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Francisco Rueda Folch: "Internet puede salvar a los pueblos"

Es el albañil, el juez de paz y el enterrador del pequeño pueblo de Castellfort, en Castellón

Francisco Rueda Folch, albañil, juez de paz y enterrador del pueblo castellonense de Castellfort, en su Suzuki.

Francisco Rueda Folch, albañil, juez de paz y enterrador del pueblo castellonense de Castellfort, en su Suzuki. / Miguel Lorenzo (MIQUEL LORENZO)

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Nacho Herrero
Nacho Herrero

Periodista

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Francisco Rueda Folch (Terrassa, 1975) es uno de los engranajes que hace que funcione Castellfort, un idílico y frío pueblo de 200 habitantes en Els Ports (Castellón). Es el albañil, el juez de paz y el enterrador. De hecho, enterró a su propia madre. Gajes del oficio. El pluriempleo le da una visión global que le permite sentenciar que solo internet puede salvarles de la traicionera despoblación.

-¿Diría que la suya es una vida normal?

-Me crié en Terrassa, en una ciudad, así que respecto a la que puede vivir alguien allí, sí que es diferente pero comparada con la de aquí, no. Es como la de cualquier otro en el pueblo.

-Lo que da de comer es el ladrillo, ¿no?

-Sí, la construcción. De juez de paz me dan algo cada tres meses pero es muy simbólico y por los entierros no cobro nada. Querían establecer algo pero yo no quiero. Es gente a la que conozco de toda la vida y no quiero cobrarles. Si alguien me quiere dar algo, pues bien.

-¿Se mantiene el estilo rústico o la gente quiere casas como las de las ciudades?

-A ver, antes aquí se trabajaba para la gente del pueblo, así que el paleta decía y el cliente aceptaba. Ahora trabajas para gente que vive fuera, así que todo es más de capricho. Te tienes que adaptar a lo que se pide, aunque para ti sea más fácil lucir una pared que hacerla cara vista.

-¿Hay futuro para pueblos como Castelfort?

-Personalmente, me parece que lo que se tendría que hacer para que no se vayan al garete sería darle buena conexión a internet, que la que tenemos es muy mala. Así la gente que trabaja con el ordenador y a la que le da lo mismo estar en un sitio u otro podría venir. Aquí tendría más calidad de vida. Internet puede salvar estos pueblos porque hay cosas que lo mismo da que las hagas desde Castellfort que desde Madrid o Barcelona.

-¿Como se llega a ser juez de paz?

-Pues mira, aquí todos entramos en las listas electorales pero, si yo entro, el ayuntamiento no me puede contratar y, como estar en las listas es incompatible con ser juez de paz, entré como sustituto pero el que estaba se puso de alguacil. Fue por eso y porque nadie lo quería coger.

-¿Y qué hace?

-Pues hago papeles si alguien necesita para la jubilación o para la boda y si quieren les caso yo. También las actas de defunción. Si al final de mes no ha muerto nadie también tienes que llevar un acta. Después, en las votaciones, tras el recuento llevo las papeletas a Castellón o Vinaròs. Pero bueno, eso, la verdad, lo podrían hacer poniendo un sello, porque lo que llevo yo lo puede llevar el cartero al día siguiente, pero se lleva mucho tiempo haciendo así… También si alguien se pelea hago de mediador y si no se arregla el tema va a Castellón.

-¿Por qué se pelea la gente aquí?

-Pues por propiedades. Uno que no le paga el alquiler o que ha arrendado algo que le habían arrendado. Cosas así. Aquí nos conocemos todos. Había uno que era muy problemático y estaba en todos. Cuando te llega un caso intentas que la gente hable y lleguen a un acuerdo y, si no, lo envías a Vinaròs, pero no ha llegado el caso.

-¿Ahora nos morimos menos?

-Aquí va a 'tongás'. Tenemos unos habitantes con una edad muy elevada e igual no entierras a nadie en todo un año y en un mes entierras a cuatro.

-¿En esto también hay caprichos?

-No. Cuando fallece alguien te viene y te dicen '¿me lo taparás?' y dices que sí. No es agradable para nadie, pero supongo que si lo hiciera en Castellón o en Barcelona sería como otra faena; pero aquí es gente que conoces y que aprecias y es duro. Yo he enterrado a mi madre.

-¿Cómo fue?

-Pues había otro que se ofreció a hacerlo pero me dije '¿si lo hago por todos no lo voy a hacer por mi madre?'. Cada uno se lo toma de una manera.

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-¿Se ve volviendo a la ciudad?

-Sería duro, me costaría mucho más de lo que me costó venir y eso que no son todo rosas, el pueblo tiene sus cosas buenas y malas, no tienes intimidad. Esto te tiene que gustar, pero la infancia aquí es preciosa. Los niños tienen una libertad que no tiene nada que ver con la ciudad.