GENTE CORRIENTE

Raffaello Ducceschi: "Empecé el día como un completo desconocido y al final era un héroe local"

Campeón italiano de marcha en los años 80, su rocambolesca vida ha girado hacia la restauración y hoy tiene dos locales de espagueti a la guitarra en BCN

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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Cuenta una anécdota magnífica Raffaello Ducceschi de los tiempos en que era profesional de la marcha, allá en los años 80. Se llevaba a cabo la prueba de 30 kilómetros en Sesto San Giovanni, su ciudad natal, y los grandes favoritos eran Josep Marín y Jordi Llopart. Era el 1 de mayo de 1984 y en el horizonte estaban los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.

-Corría en casa.

-¡Pero nadie me conocía! Durante los primeros 10 kilómetros yo veía que la gente gritaba: "¡Vamos, Marín! ¡Vamos Llopart!", y yo corriendo les gritaba: "¡Pero bueno…! ¡Animadme a mí, que soy de aquí!"

-Marín y Llopart. Casi nada.

-Recuerdo que un entrenador amigo me había dicho: "Llopart está cansado. Tu rival es Marín. Si vas con él hasta el final, en los últimos metros te deja tirado. Y si le sacas 20 o 30 metros lo tendrás ahí toda la carrera, y al final te alcanzará y te dejará tirado. ¡Pero tú puedes, Raffaello, tú puedes!" Y yo: "¡Hombre, muchas gracias!"

-¿Y? ¿Cómo fue?

-Bueno, aproveché para sacarle unos metros en un avituallamiento, pero él mantuvo la distancia el resto de la carrera. Luego, cuando faltaba poco se puso al lado. ¡Tal y como dijo mi amigo!

-¿Y? ¿Lo dejó tirado?

-Puse en práctica mi táctica favorita de aquella época que era pegar tres gritos fortísimos. Con el grito sale fuera todo el aire y te entra oxígeno, es como una carburación extra, como poner el turbo. Con eso le saqué 10 metros y lo aguanté hasta el final.

-¡Ganó!

-Gané. Empecé el día siendo un desconocido y al final era un héroe local. En el pueblo la gente aún se acuerda de ese día. Y mire, ahora vivo en Canet de Mar, donde vive Jordi Llopart, y somos muy amigos.

-He visto que ha hecho de todo en la vida. Ha sido policía…

-Bueno, fui policía para desarrollar mi carrera atlética. Así es en Italia. Los deportes pobres los hacen los cuerpos policiales, y con sueldo policial. Habré salido dos veces a la calle con el uniforme.

-Entiendo. Candidato en una lista cívica, periodista, pintor, violinista…

-…sí…

-…y ahora hace espagueti a la guitarra. Cocina. ¿Hablamos de cocina?

-Claro. La cocina siempre ha sido una pasión. Pienso que es una manera de vivir bien. Me gusta cocinar para mí mismo, para mis amigos, para mi familia. Hace un tiempo tenía la idea de abrir un restaurante, y ahora se ha dado. Los espaguetis como los hacían nuestras abuelas.

-A la guitarra.

-A la guitarra, sí, que es como se hacen en dos o tres regiones de Italia. Y la gracia es esa, que la gente ve en vivo y en directo el proceso artesano, la masa pasando por la guitarra y convirtiéndose en espaguetis.

-Aclaremos aquí que no es una guitarra de verdad.

-Claro, claro. Es esta caja con cuerdas, con aspecto de guitarra.

-Hablando de otra cosa, ¿es cierto que es el inventor de los zapatos parmesano?

-Je, je, sí, bueno… Esto se remonta al día en que conocí a Ander Mirambell, en el 2005. En esa época muchos de mis amigos policías se habían pasado al bobsleigh para continuar sus carreras deportivas, y yo le dije a Amber que por qué no se pasaba al bobsleigh. Le pareció bien, pero acabó montando un equipo de skeleton porque era más barato. El trineo es más barato.

-¿Y? ¿Los zapatos?

-Bueno, lo que pasó fue que cuando fuimos la primera vez a Austria a entrenar la federación nos comunicó que habían cambiado el reglamento, y que de los zapatos que se habían usado hasta entonces, que básicamente eran zapatos de atletismo con seis clavos, se pasaba a los zapatos de bobsleigh. ¡Pero no había suficientes zapatos!

-No había… ¿Qué quiere decir?

-Que Adidas, que era el fabricante, no tenía suficientes zapatos para tanta demanda. Tenía que cubrir el bobsleigh y el skeleton, y no tenía tantos zapatos. Entonces yo hablé con un amigo diseñador que me dijo que la solución era un rallador de parmesano.

-En la suela.

-Claro. Hice pruebas y sí, funcionaba. Atornillé ralladores de parmesano a los zapatos de Amber y de Alberto Castillo, que era su pareja en el trineo.

-¿Y qué pasó?

-Bueno, que los jueces se rieron mucho, y nos prohibieron usarlos porque el reglamento no permitía zapatos artesanales. ¡Pero funcionaban!

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-Cuénteme, ¿hasta dónde llegó como marchista?

-Bueno, fui campeón de Italia y participé en dos Olimpiadas, Los Ángeles y Seúl. Pero no gané medalla.