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Ana Pérez: «La violencia psicológica te destruye como persona»

Tras ocho años de maltrato machista continuo, se recupera para volver a ser la mujer que fue

Ana Pérez (nombre ficticio), víctima de violencia machista.

Ana Pérez (nombre ficticio), víctima de violencia machista. / RICARD CUGAT

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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"¿Cuántas mujeres quedarán sin hablar?", se pregunta Ana Pérez (Barcelona, 1990), que pide identificarse con ese nombre ficticio y no mostrar su cara por miedo a que la entrevista llegue a su agresor. Esta joven barcelonesa sufrió ocho años de palizas incesantes; ahora, mientras se recupera, cuenta con mucha entereza su testimonio con el propósito de ayudar a otras mujeres que se puedan sentir solas y sin recursos.

-Antes que nada, ¿cómo está?

-Ahora estoy volviendo a ser la que era. No trabajo y me dedico a mí, a recuperarme con la ayuda de mi psicólogo. Poco a poco estoy volviendo a ser la persona divertida que siempre he sido.

-Cuénteme lo que pueda sobre cómo empezó todo.

-Cuando lo conocí ya se veía que no era una persona cuerda, pero no sé, me enganché a él. A los 4 meses de conocerlo me dio la primera paliza y me dejó inconsciente; la violencia ha durado 8 años. La gente me preguntaba que cómo aguantaba y ni yo misma sabía contestar. Se crea una dependencia brutal: me fui aislando, me quedé sola y llegué a pensar que sólo existía él. 

-¿Con qué frecuencia le agredía?

-Él era así. No había una frecuencia fija y había de todo: desde guantazos o puñetazos hasta pegarme con perchas. Una vez me clavó un tenedor en la pierna; otra, me tiró un plato en la cabeza que me hizo una brecha. A veces, sobre algo que yo pensaba "mejor no lo digo porque me va a caer la grande", se reía, y por tonterías que ni te imaginas, me pegaba, sobre todo cuando consumía drogas y alcohol. De todas formas, la violencia física sí, es muy bestia, pero el morado se va. Sin embargo, la psicológica queda y te destruye como persona, te convierte en alguien que no eres.

-¿Por qué lo dice?

-Yo en verano tenía que ir en manga larga: llevar mallas o pintarme los labios era de puta. Me dejé mucho, siempre iba fatal vestida con ropa rota...eso sí, él siempre iba arreglado. 

-¿Pensó en denunciar?

-En mi pensamiento nunca estuvo denunciar: no iba al hospital porque sabía que ellos harían informe. Por miedo o porque en mi mente lo quería: no sé por qué, pero no quería denunciarlo. Una vez me amenazó con rajarme la cara con un cuchillo y llamé al 012. Vinieron los Mossos y no quise denunciar. Lo denunciaron ellos, pero no fui a declarar.

-Pero finalmente denunció.

-Nunca había pensado en denunciarle...hasta que salí de mi casa. Salí sin nadie: mi familia ni me hablaba. Cogí a mi hija y me fui. Estuve en casas de amigas y una de ellas me dijo que denunciara, así que lo hice y mi madre me apoyó. La decisión cuesta muchísimo, pero rebasé mi límite y llegó un punto en el que yo pensaba que me había vuelto loca. 

-¿Qué efecto tuvo la denuncia?

-Ninguno, porque denuncié una semana después de la violencia y no me dieron orden de alejamiento. Él ahora está en prisión por sus cosas, no por mi denuncia. Yo en ningún momento deseaba que se fuera a la cárcel a pesar de que se lo había buscado; y no me alegro de que esté allí, me es indiferente. Sí que tengo miedo, pero lo que me preocupa es mi hija.

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-¿Qué recursos ha tenido como víctima?

-Cuando denuncié me hablaron del Servicio de atención, recuperación y acogida (SARA). Estuve allí un año y 8 meses: es un centro de acogida protegido y confidencial, donde convives con mujeres que han pasado por lo mismo que tú y te atienden psicólogos y especialistas. Mi experiencia es muy positiva y me gustaría que las mujeres que sufren supieran que no están solas, que tienen recursos y gente que las pueden ayudar a volver a ser independientes.