«Nada de móvil; se trata de que el entorno te acoja»

Miquel Àngel Cabrer, guía de 'baños de bosque' ('shinrin-yoku'), una tradición japonesa para regresar al origen y a la calma

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esala37325639 barcelona 16 02 2017 contra miguel ngel cabrer mir gu a 170219162132 / FERRAN SENDRA

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Olga Merino
Olga Merino

Periodista y escritora

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Acupuntor de la escuela japonesa y monitor de tai–chi, Miquel Àngel Cabrer Mir (Palma de Mallorca, 1961) es un hombre apegado a la naturaleza desde la infancia. 

–¿Baños de bosqueIgual que te relajas poco a poco cuando te metes en una bañera, a medida que te adentras en el bosque te dejas ir. El shirin–yoku se estableció en Japón en los años 80 como una forma de reencontrarse con su cultura.

–Hace cinco años que ejerce como guía. Empecé muy despacito, con grupos pequeños y en salidas de un solo día. Ahora las organizo de fin de semana con estancia en el Santuari de la Salut, en Sant Feliu de Pallerols (www.banysdebosc.com).

–Los baños Nada de móviles ni de auriculares con música. Tampoco se toman fotos ni se conversa con el compañero. La idea es disfrutar del entorno desde otra perspectiva, dejar que el bosque te acoja.

–Disfrutar del silencio. Y del sonido de la hojarasca, del trino de los pájaros. También caminamos y realizamos algunos movimientos de tai–chi sencillos para ayudar a que el cuerpo esté más abierto. Permanecer en el bosque nos despierta algo ancestral, nuestro origen primitivo.

–¿Qué beneficios se obtienen? Se dejan atrás tensiones y preocupaciones. Existen estudios en Japón y Corea que han demostrado los efectos terapéuticos de los fintoncidas, unas sustancias volátiles que secretan árboles y plantas.

–Suena bien. Además, los sentidos abandonan la actividad frenética de las ciudades. La vista, el oído, el tacto, el gusto entran en un ritmo más tranquilo y perciben de otra manera.

–¿El gusto también? No se trata de comer hojas, ¿eh? [se ríe]. Después de pasar el día en el bosque, a la hora del almuerzo cada uno elige un rincón para hacerlo a solas. En el día a día, comemos de forma automática.

¿Solos?  Ni la soledad ni el silencio parecen estar de moda, quizá porque obligan a replantearse cosas y no siempre apetece. Seguimos con la dinámica habitual del hacer, hacer, hacer. Nos cuesta la introspección, el meternos hacia dentro.

–Ya. Al estar en contacto con el mundo oriental, he ido añadiendo elementos de su filosofía a mis caminatas y procuro, por ello, que no tengan un propósito.

–Bastantes tenemos cada día. Se trata del concepto taoísta del wu wei (no acción), de no hacer haciendo, de aprender a fluir. ¿Por qué han de tener un objetivo las caminatas? A medida que entras en el bosque, es importante dejarse ir, abandonar la intencionalidad. Incluso no digo donde vamos hasta que llegamos, para que no lo consulten en Google.

–¿Se ha perdido algún día en el bosque? Mire, cuando voy solo a conocer un bosque procuro perderme a propósito; es mi forma de descubrirlo. Antes de organizar un paseo, me he dejado perder al menos cuatro veces, con la ventaja de que los bosques de aquí son bastante manejables.

–Se le nota muy unido a la naturaleza. Mi niñez, en Establiments, al norte de Palma, era jugar en el bosque y hacer cabañas. No había tanta tele ni la Nintendo.

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–¿Cuánto hace que se afincó aquí? Lo menos 35 años. Un grupo de jóvenes salimos de la isla con la idea de vivir en comunidad en el campo. Teníamos cabras, hacíamos queso… Fuimos a parar a la Garrotxa, y aquella explosión de colores en el otoño me fascinó.