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Lluís Torres: «Es triste no poder despedirme de los presos»

Es voluntario en la prisión Brians 1, donde realiza semanalmente acompañamiento personal a los internos

Lluís Torres, voluntario en la prisión Brians 1.

Lluís Torres, voluntario en la prisión Brians 1. / RICARD CUGAT

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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Haciendo 'revisión de vida', una comparativa cristiana entre el Evangelio y la vida de uno para ver si existe alguna distorsión, Lluís Torres (Barcelona, 1944) se dio cuenta de que le faltaba conocer y ayudar a los pobres de la sociedad. Entonces un amigo le dio la oportunidad de ser voluntario en la prisión Brians 1, y desde hace 5 años no falla ni un sábado en ir a la cárcel para acompañar y sobre todo escuchar a los internos, que lo conocen como 'El amigo'.

-¿Cómo define su voluntariado? ¿Acompañamiento?

-Sí...¡aunque a veces no sé si los acompaño yo o me acompañan ellos! (ríe). Hay gente muy inteligente que profundiza mucho y no te lo esperas.

-¿Le costó mucho dar el paso?

-Estuve 5 meses pensándolo: quería asegurarme de que iba a ser capaz de tratarlos a todos por igual. Finalmente acepté: sentía la necesidad de conocer a los pobres. Con 70 años todavía se puede estar vivo: ahora que estoy jubilado tengo el acento puesto en prisión.

-¿Cómo fueron los inicios?

-Cuando entras en prisión, eres un pardillo: como vas de buena fe, a veces los presos, que son puñeteros, te enredan. Por ejemplo, mi último lío fue que un interno me pidió dinero para llamar a su señora y resultó que tenía una orden de alejamiento que yo desconocía.

-¿Con qué tipo de presos está?

-Estuve tres años y medio con penados; y, desde que cerró La Modelo, con preventivos. Cambia mucho: con los penados había una relación más intensa y profunda, pues conocían su condena y estaban mucho más chafados.

-¿Qué tipo de conversaciones tienen? ¿Religiosas?

-No: religioso solo es la eucaristía, pero en privado mi consigna es: "Calla mucho y escucha mucho". Yo nunca doy consejos porque no soy psicólogo ni pregunto nada, pues prefiero no saber por qué están allí.

-Pero inevitablemente se acaba enterando.

-A veces ellos lo cuentan, sí, y aunque no sea cura allí todo es secreto de confesión. Yo he podido observar tres tipos de presos: los que aceptan la condena por haber cometido el delito, que son los que mejor viven; los que creen estar allí injustamente; y los que están muy hundidos porque tienen penas largas y echan de menos a la familia. De alguna manera, tú tienes que suplir su vacío.

-¿Empatiza con los presos en alguna situación?

-Cuando pienso que yo podría ser ellos. Hay cosas que no, pero otras están tan al límite que piensas: "Yo también podría haberlo hecho". Eso te hace darte cuenta de que no hay nadie bueno del todo ni malo del todo.

-¿Cuál es la pregunta que más le hacen?

-"Oiga, ¿cómo está?". Y yo respondo: "No, no: ¿cómo estás tú?" (ríe). Aparte de eso, lo más común es que todos digan que no deberían estar allí.

-¿Y alguno tiene razón?

-Normalmente, yo confío en todo el mundo, pero como la mayoría dice estar allí injustamente, acabo poniéndolo todo en cuestión. Hay que estar muy al tanto.

-¿Alguna anécdota?

-Hace poco estuve con un preso de Madrid que no podía ni ver a los catalanes. Decía: "¡Y por cojones me hacen ir a la escuela en catalán!". Yo normalmente llevo el lazo amarillo, y claro, de este quería ser todavía más amigo.

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-¿Cómo acabó la cosa?

-Como acaba con todos: lo debían juzgar y se lo llevaron a otra prisión. Eso es lo más triste: no poder despedirme de ningún preso. Un día estás hablando con uno, y la semana siguiente preguntas por él pero te contestan: "Lo han juzgado y ya no está".