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Sandra Parra: «Elegir es duro, pero es lo que ayuda a avanzar»

Nació con el baile en la sangre. Espontaneidad y simpatía llenan las clases de esta instructora en el CEM Guinardó

Sandra Parra

Sandra Parra

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Ponerse en forma es uno de los propósitos del inicio de año. Por eso en enero se inscriben muchos nuevos socios en gimnasios, y por ello en las clases de Sandra Parra (Vila-Real, 1982), en el CEM Guinardó, estos días hay caras nuevas. Pilates, bodycombat, bodypump, estiramientos, zumba y más disciplinas que ella dirige son el gancho que ayuda a moldear cuerpos tras los excesos de Navidad, también a moverse en grupo y desconectar. Lo facilita la música y directrices en manos de esta monitora que se ha abierto camino en la vida persiguiendo sueños, laborales y sentimentales, deseos que han ido sacando de ella lo mejor. De Castellón a Eivissa y de allí a Barcelona, técnica y coreografías pusieron rumbo a su destino, siempre con una sonrisa y con el alma como motor.

¿Siempre ha tenido sus sueños claros?

No. Bailo desde que tengo uso de razón. Con siete años en el pueblo de mi madre, en Badajoz, gané un premio de baile por mi espontaneidad. Pero por una pequeña desviación en la espalda me apuntaran a natación. Nadé durante años, hasta que una alergia al bromo me hizo dejarlo. Estudié administración, solfeo, canto y guitarra. Trabajé en la empresa de mi padre y en la textil donde lo hacía mi madre. Fui panadera del Carrefour y aprendí mucho. No tenía claro mi sueño, pero sentía que no estaba aún en mi lugar.

¿Y el baile para cuándo lo reservaba?

El baile nunca lo dejé. Tenía un grupo de hip-hop y baile de estilo. Íbamos a bailar a todos los pueblos de Castellón. Montaba los festivales de baile al final del curso. A raíz de eso empecé a pensar en sacarle provecho.

¿Cómo lo hizo?

Trabajando de panadera de lunes a sábado, reservaba la mañana del sábado para formarme como monitora profesional. Me ficharon en un gimnasio de Vila-real para montar coreografías y dirigir clases, a cambio de adquirir experiencia. Formarme era mi manera de buscar salidas.

¿Sabía ya hacia dónde?

No, pero sentía que quería volar. Mi madre también lo sabía. A los 27 años, me fui 4 días con una amiga a conocer Eivissa. Y me encantó. Eivissa es toda libertad, allí no hay que fingir nada, la isla te permite ser tal cual eres. De noche bailábamos y de día yo pensaba que aquel lugar era precioso. Quería enviar currículums. Y todo se conjuró para que acabase trabajando en un gimnasio de la cadena más prestigiosa de la isla. Fue como un cuento, todo llegó en cadena. Los domingos, antes de ponerse el sol, ponía música en la playa y bailaba zumba. Era impresionante ver cómo la gente se ponía a bailar, incluso en el agua. Era un juego para mí, puro placer. Bailar es el ejercicio más completo. Quemas grasa, coordinas, ejercitas todos los músculos y liberas muchísimo la mente.

Instruye muchas disciplinas de gimnasio.

En Eivissa me facilitaron la formación completa de Les Mills (programas mundiales de fitness). Me sentía tan eufórica y en forma que quise participar en la Spartan Race –carreras de obstáculos que ponen a prueba fondo y resistencia–. Poner al límite mi cuerpo fue una super experiencia. Se suele participar en grupo, pero yo vine sola y corrí las tres carreras, en Súria. Me patrocinó un alumno de Eivissa con su empresa de mozzarela. Fue un gran regalo para mí.

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Ahora sus alumnos son de Barcelona.

Sí. En verano del 2017, cuando creía que ya no podía ser más feliz, el amor se cruzó en mi camino. Y tuve que elegir entre renunciar a él y quedarme en Ibiza o venir a vivirlo. Elegir es duro, pero es lo que te ayuda a avanzar y acercarte a tus sueños. Me hinché a llorar por dejar la isla. Aquí empecé como sustituta en de todo tipo de clases, ahora doy 24 semanales en el gimnasio del Guinardó. Y dos días doy pilates a vecinos de Montcada i Reixac. Me gustan todas las actividades y lo que aporta cada una: pilates es tranquilidad, da fuerza y flexibilidad, bodypump tonifica, pero en zumba es donde doy el 102%.