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Antonio Briceño: «No fingían: ¡estaban llorando por mi mamá!»

Un luto personal llevó a este fotógrafo hasta las profesionales del llanto fúnebre, las plañideras, un oficio en extinción

Antonio Briceno, fotógrafo venezolano residente en Barcelona especializado en cultura y ritos latinoamericanos.

Antonio Briceno, fotógrafo venezolano residente en Barcelona especializado en cultura y ritos latinoamericanos. / FERRAN NADEU

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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El fotógrafo Antonio Briceño (Caracas, Venezuela, 1966) está especializado en culturas indígenas -quechua, kogui, huichol- que explora en su trabajo 'Dioses de América'. Si bien en el 2011 se propuso fotografiar algo extremadamente recóndito y en principio extinguido: plañideras, mujeres a quienes se pagaba hace cientos de años por su llanto en entierros. Desde su piso de Barcelona, Briceño cuenta cómo las encontró y consiguió así unas fotos únicas que expuso en el 2012.

-¿Cómo surgió la idea?

-Surgió a raíz de una toma de ayahuasca que hice tras suicidarse mi prima. Aquella noche lloré, lloré y lloré recordando cosas que me había guardado, como la muerte de mi madre. Me fue tan útil que mantuve el sentimiento hasta que lo relacioné con una noticia que leí: "Las plañideras se extinguen en Lima".

-Curioso.

-Contacté con el periodista y me dio a entender que la noticia era falsa, que él nunca había entrevistado a una plañidera, pero a mí me generó el entusiasmo como para desarrollar un trabajo. Iba a buscar algo que ni sabía si existía.

-¿Cómo las encontró?

-Estuve un mes preguntando por pueblos de Perú sin suerte. Cuanto más pequeño era el pueblo, más cerca estaba. Me decían: "Tal vez allí". Al final las encontré en dos pueblos minúsculos muy al norte de Lima, casi en Ecuador, en la parte más tradicional: Pedregal Grande y Narihualá. Las hallé cambiando de técnica: ya no preguntaba por plañideras, palabra tabú, sino que las describía.

-Debió de alucinar.

-Sí: el alcalde del primer pueblo, cuando llegué, no entendía mi pregunta porque allí era totalmente normal. Pasé de "esto no existe" a "¿cuántas quieres?". En cada pueblo se presentó un ejército de 12 mujeres; 12 campesinas chiquitísimas y pobrísimas.

Una de las fotografías de Antonio Briceño en su visita a las plañideras en 2011. / ANTONIO BRICEÑO

-¿Y cobraban por ser plañideras?

-Creo que eso ya no ocurre. Yo sí les pagué para que posaran para mí, pero tuve la sensación de que, como esos pueblos son tan extremadamente pobres, en los velatorios hacen una colecta para financiar los gastos funerarios, y las plañideras, que siempre son las mismas, colaboran con su llanto.

-¿Cómo fue su experiencia?

-Estaba desconcertado. No tenía ni idea de qué me iba a encontrar. Incluso imprimí fotos de mis difuntos por si me las pedían. En el primer pueblo, el alcalde nos llevó a una iglesia antigua, y allí las 12 mujeres me preguntaron: "¿Por quién vamos a llorar?". Ahí lo entendí todo: no venían para las fotos, venían a hacer lo de siempre. Y les di el nombre de mi madre.

-¿Por qué no el de su prima?

-No te sé decir. Un dolor más grande. Me di cuenta que lo de mi madre no estaba tan resuelto como pensaba. En el banco de la iglesia empezaron a llorar y cantar en coro: 12 tonos y actitudes diferentes. Decían: "Ay, mamita, por qué te fuiste". Estaban reviviendo mi propio dolor. Eso me desarmó. Porque no fingían: ¡estaban llorando por mi mamá, tío! ¡Estaban destruidas por la muerte de mi mamá!

-¿Fue igual en el segundo pueblo?

-No. Allí tuve la suerte de que hacía pocos meses había muerto alguien y fue algo real. Entre las plañideras estaba la viuda: sin duda sus fotos son las mejores. Ese día lloraron 17 minutos; el primero, 6.

-Y después les hizo la sesión de fotos.

-Sí, y ahí vi claramente cuál es su técnica para lograr esa emoción tan intensa. Durante el llanto del segundo día, algunas mencionaban a "un hijito", "un primito"...efectivamente, recordaban su propio dolor. Por eso, cuanto más viejas y más muertes, mejores plañideras son.

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-Menuda historia.

-Ellas todavía se acuerdan de mí: lo sé porque un periodista que fue lo escribió. Es un oficio en franca extinción, sólo ocurre en pueblitos marginales, y eso que existieron en toda Latinoamérica.

Fotografía de la exposición en telas de Antonio Briceño el año 2012 titulada 'Las plañideras. Nuestras últimas lágrimas'. / ANTONIO BRICEÑO