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Carme Bosch: "Nadie ha logrado que dure el aroma de una rosa"

Ha hecho de las flores y plantas un camino vital. La etnobotánica aplicada conduce sus viajes-taller

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zentauroepp44370862 carme bosch180718190103 / JOAN CASTRO / ICONNA

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Jardín, huerto, campo y bosque fueron los espacios en los que creció, jugó y ahora continúa enriqueciéndose esta maestra artesana que con las flores aprendió a expresarse artísticamente. Carme Bosch (Cassà de la Selva, 1958) empezó a organizar talleres de decoración floral como invitación a conectar la riqueza vegetal con la vida cotidiana de las personas. Hoy monta viajes allá donde crecen la lavanda, el arrayán o las rosas, cuyos usos ancestrales en cada país donde crecen acompañan talleres de recolección y preparación de derivados útiles, usos que hablan de sabiduría natural.

¿Qué conexiones recuerda de niña con la naturaleza?

Yo hacía mucha vida en ella. Con cinco o seis años, ya iba al bosque con otros niños y niñas y jugábamos allí hasta la hora de comer. Mi abuelo materno era calderero. Tenía un taller en casa donde trabajaba el cobre. Y yo me hacía mi espacio de juego allí. Montaba mi tienda y cocinaba con hierbas, todos los vegetales los aprovechaba.

¿Cómo empezó a transformarlos en arte y como un modo de ganarse la vida?

Como siempre he vivido en la naturaleza, empecé a preparar composiciones, primero para regalar a mis amigos. Yo estudié teatro en la escuela de Nancy Tuñón, vivía con un ojo en la interpretación teatral y el otro en las flores y plantas. Pero empecé a recibir encargos de mis trabajos florales que también vendí en el mercado hippy de Es Canar, en Ibiza, donde viví unos años. Con mi pareja, farmacéutico y conocedor del herbario, aprovechábamos lo que teníamos para hacer todo tipo de objetos; bandejas, cuadros, mesas decoradas con flores secas.

¿Qué les dice a quienes atribuyen malos presagios a las flores secas?

Eso son prejuicios de gente que está lejos de la naturaleza. La poda regenera, renueva la planta. Y una flor, cualquier vegetal, es un recuerdo que habla de aquel lugar. Una rama de canela es un recuerdo vivo de un país y de su gente, yo asocio fibras vegetales a mis viajes. Desde el Girona Temps de Flors me propusieron exponer cuadros y lámparas y, a partir de aquella experiencia, durante unos años me dediqué a explicar historias con amplios montajes florales en exposiciones, la mayoría producidas por el Museu d’Història de Girona.

Sus viajes-taller son expediciones etnobotánicas, la inmersión en un país a través de una planta (www.carmebosch.cat).

Con una sola especie en su plantación trabajamos sus usos. Los usos de las plantas están presentes en casi todo, la relación de los seres humanos con las plantas es muy estrecha. En los talleres preparamos aceites para hacer cosmética o licores de esa flor. Yo viajo con maletas enormes, como los músicos, llevo fogón y ollas como una cocinera, coladores y botes para envasar. Soy un taller nómada. En agosto estaré en el Museu de les Trementinaires de Tuixén y en enero, viajaremos a Sri Lanka.

¡Cuántas cosas puede ser una flor! Decora, cura, alimenta, aromatiza...

La rosa es un buen ejemplo. A mí me gusta como metáfora de la vida porque te muestra su belleza pero también sus espinas. El ritual de regalar rosas tiene mucha historia en todos los países mediterráneos. Las rosas decoran, y con sus pétalos se puede hacer mermelada, se preparan spaghetti e infusiones, que son muy buenas para la barriga. La rosa es un laxante formidable y muy poco conocido.

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Casi como en el caso del cerdo, prácticamente todo se aprovecha, lástima que el perfume de la rosa natural dure tan poco.

Sí, se ha conseguido producir rosas que duran muchos días, para poder resistir el viaje de un país a otro, pero nadie ha logrado que dure su aroma. El roserista que descubra el modo de mantener el aroma de la rosa hará un gran descubrimiento.