«Gracias a esto he podido subsistir y pasármelo bien»

Óscar Suñé es uno de los vendedores de alimento para palomas de la plaza de Catalunya, la de BCN. Empezó hace 30 años, cuando tenía 16

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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Hay una parte intrínseca del paisaje de la plaza de Catalunya -la de Barcelona- que son los puestos de venta de comida para palomas. Ahí están, ahí parece que han estado siempre. Hay palomas, hay gente dispuesta a alimentarlas y hay quienes les venden el alimento. Óscar Suñé es uno de ellos. Llegó con 16 años a trabajar con su padre y se quedó. Han pasado 30 desde entonces.

-Cuénteme: ¿vino con esa idea, la de tomar el relevo y quedarse toda la vida aquí?

-No, claro, al principio no. Lo que pasaba entonces es que yo no quería estudiar, no tenía madera para los estudios, y cuando le dije eso, mi padre obviamente me dijo: "Bueno, pues si no vas a estudiar, tendrás que trabajar, ¿no?" Así que me vine a trabajar con él.

-¿Cómo era el puesto entonces? Supongo que no se parecía a esto.

-No, para nada. Eran dos sillas. En aquella época había una concesión de sillas en la plaza y mi padre alquilaba las sillas. Luego cambió: pasó de sillas a mesa de cámping. Luego fue un carro más grande y finalmente este, que, ¿lo ve? Tengo luz. Es todo un cambio.

-Ah. Luz propia.

-Sí, no es broma, esto en invierno me permite quedarme dos horas después de que anochezca. Antes no podía. Tengo placas solares, ¿lo ve? Se alimenta con luz solar.

-Eso veo. Bueno, entonces se acabó quedando. Será que vio que era una buena manera de ganarse la vida, ¿no?

-Sí, yo pensaba que sería temporal, pero ya estando aquí me di cuenta de que era una buena salida. Más o menos cuando tenía 20 años cambié el chip y me dije: «Bueno, venga, a por faena». Es divertido, es entretenido, conoces mucha gente, no tienes jefe…

-Y, por lo que veo, se vuelve experto en lidiar con palomas.

-Ah, ¿esto?, esto es normal, todo el tiempo están detrás del alimento, todo el tiempo tengo que ahuyentarlas. Son tremendas porque coordinan los ataques: a veces viene una y me tumba una botella de agua, y mientras la recojo las otras aprovechan para comer. O viene una por un lado y me distrae mientras las otras llegan por el otro.

-Son muchas palomas. Ahora no me dirá que es capaz de reconocerlas.

-A algunas sí… Había una que tenía el pico roto y a esa le puse nombre, es a la única que he bautizado. La 'Pitu'le decía. Había que ayudarla a comer porque le costaba.

-Obviamente, el alimento para palomas es la columna vertebral del negocio, ¿no?

-Totalmente. Cuando mi padre empezó, en el año 78, tenía licencia para la venta de comida para palomas en la vía pública. Luego vinieron los anexos: frutos secos, gominolas, globos. Todo lo que ve. Aún hoy es un chiringuito antiguo, de los de antes.

-Usted dice que es divertido y entretenido, pero también es duro, ¿no? Todo el día a la intemperie…

-…llueva o haga buen tiempo, sí. Es duro. Hubo una época en que me volví adicto a venir aquí, cada día, todos los días, sin descanso: si no venía pensaba que estaba dejando de ganar dinero y que en lugar de ganar gastaba y no podía soportarlo. Un adicto. Ahora hay dos chicos que me ayudan.

-¿Está casado?

-Estoy casado y tengo dos niñas.

-Y este es el chiringuito que sostiene a la familia.

-Parecía que no, pero gracias a esto he podido subsistir y no tener que dar explicaciones a nadie, y además pasármelo bien y reírme de todo. No me puedo quejar. Y mire qué vecinos tengo. Soy un privilegiado.

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