Gente corriente

Suso Gracia: "Si la gente no se organiza, la derrota está asegurada"

Este afiliado del Sindicat de Llogaters no se pierde ni una asamblea, ni un desahucio, ni una ocupación para denunciar los abusos del alquiler.

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Si usted pertenece al 38% de barceloneses que viven de alquiler es probable que tenga el corazón en un puño. Frente a los aumentos que van del 20% al 60%, han florecido decenas de grupos de vivienda y en el 2017 nació el Sindicat de Llogaters de Barcelona, que ante los abusos de los grandes propietarios exige regular los precios y defiende la desobediencia, es decir que los inquilinos se queden en casa fuera de contrato pagando el mismo alquiler. Suso Gracia (Ourense, 1952) es una cara habitual en todas las acciones del Sindicat.

-¿Por qué se afilió?

-Desde 1985 tengo un contrato de alquiler en un piso de la calle del Parlament, en el barrio de Sant Antoni. En el 2016 me llegó el famoso burofax comunicando la finalización del contrato.

-Este papelito da un susto de muerte.

-Con mi pareja ya llevábamos años pagando 750 euros. No teníamos un duro, pero daba para una botella de vino. Busqué por toda la ciudad y su corona, pero todo estaba igual. ¡Estaba a punto de jubilarme y me planteaba ir a vivir a un pajar en el Pirineo!

-En lugar de eso, se apuntó al Sindicat de Llogaters.

-Piensas que a ti no te tocará, hasta que te toca y entonces reaccionas. La idea del Sindicat me pareció espléndida y, aunque al final nos renovaron el contrato por tres años con un aumento mínimo, sigo participando en todo lo que puedo y estoy en otros grupos, como Fem Sant Antoni.

-¿Es la primera vez que milita?

-No lo hacía desde los años 70. Nací en O Barco, un pueblo de Ourense, y llegué a Barcelona con 18 años y 5.000 pesetas en el bolsillo. Aquí había una actividad política brutal y me apunté con el primero que se me acercó, que era del Partido Comunista Internacional. Tras las elecciones pensé que se impondría un Estado social avanzado, pero no fue así y dejé la política.

-Va a las asambleas, a los desahucios, a negociar con administradores de fincas…

-Es una vergüenza el abuso que está pasando en Barcelona, la codicia se ha apoderado de todo el mundo. ¡Qué es esto de expulsar a la gente incluso cuando lleva la tira de años pagando religiosamente! Tenemos que tener derecho a una -vivienda digna y a poder pagarla tranquilamente.

-Como ya pasó con la PAH, impresiona ver a gente que no sabe de leyes negociar de tú a tú.

-No se necesitan cuatro licenciaturas para hablar, solo tener claras cuatro ideas. La casta de los administradores de fincas y los agentes inmobiliarios están acostumbrados a hacer lo que les da la gana y cuando nos ven llegar se quedan boquiabiertos. Existen los fondos buitre, pero también muchos buitrillos, que son actores fundamentales en el actual desenfreno.

-Incluso en las negociaciones más tensas, usted aparenta calma.

-La procesión va por dentro. Prefiero tener mucha actividad pacífica, porque el grado de indignación es brutal y algún día de estos estallará.

-En Barcelona hay unas 300.000 familias que viven de alquiler.

-Son más que suficientes para montar unos pollos increíbles. En cada desahucio deberíamos ser por lo menos 10.000 personas, el problema es que se moviliza muy poca gente. Desde que nació el Sindicat ha habido victorias y ya somos 1.700 afiliados, pero vamos muy despacio y los buitres van a toda castaña. Lo ideal sería un sindicato a nivel de toda Catalunya y totalmente al margen de los partidos.

-La situación tiene similitudes con la de 1931, cuando hubo una histórica huelga de alquileres en Barcelona. Ya se plantea una huelga en varios bloques.

-Hacer una huelga de alquileres es la ostia, pero hace falta tener muchas narices. Imagínese que se decreta huelga de alquileres en toda Barcelona: ¿Usted la haría? ¿Yo la haría?

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-Depende de lo desesperados que estuviéramos, supongo.

-Tengo una máxima que siempre repito: si la gente no se organiza, la derrota está asegurada; en cambio, si te organizas, puedes ganar.