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Anna Alavedra: "Cuando actúas lo das todo, pero recibes mucho más"

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zentauroepp43356627 girona girones anna alavedra de pallassos sense frontere180518172137 / JOAN CASTRO / ICONNA

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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En febrero de 1993, los payasos Tortell Poltrona y Montserrat Trias viajaron, con su hijo Blai, al campo de refugiados de Savudrija, en Croacia, para apoyar una iniciativa de la Escola Projecte a favor de la paz en los Balcanes. Aquella primera actuación de Tortell fue el embrión de Pallassos Sense Fronteres (PsF), que hoy reunirá a 50 artistas en el Circ Cric de Sant Esteve de Palautordera para celebrar su 25º aniversario. Anna Alavedra (Terrassa, 1966) fue una de las primeras payasas en salir de expedición con PsF. Desde entonces, la oenegé ha hecho  7.000 actuaciones ante más de dos millones de personas refugiadas y vulnerables en 100 países. 

–En 1994 le propusieron ir a actuar para los refugiados en Croacia. ¿Le sorprendió? Era algo nuevo pero enseguida dije que sí.  Yo me hice payasa porque quería que mi trabajo tuviera un efecto positivo inmediato en la gente, que les hiciera reír y desconectar de sus problemas. Ir a un campo de refugiados era lo máximo a lo que podía aspirar.

–Viajó con su compañía, Cirquet Confetti. Fuimos con dos furgonetas llenas hasta los topes de trastos y decorados, además de mi perra Nel y una tórtola que aparecía en un número de magia en plan paloma de la paz. Me preocupaba no poder hacer reír a aquella gente después de todo lo que habían pasado, pero rieron muchísimo más que aquí. 

–En 1996 fue más lejos, a Guatemala. Hicimos muchísimas actuaciones en barrios muy pobres de la capital y también en la selva. Transportamos el material por el río en cayucos y llegamos a un poblado donde jamás habían visto un espectáculo, ni objetos como una silla. Durante la actuación empezaron a gritar y no sabíamos por qué. Resulta que cuando algo les gusta gritan, no aplauden.

–¿Qué escena le marcó en aquel viaje? El momento en que una niña me cogió la mano y me dijo: "No se vayan, no se vayan. Quédense aquí hasta que se mueran". Cuando actúas lo das todo, pero recibes mucho más.

–¡Uf! Después dejó las expediciones. Fui madre y se me hacía más difícil estar largos periodos fuera, pero seguí participando en actos para recaudar dinero. Ahora mi hijo tiene 20 años y ha pedido acompañarme a alguna expedición.

–En 2015 y 2016 estuvo en los atestados campos de refugiados de Grecia. Difícil actuar en aquellas condiciones. La primera expedición fue a Idomeni y a  Atenas y la segunda a las islas de Chios y Samos. No son las mejores condiciones, o sí, porque el calor humano es impagable. La gente acumula tanta tensión que enseguida se ríe. El lenguaje del payaso es universal y hacemos un humor directo y muy  inocente. Es el mejor trabajo del mundo.

–¿Qué efectos directos tiene en la gente? Suelen estar serios, callados y quietos, pero después de la actuación les cambia radicalmente el humor: los niños juegan y ríen y los adultos se abren a contar sus historias. Para mí es muy importante estar con ellos después de actuar. Te dicen que no debes implicarte emocionalmente pero es casi imposible. También tienes muchos momentos de rabia y tristeza.

–En la expedición a las islas eran tres mujeres payasas. Fue una coincidencia pero nos dimos cuenta de que, cuando actuábamos nosotras, las mujeres se ponían en primera fila y reían más. También podíamos acceder más fácilmente a espacios más íntimos de mujeres que han sufrido abusos. Ahora hay expediciones que van especialmente a refugios de mujeres con niños. 

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–¿Cuando viajó a Croacia en 1994 esperaba que PsF crecería tanto?

–No, y ojalá llegue el día en que deje de existir, porque eso significaría que ya no existen conflictos en el mundo. Pero de momento hay muchos frentes abiertos.