El oscuro pasado esclavista de Catalunya

Algunas iniciativas y libros intentan sacar a la luz el papel de la burguesía catalana en el tráfico de esclavos

Plaza de Antonio López, en Barcelona.

Plaza de Antonio López, en Barcelona. / Joan Puig

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LIA FELIU / BARCELONA

Es vox pópuli que la compraventa de esclavos generó grandes fortunas entre las grandes familias de la burguesía catalana, desde finales del XVIII y ya bien entrado el siglo XIX. Sin embargo, pese al importante papel de los negreros catalanes negreros catalanesen el lucrativo negocio del tráfico de esclavos, este es un tema incómodo de abordar, por lo que la divulgación de lo suceido a duras penas abandona la academia.

Los motivos son diversos, empezando porque resulta difícil dilucidar hasta qué punto la financiación de los templos expiatorios, la exaltación modernista del Eixample o las casas de indianos del Maresme, por poner algunos ejemplos, proviene en parte de dinero amasado entre grilletes. Por una parte, porque durante mucho tiempo, el tráfico de esclavos fue ilegal (en España se abolió, en la práctica, el 7 de octubre de 1886) y por ello existen pocos documentos que certifiquen su práctica, y por otra parte, porque muy pocas familias de las que se beneficiaron de tan lucrativo negocio se han dedicado a airear su hoy vergonzosa existencia. A mediados del siglo XIX, nadie se atrevía a defender el esclavismo en público, sin embargo, se toleraba con el pretexto, muchas veces, del crecimiento económico.

LAS FAMILIAS

Se suele citar a menudo a Antonio López, el marqués de Comillas. Pero no fue el único, otras familias importantes de Barcelona se aprovecharon de aquel próspero negocio: las familias Samà y Vidal-Quadras, Joan Xifré o Joan Güell. De algunos de ellos aún se conservan estatuas y calles con su nombre en Barcelona y otras ciudades, como homenaje. Un reconocimiento que, en pleno siglo XXI, ha generado diversos debates y polémicas sobre la necesidad de borrar de la memoria tan contradictoria huella. Sirva como ejemplo el debate reabierto en julio del 2015 en torno a la necesidad de borrar del nomenclátor la plaza de Antonio López, en Ciutat Vella, una iniciativa de la CUP, y que se zanjó a favor del cambio de nombre. Hasta el 2010 ningún gobierno de la ciudad había propuesto la abolición de estos símbolos. No fue hasta el 2010, cuando los sindicatos UGT y CCOO pidieron la retirada de la estatua del naviero, aunque entonces solo consiguieron que la avenida del Marquès de Comillas fuese rebautizada con el nombre de Francesc Ferrer i Guàrdia.

Cabe destacar, los esfuerzos de algunos autores por rescatar el pasado negrero de Catalunya. Gustau Nerín, especialista en el estudio del colonialismo español, publicó ‘Traficant d’ànimes, sobre los negreros españoles en la costa africana. En ‘Perles negres: Tres segles de col·laboracionistes’, Joan-Marc Passada i Salvador Avià, ofrecen una pincelada sobre algunos de los comerciantes en esa época. Y en ‘Els Güell’Els Güell’, Andreu Farràs también detalla algunos detalles oscuros de la historia de una de las familias más influyentes de la burguesía catalana y de Barcelona.

LA RUTA DEL ESCLAVISMO

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También el Ayuntamiento de Barcelona se ha aplicado en la misión de dar visibilidad a esta cara oscura de una etapa floreciente para la ciudad. Para ello, creó el año pasado una ruta, ‘La herencia del esclavismo en Catalunya’, a través de calles, edificios y monumentos vinculados vinculados a ese pasado incómodo de la capital catalana.

Son solo pequeños intentos destinados a hacer público un tema que en muchos sentidos sigue siendo tabú.