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Jesús Lafuente: "En África hay un lugar para nuestra aportación"

Este neurocirujano entra en médulas y cráneos para extirpar tumores. También en África.

Jesús Lafuente

Jesús Lafuente / JOAN CORTADELLAS

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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De la labor que este neurocirujano desempeña en el quirófano depende no solo la supervivencia de personas, sino también que cada señal que los nervios envían desde el cerebro alcance brazos, piernas, manos y pies para ejercitar movimientos. Que un paciente vuelva a caminar o afine la precisión y destreza con sus dedos está en manos de médicos como él. Con apenas 15 años, Jesús Lafuente (Zaragoza, 1965) ya tuvo ocasión de adentrarse en una sala de operaciones para ver a su padre hacer lo que hoy él hace. Cirugías de columna y de la base del cerebro son su especialidad, al frente de la Unidad Funcional de Cirugía de la Columna Vertebral del Hospital del Mar de Barcelona. Desde hace unos años, operar y enseñar a operar en África acentúan su motivación profesional.

-Ya que a los gobernantes europeos compartir ideas de progreso y contribuir al bienestar de la ciudadanía de África para que esta no deba huir no parece motivarlos, al menos que médicos como usted operen allí es esperanzador para el continente olvidado.

-No veo motivo en pleno siglo XXI para dejar morir a pacientes de enfermedades tratables y operables, no importa donde vivan. Por mi experiencia en misiones médicas en África en los últimos cinco años, sé que pese a los límites de nuestra intervención, hay claramente un espacio para nuestra aportación, nuestro talento y progreso allí.

-¿Quién estimula desde Europa misiones como en las que usted participa en África?

-El estímulo viene única y exclusivamente por parte del médico que quiere buscar una nueva experiencia dentro de su profesión. Lamentablemente y debido a los presupuestos ajustados de los centros donde trabajan, algunos no disponen ni de financiación ni de permisos especiales para realizar una labor tan beneficiosa y vital. La formación que hacemos a médicos locales es impagable y absolutamente necesaria.

-¿Pero explican lo que están haciendo a gobiernos de unos y otros países?

-Sí, y uno espera que con las iniciativas que estamos desarrollando, yo juntamente con otros profesionales sanitarios y la Fundación Neurología, Educación y Desarrollo (NED), vayamos viendo cambios de actitud en las instituciones y que puedan estimular con tiempo o dinero las iniciativas.

-Entremos en el quirófano, ¿Cómo vive la experiencia de introducirse en algo tan delicado como es la médula espinal?

-Abrir la médula es algo muy especial y diferente a otras cirugías, incluso a la del cerebro, pues en la médula toda área es funcional. Entrar  a través de una ranura de escasos milímetros sabiendo que el desvío de uno ó dos milímetros puede causar un déficit neurológico permanente es  uno de los mayores retos a los que me someto cada vez que lo hago. Es una intervención de alta complejidad y riesgo. Recuerdo un paciente que precisaba la cirugía para caminar, pero a él le preocupaba no poder usar sus manos, porque hacía vajillas de cerámica. La intervención fue bien y a los meses me trajo una cafetera de cerámica hecha y pintada por él.

-¿Cómo fue su última misión en África?

-En diciembre fuimos a un hospital de Tanzania siete personas del Hospital del Mar (enfermeras, cirujanos, anestesistas...). Hicimos 25 cirugías, 14 a niños, de varias patologías, y dimos formación a los profesionales locales. Y hace año y medio, en otra misión en la que participé en Mombasa, equipamos una unidad para operar.

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-¿Qué le deja cada una de estas misiones a nivel más personal?

-Me han hecho apreciar lo afortunados que somos en nuestro medio, mi maravillosa profesión, la generosidad de mis colegas de la misión, el agradecimiento indescriptible de los pacientes y las incondicionales e inacabables ganas de aprender que tienen aquellos que muestran interés. Me siento más ilusionado y con más ganas de volver. Pero la gran misión es que no haya misión.