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Brian Jiménez: "Ser joven investigador en España es caer en el precariado"

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Núria Navarro
Núria Navarro

Periodista

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Está ovillado en un cuarto con derecho a cocina y baño. Tiene fiebre. Brian Jiménez (Barcelona, 1984) solo lleva tres días en Holanda y ha hecho mudanza bajo la lluvia. La Universidad de Utrecht le ha contratado como investigador y para allá que se ha ido con la maleta. La pareja, sus padres y los amigos se han quedado en Barcelona. Al otro lado de la línea, insiste en que es uno más de la hemorragia de jóvenes científicos condenados a la precariedad (se han marchado 37.000 en los años de crisis). España ha desinvertido en investigación el 12,5%, es casi imposible entrar en una cátedra, las ayudas no se ejecutan.

¿En qué momento dijo: "Basta"? El próximo septiembre se acababa mi beca, así que empleé tres meses en redactar un proyecto para la prestigiosa beca Marie Sklodowska-Curie, a la que acceden menos del 5% de los solicitantes. Y me quedé a las puertas. O cambiaba de sector, o volvía a escribir proyectos para becas o me iba al paro..

¿No quería probar otra vez? Tarde o temprano, te das cuenta de que las mejores becas a las que puedes acceder en España –hablo de salarios de unos 30.000 euros– están dirigidas a gente de fuera. Muchas tienen el requisito de que no puedes haber residido en España en los 24 meses previos a pedir la beca. Son para rescatados o extranjeros que quieren residir en Barcelona.

¿Repasamos su expediente? Soy ingeniero informático por la UPC, tengo un máster en Biomedicina por la UB y soy doctor en Computación de Alto Rendimiento (HPC), bioinformática, biología y química estructural por la UB también. Obtuve el título de ingeniero en el 2008 y, tras un par de años en la empresa privada, fui muy bien acogido en el Barcelona Supercomputing Center (BSC), que es como una isla de paz en un mar de mierda, si me permite la expresión.

Permitida. La etiqueta asignada al joven investigador en España es 'precariedad'. Y yo soy de los afortunados, ¿eh? Con todos los malabares que hacen en el BSC con los recursos que tienen para conseguir lo mejor para sus investigadores, pude hacer la tesis durante cinco años y embarcarme otros dos de 'postdoc' pagados por un proyecto europeo en el mismo centro. Me alegro de haber fomardo parte de la familia del BSC, porque hay gente que ha hecho su tesis sin cobrar un solo euro en otros centros de investigación y ha tenido que irse en peores condiciones. 

¿Su familia tuvo que ayudar? En casa no sobraba el dinero. Mi padre, un hombre al que admiro muchísimo, se levanta cada día a las 4 de la mañana para repartir carne. Mi madre es una parada de larga duración. El primer año de universidad fue gratis porque saqué matrícula en el bachillerato. El segundo tuve beca de transporte. El máster costó 1.800 euros. Hicieron un esfuerzo terrible –12.000 euros– para que pudiera pasar un año en Escuela Federal Politécnica de Lausana (Suiza), una de las 15 mejores del mundo, donde tomé contacto con la bioinformática.

¿Bioinformática? Es utilizar metáforas basadas en la naturaleza para resolver problemas informáticos. Por ejemplo, cuando las hormigas salen a buscar comida dejan un rastro feromonas, de modo que, al volver, refuerzan la señal de olor y hace que las otras sigan el camino. Bien, pues se puede utilizar en el enrutamiento de paquetes. Sueltas pequeños paquetes informáticos en la red capaces de encontrar el camino óptimo entre puntos, lo que ahorra recursos.

Sigamos. Luego estuvo en Japón. Cuatro meses con una beca FPI del Ministerio de Educación.  

Y con todo esto, ¿qué? Al salir de la universidad, en el 2008, mi cumbre de salario: 27.000 euros. El contrato de posgrado antes de marcharme era de 25.600.

1.300 euros al mes. Algo así, sí.

Pocos planes se puede hacer. Vivir en Sants con mi pareja, que se ha quedado en Barcelona, con dificultades para llegar a fin de mes. Nada de coche y las vacaciones es algo anecdótico. Además, tocaba la guitarra en una banda de post-rock, Audiolepsia, que es un hobi muy caro.

¿Y en Utrecht qué le ofrecen? He podido negociar el teletrabajar un 50% del tiempo desde Barcelona. Los dos primeros años me descuentan el 30% del salario, pero el neto es más del doble que en España. Y tengo 42 días de vacaciones.

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¿Cuesta mucho tomar la decisión? Lo estoy pasando mal. Mis padres están mentalizados, pero dos abuelos que me quedan están muy enfermos y están en el hospital. Estos tres primeros días echo de menos a mi pareja, mi casa, mis gatas. Lloro mucho. Vivo en un cuarto en el que hay un sofá, una mesa y cinco sillas. Comparto ducha y cocina con una chica indonesia. 

¿Se ha llevado la guitarra? Aún no. Paga billete aparte. Solo he traído un par de toallas, dos pares de zapatos, ropa y el portátil.