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Gemma Sabaté: "Desnuda más sincerarse que sacarse toda la ropa"

En sus giros de trapecio invita a reflexionar sobre estereotipos que limitan a las mujeres

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zentauroepp44433062 gente corriente gemma oxitoxica gemma sabate morrison d180725180146 / MARTÍ FRADERA

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Dormir bajo el cielo, viajar haciendo autoestop, colarse en los trenes..., una vida alternativa, sin dinero en los bolsillos fue durante un tiempo la aventura hacia la libertad, la zanahoria frente a la nariz de Gemma Sabaté Morrison (Barcelona, 1980). Sin ningún tipo de miedo corrió riesgos viajando por diversos países. "Atraes lo que necesitas vivir", dice. Así se curtía, pero siempre encontró a alguien en el camino dispuesto a tenderle una mano. Ahora es ella quien en sus trayectos de ida o vuelta a Arbúcies detiene su vehículo e invita a subir a quien pide compartir un trozo de camino sobre ruedas. Así ha educado a sus hijos, enseñándoles a sentirse parte de un todo. Desde las alturas del trapecio que la acompaña a volar, suelta mensajes que hacen diana en la conciencia social.

Llévenos a sus inicios de libertad.

Llegué a Londres con 21 años con la facilidad de dominar la lengua porque mi madre es inglesa. Trabajé en Zara para hacer un cojín de dinero y poder viajar a otros países.

¿Cuál fue el siguiente?

Holanda. Intenté entrar legalmente como okupa en una casa, pero no era fácil, llega demasiada gente, y terminé acogida por el Cirque du Monde, un proyecto patrocinado por Cirque du Soleil abierto a gente de la calle, algunos con adicciones.

¿Qué les procuraban?

Nos daban la responsabilidad de entrenar diferentes disciplinas para preparar espectáculos que llevábamos a suburbios de Amsterdam y nos daban dinero.

¿Estuvo mucho tiempo?

Dos años. En una clase de mímica y clown conocí a mi pareja, un portugués que también lo hacía. Nos adaptamos una furgoneta para viajar, y vinimos en busca del calor. El circo y la cocina nos gustaban. Tuvimos tres hijos. Mi compañero se creyó capaz de sostener a toda la familia con el diábolo en la calle, pero acabamos tuneando una caravana con un horno dentro para ir a mercados medievales a despachar pan.

¿Aprendieron a hacerlo?

Él, de pequeño, madrugaba mucho y como se aburría, hasta la hora de entrar en el colegio, iba a visitar a los panaderos y les ayudaba. Y así aprendió a hacer pan.

¿Cuándo subió la primera vez al trapecio?

A los 30 años, cuando ya había criado a mis tres hijos, quería fortalecerme físicamente y, en lugar de ir al gimnasio, me apunté a la escuela Circ Los de Sant Celoni para hacer telas y trapecio. Y una amiga montó un cabaret en una asociación y me invitó como artista aérea. Yo llevaba solo un año y medio, pero me preparé bien. De la masía y el huerto, me vi maquillada y vestida con brillantes volando en un espectáculo.

¿Y su número al desnudo cómo llegó?

Fui a un retiro de Luna, con mujeres, tres días en los que trabajas la menstruación, y una de las dinámicas era desnudarse. Cada pieza de ropa que te sacabas era algo que no querías. Y pensé que aquello en un espectáculo en escena podía ser muy chulo.

¿Dónde lo hizo por primera vez?

En La fàbrica de Somnis, una antigua industria de Vic recuperada como un espacio autogestionado de deportes no competitivos ni consumistas, donde ahora doy clases de trapecio y telas. En aquel primer espectáculo entre el público había alguien del Molino de Barcelona y me invitaron a hacerlo en su Festival Burlesque. En agosto actuaré en el GiraCirc de Collsuspina (17 a 19) y el Bioritme de Vilanova de Sau (27-29).

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Liberada, vuela y su mensaje ventila las mentes del público. ¿Cuál es el 'feedback'?

Al finalizar el espectáculo, muchas personas vienen a darme las gracias llorando, hombres y mujeres, por la valentía de expresar lo que tantos de ellos sienten. Desnuda más sincerarse que sacarse toda la ropa. Mientras me saco las prendas, voy diciendo de lo que me libero: de todas las veces que quise aparentar lo que no era; de las veces que me dejé caer en las redes de alguien, del patrón que dicta la sociedad. Expresándonos podemos hacer que la gente piense, y provocar cambios. Para mí actuar es un acto psicomágico, llevo a escena lo que quiero que suceda. En otro número repaso letras de canciones y las libero de lenguaje posesivo.