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Luz Marina Lázaro: «Pedí asilo político porque no tenía adónde ir»

Cose en un proyecto feminista de integración laboral mientras se resuelve su solicitud de asilo tras huir de Colombia

Luz Marina Lázaro, miembro del proyecto Mujeres P’alante.

Luz Marina Lázaro, miembro del proyecto Mujeres P’alante. / JOAN CORTADELLAS

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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El año 2013, Luz Marina Lázaro (Valledupar, Colombia, 1958) acogió a su hermana en su casa de Venezuela. Llegaba desde Colombia tras ser extorsionada en su restaurante por grupos armados que le proponían dos posibles formas de pago: el dinero o la vida. A los dos años, la familia -Luz Marina incluida- volvió a Colombia, donde el acoso siguió hasta que en mayo del 2017 decidieron refugiarse en Barcelona solicitando asilo político. Mientras se lo tramitan, Luz Marina se dedica a la costura, su pasión, en el taller de Mujeres P'alante, un espacio de mujeres de diversos países que luchan por su futuro.

-Ya no aguantaban más.

-No. Siguieron las amenazas; cada 15 días durante un año venían encapuchados, otras veces con una gorra bajita, siempre a por su vacuna, como ellos le llaman al pago. Un día, uno se quitó la camisa para que viéramos que tenía escondida tremenda arma.

-Llegó a Barcelona hace año y medio.

-Sí, vine después de que mi hermana lo hiciera con su hijo malherido después de que le dispararan. Yo les había estado ayudando en el restaurante y me traje a mi hijo pequeño; hace poco ha llegado también mi hija.

-¿Cómo está ahora?

-Todo cambió cuando, una vez aquí, mi hijo me llamó para decirme que le habían concedido el asilo pero tenía que irse a Madrid. Estaba cosiendo y por los dedos de los pies noté un frío que me congeló los huesos: no paraba de temblar y vomité mucho.

-¿Qué le ocurría?

-Me diagnosticaron un ataque de ansiedad por los nervios que me había producido todo aquello. Desde entonces estoy en tratamiento y le tengo miedo a los trenes, a las multitudes...cuando hay mucha gente me pongo a llorar; me desespero porque me siento perseguida y creo que me van a agarrar.

-Y aun así, sigue cosiendo.

-¡Claro! Porque me siento con ganas de trabajar y en el taller de Mujeres P'alante estoy entretenida y no pienso tanto.

-Hábleme de su solicitud de asilo político.

-Pedí asilo nada más llegar porque no tenía adonde ir. Ahora estoy en la segunda fase: me dan una prestación para una habitación y manutención. Hay hasta mayo del 2019 para que lo resuelvan definitivamente.

-¿Cree que se lo concederán?

-A mi hermana se lo acaban de denegar, pero va a apelar. Yo haré lo mismo si es el caso. A Colombia no vamos a volver porque allí no podemos vivir: si mi sobrino vuelve, es hombre muerto. Por eso ahora coso, para intentar buscar una salida laboral.

-¿Por qué costura?

-Siempre me ha gustado: a los 8 años empecé a coser a mano. Cuando tuve mi segundo hijo, dejé de trabajar y me quedé cosiendo: hacía ropa de niño y la vendía. Crié a mis hijos con la máquina.

-¿Qué hace en el taller exactamente?

-Voy unas 5 horas al día y sobre todo corto telas para que las otras mujeres cosan, porque tengo cuatro hernias cervicales y no debería coser, aunque a veces lo hago si no es mucho tiempo.

-¿Están las otras mujeres en su misma situación?

-La mayoría son jóvenes y de otros países: Marruecos, El Salvador, Bolivia…dos de ellas han pedido asilo y a otra, por ejemplo, la van a desahuciar dentro de poco.

-¿Cómo conoció a este colectivo?

-Me lo recomendaron los trabajadores sociales como fórmula para ayudar a mujeres migrantes. Hice un curso y ahora enseño a las que aprenden todo lo que sé sobre costura.

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-Y ahora buscan vías para ganarse la vida.

-En eso estamos. De momento, vendemos lo que cosemos en mercadillos y ferias, pero nos gustaría dar servicio a alguna empresa. Tengo la esperanza de que el taller salga adelante.