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«Todos somos conserjes de algún modo cada día»

Las prácticas de turismo llevaron a Christian Fons a descubrir el oficio de conserje. Y en seis años ha pasado a dirigir a quienes le instruyeron

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esala37580308 barcelona barcelones 07 03 2017 sociedad contraportada 170308165954 / DANNY CAMINAL

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Librarse del miedo a dirigirse en inglés a los clientes y saludar a cada persona que entraba en el hotel fueron parte de la preparación de Christian Fons (L’Hospitalet de Llobregat, 1987) en su camino al cargo que hoy ocupa en el hotel Fairmont Rey Juan Carlos I de Barcelona. Es el responsable del servicio de conserjería. Con 23 años, al acabar el grado superior de FP de Guía, Información y Asistencia Turística, entró en el lujoso hotel a dejar su currículo. Y había una plaza para él como conserje en prácticas.

–¿Sabía entonces lo que era un conserje?

–No tenía ni idea. En mis estudios de turismo no me hablaron de ese puesto. Pero a medida que fui viendo lo que hacían en el hotel mis compañeros de conserjería me fui enamorando de esa dedicación. Leí, además, sobre la historia del conserje de hotel. 

–Cuente algo sobre esos orígenes.

–Se remontan a la edad media. En épocas feudales, el conserje era la persona que velaba por el bienestar de los huéspedes en palacios reales y castillos, el intermediario entre nobles y hospedados. Esa raíz histórica me atrapó. Grandes hoteles de Europa introdujeron la figura del conserje. París y Londres son el gran referente en este oficio. Allí está presente en hoteles de diferentes categorías. En España, solo en los de más lujo.

–En el puzzle completo de un hotel, ¿qué pieza representa el conserje? 

–Es, en esencia, servicio al cliente, algo que en general toda persona en un hotel también realiza. El barman o los recepcionistas saben cuál es la farmacia más próxima al hotel y otras informaciones útiles por si un cliente les pregunta, pero para el conserje, resolver esas dudas, problemas concretos, ayudar al cliente en todo lo que pueda necesitar, es misión principal. Si el portero son los brazos del huésped, y el botones, sus piernas, al conserje le toca el tronco de la atención al cliente.

–¿Cuándo empieza su contacto con él?

–Antes de que llegue, una vez realiza su reserva, y a partir de la información que nos facilita, ya preparamos su llegada, pensando en si hay algo que le podamos aportar, algún detalle que lo pueda sorprender, por ejemplo, si sabemos sus gustos o que viene con niños. Luego nos interesamos en cómo le va yendo la estancia e, incluso después de su marcha, guardamos contacto con él. 

–El anfitrión perfecto. Además, usted opta este mes a ser designado mejor conserje –joven, pues es para menores de 36 años– del mundo por Les Clefs d’Or, la asociación internacional de conserjes de hotel. ¿Qué ha tenido que hacer para estar ahí?

–Entre otras cosas, ser miembro de la asociación –él, desde el 2013– y pasar exámenes de cultura general y sobre el oficio. Y el 23 de este mes viajaré a Berlín al congreso internacional de la asociación de conserjes, donde me harán aún entrevistas. Y al final del congreso se sabrá el veredicto.  

–¿Qué es ese libro que lleva con usted?

–Siempre lo llevo. Es el álbum de tarjetas de mis contactos –directores de cadenas hoteleras, de entidades turísticas, presidentes de compañías...– para consultarlo si lo preciso para ayudar a algún huésped. 

–Pero todo eso hoy se lleva en el móvil.

–También. Hago balanza entre la tradición de las tarjetas y el desarrollo tecnológico. Así ayudo a no desvirtuar la imagen del conserje y la tradición que tanto aprecio de mi oficio. El cliente, gracias al móvil, ya es experto en la ciudad antes de llegar. Tú ayudas a contextualizar y seleccionar.

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–Fuera del hotel ya no puede velar por que todo le vaya bien a sus huéspedes, ¿no?

–Lo intentamos, manteniendo contacto con proveedores, taxistas, restauradores. Todos somos parte de la experiencia Barcelona. Todos somos, de algún modo, conserjes, anfitriones, consejeros y ponemos en contacto a personas cada día.