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"La mujer medieval no se resignaba, luchaba"

Araceli Rosillo, primera mujer a cargo de un archivo franciscano, devuelve la voz a las mujeres empoderadas del medievo

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«La mujer medieval no se resignaba, luchaba»_MEDIA_1 / JOAN CORTADELLAS

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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A primera vista los conventos parecen el último lugar donde buscar referentes de mujeres libres y empoderadas, pero resulta que son una mina. La historiadora Araceli Rosillo Luque (La Llagosta, 1976) atiende al público en el Archivo-Biblioteca de los Franciscanos de Catalunya, donde está a cargo del fondo antiguo. Alojado en el convento de Sant Antoni de Pàdua de Barcelona, este archivo reúne 150.000 volúmenes y documentos de los conventos franciscanos de Catalunya, desde un pergamino del siglo X firmado por el conde Borrell hasta un fondo de sermones de los siglos XVI al XVIII, pasando por tres incunables de Petrarca -uno de ellos con marcas de roedores- y un ejemplar de 'Justine', del marqués de Sade, prueba de la manga ancha de los frailes con la cultura.

-Quién le hubiera dicho que acabaría en un archivo franciscano... -Esto es una rara avis, estoy convencida de que no estoy aquí por casualidad. Es una biblioteca viva, ordenada según la idiosincrasia de consulta de los frailes, y estar en contacto con ellos a diario es muy enriquecedor. Aquí soy feliz.

-Usted investiga la espiritualidad y la cultura femeninas en la edad media y moderna. -Me fascinó la figura de Santa Clara (1194-1253), que a los 18 años conoció a san Francisco de Asís y se escapó de casa para vivir según los preceptos franciscanos de extrema pobreza. Fue la primera mujer medieval que hizo su propia regla y logró que el Papa se la aprobara. Es un referente que me ha llevado a descubrir a otras mujeres que fueron muy potentes e influyentes en aquella época y que casi nadie conoce.

-¿El medievo no fue una época especialmente oscura para la mujer? -Los libros hablan de una época oscura, asolada por guerras, enfermedades y con una estructura social muy rígida, pero yo no veía esa oscuridad en los clásicos de la literatura ni en la música de los trovadores. La vida real no es así, la vida real tiene flecos que escapan de esa rigidez.

-Y usted busca en esos flecos. -El menosprecio al hecho de ser mujer es una constante en el tiempo, pero las personas generamos estrategias para vivir porque somos seres humanos y no nos quedamos en la resignación. Yo veo que estas mujeres medievales no se resignaban, luchaban, aunque a veces perdían. Juana de Arco, por ejemplo, acabó quemada.

-¿De qué nos sirve el ejemplo de estas mujeres en el siglo XXI? -Los referentes del pasado te devuelven una mirada hacia ti. Creemos que estamos liberadas y vivimos bajo unos parámetros de opresión muy fuertes. Una mujer cobra entre el 20 y el 30% menos que un hombre en la empresa privada, ¿y nos vamos a resignar? Mi granito de arena es visibilizar a estas mujeres que no salen en los libros, las aristócratas, pero también las del pueblo llano. ¿Cuáles eran sus estrategias de vida? ¿Cómo se desarrollaban como personas? ¿Cómo aprendían si no podían ir a la escuela? Decir que no hicieron nada es un insulto a todo ese legado femenino.

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-Nos faltan referentes. -Berenguela I, la madre de Fernando III de Castilla, participó en mediaciones durante las guerras de conquista del mundo musulmán y defendió plazas mientras su marido estaba guerreando por ahí. Imagínese que una chica que estudia la ESO pudiera tener como referente, no solo a El Cid, sino también a Berenguela I.

-Por suerte cada vez se conocen más. -Yo pertenezco a un grupo llamado Tacita Muta, donde se estudian las mujeres desde la época sumeria hasta hoy. Pero dentro de la academia sigue habiendo reticencias. Yo misma tenía prejuicios antes de escribir mi tesis sobre un convento de clarisas del siglo XIV, no tenía ni idea de la vida tan rica que llevaban. Al estar fuera de las estructuras de poder, eran más libres.