamos la comuna [risas].

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-Ahora Ramon y Dolors son matrimonio y Salvador también está casado.

-Ramon y yo queríamos vivir juntos, pero no ser pareja. Estuvimos 33 años así pero al jubilarnos pensamos que resolveríamos mejor nuestra situación económica y práctica siendo un matrimonio legal.