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Fanny Batlle: "Dejas tus roles de madre, hija, mujer, adjunta... y eres solo tú"

Esta psiquiatra es alumna y mecenas de la única escuela estable de clown de Barcelona.

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zentauroepp45569037 fanny batlle181030131808 / FERRAN NADEU

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Fanny Batlle (Barcelona, 1964) estudió Medicina y trabaja como psiquiatra en un hospital público, pero su fascinación por la nariz roja la ha llevado a convertirse en mecenas del nuevo Rinclowncito, la escuela de clown que Merche Ochoa (Premio Nacional de Circo 2014) dirige en Barcelona y que acaba de mudarse de Gràcia a La Sagrera.

Tiene su gracia que se llame Fanny. Suena igual que 'funny', que es divertido en inglés.

Mi nombre da mucho juego, sí. Mi abuela era alemana y Fanny viene de Francesca, pero en mi DNI pone Francisca Batlle. Durante una época bailaba flamenco y, jugando con la traducción de mi nombre al castellano, me bautizaron como Paquita Alcalde ‘La Niña de Stuttgart’. Decidí que ese sería mi nombre artístico.

Usted tiene un trabajo muy serio.

La medicina y el clown son dos mundos separados, pero he aprendido a ponerle humor a mi trabajo. En el hospital estamos rodeados de mucho dolor y si no nos reímos de nosotros mismos no podríamos soportarlo. Para mí El Rinclowncito es un regalo, un lugar para reír, pero sobre todo un espacio de libertad y de creación.

Eso va mucho más allá de la risoterapia.

Con todo mi respeto por las terapias alternativas, el arte es terapéutico por sí mismo y aquí se hace teatro del bueno. Una de las cosas que más me gusta del Rinclowncito es que cuando entras desaparecen todos tus roles: dejas de ser madre, hija, mujer, adjunta… y eres solo tú.

¡Qué alivio!

El payaso nos humaniza frente a una sociedad que nos exige mucho, sobre todo a las mujeres. Si te criticas constantemente por no ser perfecta, no eres libre; tenemos que permitirnos equivocarnos y no tener miedo al ridículo. El payaso nos permite aceptarnos tal como somos y eso genera mucho placer.

Viendo lo importante que es para usted, se entiende que pasara de alumna a mecenas.

Conocí a Merche cuando daba clases en la escuela El Timbal y seguí con ella cuando abrió El Rinclowncito en Gràcia. Ya entonces le propuse pagar mis mensualidades de golpe para ayudar a tapar las goteras del local. Sin embargo, al acercarse el fin del contrato los dueños empezaron a hacerle 'mobbing'. Yo tenía un dinero ahorrado, que estaba en el IBEX enriqueciendo a los bancos, y decidí que estaría mucho mejor si lo invertía en comprar y reformar un nuevo local.

Acaban de inaugurar la nueva escuela en el barrio de La Sagrera.

La asociación me va pagando un alquiler asequible y así puede seguir creciendo. En realidad, es un 'win-win'. A los artistas hay que ayudarles a crecer, porque nos aportan felicidad y por eso animo a la gente a invertir en cultura, porque es muy enriquecedor.

Hacer bien el payaso es todo un arte.

Lo es, y aquí tienes una pedagoga excepcional que te da una formación para que termines siendo un payaso de calidad.

¿Usted siempre fue muy teatrera?

Soy la pequeña de seis hermanos y siempre he sido la payasa de la familia. Por navidad representábamos un número con una de mis hermanas. Ella era el payaso blanco, el serio, y me enseñaba a hacer verticales, y a mí, que era el augusto, nunca me salían. Era un número muy tonto, muy clásico, que tenía mucho éxito. Después de muchos años de hacerlo, sentí la necesidad de aprender a hacer el payaso y ahora que sé un poco más veo que aquel número estaba muy bien hecho.

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¿Nunca pensó en estudiar interpretación?

El run-run del teatro siempre ha estado presente. De hecho, durante la carrera estudié teatro y supongo que si no me dediqué más fue por miedo, porque se suponía que tenía que hacer una carrera ‘seria’. Las cosas no me han ido mal, pero al final las pasiones acaban saliendo. Y aquí estoy con cincuenta y pico de años, feliz, haciendo la payasa.