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"¡Payaso Popi, haz la risa!, me dicen los niños"

Se inventó al payaso Popi para su hijo, se volvió profesional y ha acabado reclutando a sus tres hermanos para cubrir la demanda

Mi droga es la alegría. Conoce al Payaso Popi, el guardia de seguridad dispuesto a animar tu cumpleaños. / ZML

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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La primera vez que Henry Cobeñas se dejó poseer por el payaso fue en el primer cumpleaños de su primogénito, Rubén. Le dijo a su mujer, Rosa, que había que hacer las cosas “como Dios manda”, llamó a su tía en Perú para pedirle el traje y el día señalado arrasó en el escenario con gracia, carisma e ingenio. Se bautizó a sí mismo Popi y empezó una carrera en el mundo de las fiestas infantiles que más tarde amplió al mundo de las fiestas de adultos y más tarde al de las bodas. Le fue tan bien que poco a poco ha reclutado a sus hermanos para cubrir la demanda: primero Pipo, luego Popita y al final Pepo.

-Le mandaron el traje desde Perú… ¿Aquí no hay trajes de payaso?

-Los hay, pero más sencillitos. Los de allí son más trabajados.

-¿Y a qué se debe eso? ¿Por qué son más elaborados los trajes peruanos?

-Porque allí hay más tradición. Aquí lo de los payasos no se estilaba. Yo estoy seguro de que hemos sido los latinoamericanos los que hemos introducido esto del payaso en las fiestas infantiles. De hecho, la competencia es más que nada latinoamericana.

-Cuatro hermanos, los cuatro emigraron, los cuatro tienen lo que hay que tener para ser payasos. Notable.

-La familia por el lado materno siempre ha sido muy de la broma, muy de la risa. Mi tía Manuela, Mañuca, también era payasa en su tiempo libre. Ella fue la que me mandó el primer traje.

-Cuénteme qué pasó después de esa actuación.

-Que me fue muy bien. La gente pensó que era un profesional. Los padres de esa fiesta, amigos, empezaron a llamarme para que animara las fiestas de sus hijos. Me di cuenta de que ahí había algo. Empecé a repartir tarjetas y me empezó a llamar más gente.

-Y usted cree que se debe, ¿a qué?

-Al carisma. Francamente, yo creo que muchas veces me lo paso mejor que los niños.

Henry Cobeñas, el payaso Popi. / ÁLVARO MONGE

-“Chu chu ua ua ua...” ¿Lo dije bien? Prácticamente… no sé. Un grito de guerra. Si los payasos fueran a la guerra.

-Es una canción infantil. “Chu chu ua, chu chu ua, chu chu ua ua ua”. Se la escuché por primera vez a un payaso que hacía una animación en Ripollet y decidí adoptarla. Tiene mucho éxito. Todo el mundo la baila.

-Y la risa.

-Siempre entro con esa risa. Primero el silbato, luego suelto la risa. A veces voy por la calle y me encuentro con un niño que me reconoce y me dice: “Mira, mira, es el payaso Popi. Payaso Popi, haz la risa”.

-Y usted…

-Yo les digo que en ese momento no les puedo hacer la risa porque no soy el payaso Popi. Pero les hago otra risa. La risa solo me sale cuando voy vestido de Popi.

-Popy se llamaba un famosísimo payaso venezolano. Pero con i griega.

-Sí, le cambié la i para que no fuera lo mismo, pero fue por él, por Popy el venezolano, sí.

-Aunque le va bien, no se gana la vida con esto, ¿no?

-No, yo soy ingeniero en geodesia y cartografía. La verdad es que Popi me ayudó mucho durante lo más duro de la crisis.

-Cuénteme.

-Bueno, trabajaba en lo mío pero me quedé en el paro. Fui comercial y vigilante de seguridad, pero al mismo tiempo anuncié a Popi en internet y tripliqué las presentaciones. A veces, después de hacer turnos de vigilancia de 12 horas, me iba a actuar a una fiesta infantil.

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-Tener el poder de hacer reír a los niños. Estará de acuerdo en que es una de las cosas más gratas que hay.

-Sin duda. Es lo mejor. Produce una gran satisfacción. ¡Y a los mayores! Muchas veces los padres también aplauden al final del show.