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Noemí Busquets: "El dialecto y la danza me integraron en el Pallars"

Ha rescatado del pasado a una criada pallaresa y en su piel transmite el legado cultural pirenaico.

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zentauroepp44028219 contra180701171931 / ANA MENESES

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Intérprete de lengua de signos, terapeuta formada en Gestalt, quinesiología, teatro y danza, Noemí Busquets se ocupa profesionalmente en diversas labores. Pero, como hacía Clark Kent a ciertas horas transformándose en Superman, esta vecina de Esterri d’Àneu (Pallars Sobirà) se convierte en Esperanceta, un personaje inspirado en una criada que hace un siglo servía en un hogar pallarés. Con ella Busquets da vida y sentido al pasado como sello de identidad de un territorio, como las danzas tradicionales que el Dansàneu (www.dansaneu.cat) recupera y que a ella, que nació en Bràfim (Alt Camp) la ayudaron a arraigar en las montañas.

¿Cómo recuerda su llegada al Pirineo?

Nos fuimos de Bràfim cuando yo tenía 9 años. A mi madre, en el Hospital de Reus donde le trataron su metástasis pulmonar le recomendaron mudarse a un lugar con menos humedad y menos contaminación. Elegimos Esterri d’Àneu porque veraneábamos aquí. El primer año fue duro. Lo primero que tuve que cambiar fue el dialecto.

¿Por qué?

El dialecto y la danza fue lo que me integró en el Pallars. Yo quería sentirme pallaresa y aprender sus características lingüísticas me hizo entrar mejor. Hoy puedo decir que, aunque nací en el Alt Camp, soy pallaresa.

¿En Bràfim ya hacía danzas tradicionales?

No, como mucho había hecho una clase de sardanas. Pero llegué a Esterri el segundo año que se hacía el Festival Dansàneu y me inscribí. Me ayudó mucho a conocer el lugar y a su gente. Hoy esta cita anual –Festival de Cultures del Pirineu, que hasta el próximo domingo 8 se celebra en Esterri d’Àneu– exhibe danzas en entornos tan espectaculares como el monasterio de Santa Maria d’Àneu. Cuando empezó era sobre todo formación que hice cada año.

¿Vivir entre montañas aísla?

El verbo aislar no me gusta. Como en Andorra o en el Vall d’Aran, la autogestión ha marcado al Pirineo, tú te lo guisas, tú te lo comes, pero eso no significa cerrarse. Conservar no es aislar. Aquí también tenemos iPhones, pero conservamos el dialecto, las danzas tradicionales, las costumbres, contamos con ese punto de salmuera que nos ayuda a mantener todo lo más auténtico.

Su personaje de la sirvienta Esperanceta, ¿cómo nació?

A mí la cultura siempre me ha interesado, y más, vinculada al patrimonio, bueno, cambio la palabra patrimonio por legado, que patrimonio suena demasiado patriarcal. Fui a Tarragona a estudiar teatro y después, como siempre he estado en contacto con el Ecomuseu de les Valls d’Àneu, un gran difusor de la cultura como medio de relacionarte con el territorio, sentí ganas de hacer algo, y con el director, Jordi Abella, pensamos en crear el personaje.

¿Cómo lo describe?

Es el vivo retrato de Tureta, una mujer real que había trabajado de criada en Casa Gassia –el Ecomuseu reproduce la vida en esa casa de principios del siglo pasado–. Esperanceta es una bufona, su función es comunicar. Improvisando, transmite lengua, costumbres, puede meter el dedo en la llaga o tirarte un ‘potxó’ (beso, en pallarés). Con ella soy dinamizadora cultural, con mucha frescura difundimos cultura ancestral.

¿Dónde se la puede ver?

En verano, en el Ecomuseu, martes y jueves a las 20 h y, en sesión picante, a las 23 h, sin eufemismos. Y en mercados y museos. Este sábado, 7, en la Fira del Ferro de Alins.

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¿Aún participa en el Dansàneu?

Colaboro en su organización. Por ejemplo, el último día, el domingo 8, actuarán los Bastoners d’Esterri, un grupo del que fui una de las impulsoras, pero ahora sobre todo lo disfruto como espectadora, la categoría de músicos y bailarines es muy alta.