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Badia Boukta: «Soy musulmana, sí. Pienso, siento y amo como tú»

La vida de esta joven de 21 años demuestra que la integración con ayuda local suma valor social

Badia Boukta.

Badia Boukta. / ALVARO MONGE

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Badia, el nombre de esta joven nacida en Marruecos, en lengua árabe significa creatividad, capacidad de hacer nacer algo. Y eso es lo que sucede en la vida de cada persona que se traslada a otro país: la vida crea con su llegada una nueva oportunidad, para ella y para quien la ve llegar. Que venga del sur o del norte no debería condicionar su nuevo futuro. El testimonio de Badia Boukta demuestra que en ese nuevo camino sí importa la mirada de quien recibe y las redes humanas que medotologías como las del Aula d’acollida, centros de día como el Sant Josep de Sant Vicenç dels Horts apoyado por CaixaProinfancia y donde Badia reforzó su aprendizaje, o colonias como las de la Fundació Pere Tarrés pueden lograr que alguien como ella sea hoy la primera joven universitaria nacida en Ksar Ait Mammar Lakdim.

–¿Qué les faltaba allí para querer venir? En realidad nada nos faltaba. Vivíamos juntos con mis tíos y abuelos y todos trabajaban. Mi padre es carpintero. Pero teníamos un tío aquí que veía que, además de trabajo, aquí había más oportunidad de estudiar y alcanzar un futuro mejor. En el 2001 vino mi padre con un visado y en el 2009 nos vino a buscar a mi madre y a los cuatro hermanos.

–¿Cómo ha vivido la llegada del Aquarius? Primero, me siento orgullosa de que España haya decidido acoger a estos inmigrantes, mientras que Italia, en cambio, mostró el egoísmo de quien solo ve la llegada de esa gente, no el motivo por el que han tenido que abandonar su país, ni sus sacrificios.

–Usted y su familia llegaron legalmente. No huían de nada, pero sabe qué es empezar de cero. ¿Qué le diría a Europa ahora mismo? Que sea estricta en el cumplimiento de los cupos de reparto de las personas que llegan salvando su vida. Y que cambie su mirada hacia la inmigración. Ellos no vienen para bajar nuestro nivel económico, vienen para trabajar, aportar su esfuerzo y su ayuda.

–¿Qué parte de su integración nos pertoca? Después de la bienvenida y el ánimo, ayuda real, en su día a día, y no tiene por qué ser con dinero, solo con el trato, no mirándolos mal, sintiendo que siendo refugiados, con lo mínimo ya les basta.

–En sus 9 años en Catalunya, ¿Qué ha completado su algo más de lo que ‘no basta’? Para mí fue clave el centro Diari Sant Josep, en Sant Vicenç, donde vivo. Llegué a Catalunya sin conocer la lengua, me sentía deprimida. Yo era de excelentes y aquí los estudios me iban mal. Al salir de clase veía a compañeros que habían llegado también de otros países antes que yo tomar un camino opuesto al de sus casas. Les pregunté adónde iban y me hablaron del centro de día, donde les ayudaban con los deberes y eran con ellos muy amables. Y yo quise ir.

–En la celebración de los 10 años del programa CaixaProinfancia, la Fundació Bancària ‘la Caixa’ la ha distinguido ‘por haber roto el techo de la pobreza’. ¿Qué siente? Sé lo que me ha costado llegar a la Universidad –cursa 3º del Grau de Relacions Laborals (UB) y trabaja en la biblioteca de Derecho–, pero sin la ayuda de educadoras como Cristina del centro Sant Josep que resolvía mis dudas no hubiera podido. Los profesores me desaconsejaban el Bachillerato, pero ella me animó, veía qué quería. Para mí el ‘no’ era un reto para demostrar que podía ser un sí como una casa.

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–¿Qué miradas no quisiera nunca ver? Algunas que sé que siempre habrá, por mi velo, por ejemplo. Pero lo importante es saber transmitir el por qué lo llevo. En eso me ayudaron mucho las colonias, tanto que hoy soy monitora. Los niños me preguntaban si estaba calva, y explicarles que es el símbolo de la religión que amo y practico, decirles: Soy musulmana, sí. Pienso, siento y amo como tú, y luego ser tratada con todo el cariño del mundo, eso es una pasada.

–¿Es eso la verdadera integración? Sí, hacerte a la nueva cultura sin renunciar a tus orígenes, y yo lo agradezco.