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Juan Jáuregui: "¿Por qué no valoramos la capacidad del refugiado?"

Su historia familiar le ha enseñado que migres de donde migres tus valores y habilidades van contigo

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Por h o por b, el talento siempre puede escapar del país donde se desarrolló. El abuelo de Juan Jáuregui era un ingeniero del País Vasco. Se tuvo que hacer con un pasaporte falso para salir de aquella España franquista donde no podía volar creativamente. Orgulloso de ser inmigrante, llegó a Venezuela, donde ayudó a levantar acueductos. Juan nació en la ciudad venezolana de Mérida, en 1980. Y en la vida familiar los viajes cruzando el océano proseguirían, porque su madre es holandesa. Visitaba a menudo Holanda, pero él amaba su país y se hubiera querido quedar allí, pero después de una estancia en Italia como estudiante de ingeniería mecánica, la crisis del petróleo en Venezuela no le pudo ofrecer un buen futuro profesional. Y se abrazó a su pasaporte holandés.

-Europa, el gran destino, una meca vital...

-Lo sería para todos si el continente tuviera en cuenta la riqueza personal de cada persona que llega. ¿Por qué no valoramos la capacidad del refugiado, del inmigrante, migrantes vengan del sur o del norte?

-¿Qué hizo en Holanda con 22 años?

-Me saqué un doctorado en diseño ingenieril. Siempre tuve el sueño de montar una empresa de diseño, trabajar en la industria organizando a un grupo de personas para crear valor. Quería hacerlo ayudando a empresas de Venezuela que básicamente se dedican a la manofactura, apenas innovan.

-¿Europa lo inspiró en ello?

-Los holandeses son, por naturaleza, muy innovadores y eso ya es muy interesante. Pero además tuve la fortuna de pasar tres meses conociendo por dentro la sede europea de Philips, en Amsterdam. Fomentan mucho el espíritu emprendedor del empleado, aprovechan su talento y creatividad y valoran mucho la iniciativa propia.

-Y usted con un ojo siempre en Venezuela.

-Sí. Allí mi fuente de inspiración eran las orquestas sinfónicas, infantiles y juveniles que fundó José Antonio Abreu y el poder de la música para ayudar a escapar a las personas de contextos duros. Abría escuelas de música incluso entre favelas, el talento está en todas partes y, como en el fútbol, los mejores llegan a la orquesta nacional.

-Y de ahí su proyecto de rescatar el talento de personas refugiadas en Holanda que quisiera también organizar en Barcelona.

-Fijándome en el ejemplo de las orquestas de Abreu en Venezuela pensaba: si pudiera hacer algo así pero con el diseño y la creación de productos y servicios, pensando en las necesidades de la gente y resolver problemas. En las favelas de Venezuela hay gente que podría pagar una lavadora, pero ¿cómo la subes hasta allí? El emprendimiento, el talento de km cero que nace de una necesidad es un instrumento muy bueno para mejorar una sociedad, si se acompaña de valores -sociales y empatía. Una empresa no tiene por qué ser un ente explotador.

-Y se puso en marcha en Holanda.

-Con una profesora de México y dos de Holanda de la universidad de Twente, montamos un seminario de diseño para personas en situación más vulnerable y empezamos a soñar el emprendimiento social. Enviamos estudiantes holandeses a ayudar a mujeres solas con hijos en México a desarrollar productos y, con ellos, proyectos de autoempresa. Y de ahí, a la idea de hoy, www.star-t.nl, una escuela de inicio de proyectos de emprendeduría pensado para personas con experiencia de migración.

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-Y su sueño ahora sobrevuela Barcelona.

-Sí, con mi esposa y nuestros hijos vinimos a Catalunya porque a ella le ofrecieron trabajo aquí y yo pensé que Barcelona es un buen lugar para poner en práctica una experiencia como la que pusimos en marcha en la ciudad de Enschede. Es hora de conectar con personas a quien motive ayudar a cambiar la mirada sobre el refugiado que sí recibe cama y comida pero no impulso y caminos para su realización profesional.