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Cristina Llevat: "Descubrí la belleza irresistible de la música siendo profe"

Tras una carrera frustrada de piano, su objetivo es que los jóvenes disfruten y valoren la música.

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zentauroepp42486932 cristina llevat180313155357 / ALBERT BERTRAN

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Desde hace siete años, Cristina Llevat (Barcelona, 1980) da clases de música en el Institut Barres i Ones, un centro situado en el barrio de Llefià de Badalona que está calificado como de «máxima complejidad». En un entorno sin tradición musical, ni escuelas de música, ni dinero para pagar clases extraescolares donde aprender a tocar un instrumento, ella se lleva a sus alumnos al conservatorio.

–¿Vamos al aula de música? Aquí no tenemos aula de música. 

–¡Ah! ¿no? Antes de que yo llegara había una pero al parecer no se le sacaba partido y, como aquí estamos tan apretados, se eliminó. Yo me muevo por las aulas llevando mi altavoz, mi órgano portátil, mis papeles y una flauta.

–¿Qué sentido tiene, en tiempos de reguetón, que los adolescentes toquen la flauta? No les voy a pedir que toquen una sinfonía, pero pueden pasarlo bien tocando Despacito y haciendo improvisaciones en grupo sobre bases de reggae y hip hop. Tocar un instrumento es lo más potente que hay.

–Einstein decía que lo que le daba más satisfacción en la vida era tocar el violín. Currarse juntos una melodía sencilla les genera bienestar y es una manera de vivir el esfuerzo de forma positiva. A mí no me importa tanto el do, re, mi, fa, sol, como todo lo que va asociado a ello: la educación corporal, la conexión con la respiración, la concentración, la paciencia, la constancia, la humildad... Las conexiones que se producen en el cerebro al tocar un instrumento son únicas y sirven para todo en la vida.

–Siendo la música tan útil para la vida, se le da muy poco valor en secundaria. Yo creo en el valor educativo de la música y aquí lo respetan. De 700 alumnos que he tenido en 7 años, solo 3 han ido al conservatorio y 2 son hermanos. Nadie estudia música, por eso hemos arrancado un proyecto que incluye la visita al conservatorio de Badalona, conferencias y un  taller de glosa.

–No es extraño que casi nadie estudie música. Es muy caro. Lo primero que hice fue buscar la escuela de música del barrio... pero no hay. Entonces pregunté en el conservatorio si podíamos ir a ver una clase. Jaume Cortadellas [el director] se animó enseguida y también se sumó la Escola de Música Moderna.

–¿Qué objetivo tenía esa visita? El contacto personal fomenta el conocimiento. La idea es que los chicos vean a adolescentes como ellos dedicando horas a la flauta, al piano o al violín y que valoren su esfuerzo. Pero también que los estudiantes de música valoren las experiencias de nuestros alumnos. En abril los estudiantes del conservatorio darán un concierto y lo presentarán alumnos del instituto.  

–¿Cómo se inició usted en la música? Estudié ocho años de piano pero, aunque les estoy muy agradecida a mis padres, lo viví como una obligación. 

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–No lo disfrutaba. No, mi verdadera pasión es el claqué. Estudié Historia y Musicología en la universidad y a los 24 años empecé a dar clases. Yo no disfruté estudiando música y puedo empatizar con estos chicos. Al final, aprendes por la herida. Tuve que ir a la esencia de la música para encontrar cosas que les sedujeran y fue siendo profe como descubrí la belleza irresistible de la música.  

–¿Qué le dijeron sus alumnos después de pisar el conservatorio por primera vez? "Seño, ha molado". ¡Esto es lo más para un adolescente! Lamento no poder entusiasmarles más. Yo lo que querría es que me dieran una subvención, comprar instrumentos y montar una big band, pero mientras no lo tengamos quizá consigamos dar una base para formar un público sensible que estime y valore el hecho musical.