GENTE CORRIENTE

Esther Vilar: "Con el mantel envié una carta al Papa Francisco"

A sus 95 años, ganchillo, sopas de letras y el casal entretienen una vejez que hace honor a una larga vida llena de optimismo

Esther Vilar, haciendo ganchillo en su casa.

Esther Vilar, haciendo ganchillo en su casa. / JOAN PUIG

3
Se lee en minutos
Carme Escales
Carme Escales

Periodista

ver +

"Tenía miedo de casarme por el aburrimiento que veía en las parejas", confiesa Esther Vilar (Sant Boi de Llobregat, 1922). Ella sentía que su vida ya estaba suficientemente llena, pero a los 37 años, en una romería a Roma organizada por los Claretianos conoció al que sería su marido y padre de sus hijos. «He sido una persona muy feliz», expresa hoy a sus 95 años. Trabajó hasta los 70, y a los 87, se rompió la muñeca y no pudo seguir haciendo tanto como hacía, pero una amiga le sugirió hacer ganchillo y ahora varias iglesias lucen sus manteles sobre el altar. Uno de los últimos llegó a Roma hace poco más de un mes junto a una carta para el Papa Francisco.

-¿Qué le impulsó a escribirle al Papa?

-Este Papa me gustó desde el primer momento, me pareció tan sencillo. Lo vi como a un verdadero pastor, con sus zapatos gastados, y me caló hondo cuando dijo que rezásemos por él. Lo dijo así, tan humildemente, y yo lo he hecho siempre, y se lo quise decir.

-Aprovechó el viaje del mantel ¿Cuántos ha regalado ya a Iglesias?

-El primero a la del Esperit Sant, la mía del barrio, nueve para la Sagrada Família, 16 para la catedral, y de la catedral he pasado a Roma. La primera misa del Papa Francisco fue en la iglesia de Santa Maria Maggiore y la vi por la tele. Me fijé en el motivo del mantel del altar, lo reconocí. Y como una sobrina mía vivía en Roma la envié a preguntar las medidas del altar papal y a preguntarles si podría hacerles un mantel. Las monjas estuvieron encantadas. Después de Navidad envié el mantel, una nota para las monjas y la carta para el Papa. Y el 25 de enero recibí carta del Vaticano en la que me dan las gracias.

-¿Ha sido siempre una persona de misa?

-Me bautizaron, hice la comunión, pero a misa no íbamos. Un día que fuimos me sorprendió que mi padre respondiera. Yo tengo fe pero no soy beata. Empecé a ir a misa después de la guerra, una guerra civil es muy criminal, hermanos que se delatan, venganzas, odio... Dentro de la iglesia me sentía bien, no quería sentir odio.

-¿Se siente recompensada por su fe?

-Sí. Mira ahora la alegría que siento de llegar a estos momentos de mi vida, 95 años, y poder hacer ganchillo así, esto me hace sentir una satisfacción tan grande. 

-¿Siempre ha sabido fijarse en lo bueno?

-Yo no veo las cosas negativas, y eso que las he pasado. He estado 15 veces en el quirófano, tuve el tifus y  cuatro herpes. Pero cuando recibes una bofetada de la vida, sí la sientes, no digo que no, pero no debes quedarte sintiéndola continuamente. Yo tengo dolores propios de la edad y alguna vez me quedo clavada. Todo pasa, te levantas, y la providencia siempre acaba actuando.

-¿Cómo lo hace?

-Tendría muchos ejemplos. Uno, el viaje a Roma en el que conocí a mi marido. Quien tenía que ir era su hermano, pero no pudo y vino él. Y después de morir, que yo pasé cinco meses en una silla, día y noche, junto a su cama en el Vall d’Hebrón, volví a casa, y me tocaba seguir sola con tres hijos. 

-¿Ya casada había seguido trabajando?

-Sí. Mi hermana me había instruido como esteticién y tenía consulta en casa. Una tarde, varias clientas me anularon la visita, y me preocupé. Recuerdo que miré a una imagen de San Pablo que tengo y le dije: no me hagas esto, lo necesito. Y salí a dar una vuelta para airearme. En la avenida de Gaudí me crucé con un cieguito que vendía números de la ONCE. Llevaba el jersey manchado y pensé, si pudiera ver, pobre, no se lo habría puesto. Llevaba 25 pesetas y le compré un número. Al día siguiente salió como primer premio, 6.250 pesetas.

Noticias relacionadas

-¿Qué más cosas le hacen dar gracias?

-La sonrisa de enfermos que visito en el  Sant Pau, donde soy voluntaria. Les digo: la mejor medicina es ser positivos. Descontento y odio son el veneno de la sangre.