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Manuel Vallejo: "En un buen directivo pesa más la parte humanística que la técnica"

Su curiosidad por aprender le abrió los mercados del mundo y le permitió introducir el Cola Cao en China

Manuel Vallejo, empresario que llevó Cola Cao a China, en L’Hospitalet.

Manuel Vallejo, empresario que llevó Cola Cao a China, en L’Hospitalet. / ELISENDA PONS

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Ecuador, Perú, Venezuela, China, Colombia… y L’Hospitalet. Después de 35 años conociendo culturas y haciendo negocios por el mundo, Manuel Vallejo (Barcelona, 1950) se ha instalado en L’Hospitalet y habla con orgullo de su último descubrimiento: la vila vella. Aquí, entre antiguas masías reconvertidas en espacios para la cultura y la memoria, uno de los primeros catalanes que hizo negocios en China se siente en el paraíso.

¿De dónde surge su inquietud por ver mundo?

Fui minyó escolta y todos los veranos salíamos al extranjero o hacíamos empresas como montar refugios de montaña. Esa afición se convirtió en mi profesión. Estudié Empresariales en Esade, también Derecho y la historia me apasiona. Me gusta la gestión, organizar, fijar la ruta, el objetivo y mandar.

¿Cuál fue su primer trabajo en el extranjero?

Tuve el orgullo de pertenecer al equipo que fabricó el primer Cola Cao fuera de España. Tres mocosos de veintipocos años lanzamos el Cola Cao Salvaje en Ecuador. Mis hijos tenían 2 y 5 años entonces y fueron los primeros en probarlo.

En Perú trató con el sector pesquero y en Venezuela asesoró una fundición de aluminio, hasta que en 1988 le llamaron para introducir el Cola Cao en China.

China era por entonces el misterio de la santísima trinidad para las empresas extranjeras. Fui el primer gerente español de una empresa mixta del país.

Era una época muy convulsa. Los tanques estaban a punto de aplastar a los estudiantes en Tiananmen.

Ahí está el mérito. La fábrica de Cola Cao estaba en Tianjin, a una hora de Pekín. Un día me llamaron de la capital para advertirme de que habían entrado los tanques y disparaban a los extranjeros. Conseguí salir del país, pero al cabo de un mes me ofrecieron volver y acepté.

Fue uno de los artífices del anagrama del Cola Cao en mandarín.

Es un mérito compartido con un traductor chino de la Universitat Autònoma. El primer nombre no había funcionado, porque sonaba demasiado como Coca-Cola, y nos inventamos el Gao Le Gao, que significa Alto Alegre Alto.

¿Cuánto tiempo vivió en China?

15 años. He tenido la suerte de ser un pionero. Era de los pocos europeos con experiencia en gestión de pequeña y mediana empresa en China y después del Cola Cao abrí una consultoría en Pekín. China es un mercado de favores, en el buen sentido. Allí pedir un favor es una muestra de confianza; si se lo haces, te serán fieles toda la vida.

Sus últimos destinos como consultor fueron de nuevo Ecuador y finalmente Colombia.

A partir del 2004 decidí tomármelo con calma. Tengo casa en Estados Unidos, porque mi segunda esposa es de allí, y fui a estudiar un curso de liderazgo en Harvard.

¿Por qué se contrataría a sí mismo?

Soy un buen organizador, trato muy bien a los equipos locales y sé sacar el máximo partido de la gente combinando un poco de severidad con el sentido del humor.

También se interesa por la historia de cada país. ¿Es habitual entre los empresarios?

No, esta plasticidad con las culturas locales no es habitual. A los jóvenes que tienen que hacer gestión y tratar con gente les digo que sean muy abiertos y humildes. En un buen directivo pesa más la parte humanística que la técnica, por eso tuve éxito con el Cola Cao.

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Después de dar tantas vueltas vive de alquiler en L’Hospitalet.

Mi mujer y yo vivimos entre Carolina del Norte y L’Hospitalet. Siempre quise vivir en un pueblo y en la ‘vila vella’ haces vida de pueblo pero tienes el metro cerca. La descubrí por casualidad, como todo en la vida. Tengo una teoría que llamo concidiática. Hay cosas que pasan a cierto nivel y de golpe se dan unas circunstancias que hacen que todo cuaje. Solo hay que tener el radar abierto y aprovechar la oportunidad.