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«Siempre pensé que la mujer podía cambiar el mundo»

Actriz, empresaria teatral --reabrió el Grec-- y feminista, la historia de Maria Lluïsa Oliveda ha pasado desapercibida

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Poco después de nacer, su nodriza exclamó: «¡Esta niña tiene más alma que cuerpo!». Maria Lluïsa Oliveda tenía tantas ganas de estar en el mundo que nació de forma prematura en la Barcelona de 1922 y, contra todo pronóstico médico, sigue dando guerra a sus 94 años. Criada en el ambiente de la burguesía de Barcelona, sus convicciones feministas la llevaron a compartir luchas con mujeres obreras, activistas de barrio y pensadoras de izquierdas. El programa en moviments [s]. dones de Barcelona. 1976-2016 recupera la memoria transversal y diversa de la lucha feminista a través de encuentros con sus protagonistas en los 10 distritos de la ciudad [más información en: http://ajuntament.barcelo na.cat/donesenmoviment].

–Su primera pasión fue el teatro. En 1937 tuvimos que huir de Barcelona por la guerra y  me pusieron a estudiar en un internado de Salamanca. Allí me subí a un escenario por primera vez y me di cuenta de que podía hacer reír a la gente. Volvimos a Barcelona en 1939 y estuve en compañías de teatro de aficionados, hasta que en 1957 me saqué el carnet de actriz profesional.

–Además de actuar, en 1972 abrió el Teatro Don Juan en la Travessera de Gràcia. Era muy amiga de Mary Santpere y ella siempre me decía: «¡No te metas! ¡No te metas!». Yo quería hacer un café-teatro al estilo europeo, pero en Barcelona no había interés por este tipo de teatro y aguanté tres años.

–En 1973 también reabrió el Teatre Grec. El teatro llevaba años cerrado y quise levantarlo. El ayuntamiento me dio una ayuda de 300.000 pesetas y tuve que alquilar dos brigadas de limpieza porque en el foso había ratas como conejos. Durante tres temporadas fui la directora artística y esta fue mi última experiencia en el teatro profesional. 

–A partir de entonces se centró en compañías de teatro de mujeres y en el activismo feminista. Las Jornades Catalanes de la Dona de 1976 fueron muy importantes porque fue la primera vez que mujeres muy diversas nos unimos. Yo siempre fui muy independiente y el feminismo ha sido algo innato en mí. 

–Pertenece a Dones Mundi, a la Associació Independent de Dones de Catalunya y al Consell Nacional de Dones de Espanya, entidad que está registrada en su casa de la Rambla de Catalunya. Se fundó en 1980 y como no teníamos dinero para alquilar una sede hacíamos en mi casa muchas reuniones. Presidí el Consell durante 26 años y como forma parte del International Council of Women –que tiene un estatus consultivo dentro de Naciones Unidas– hasta el año pasado fui a todos los actos del Día Internacional de la Mujer que se han celebrado en la ONU. Pero no pienso volver nunca más.

–¿Por su edad? También, pero sobre todo porque la gestión de la crisis de los refugiados es bochornosa. Nosotros seguimos vendiendo armas y la ONU no hace nada, ni siquiera lo denuncia, solo defiende el sueldo de sus 3.000 funcionarios. Siempre pensé que las mujeres podían cambiar el mundo, pero últimamente lo estoy empezando a dudar. 

–La veo desesperanzada. El mundo está fatal. Estamos en un cambio de época y no sé hacia dónde vamos. No hago más que oír opiniones ximples y en cambio se sigue sin escuchar a las grandes pensadoras. Pero, oiga, no le he contado otra cosa que hecho...

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–¿Qué es? También he sido piloto de rali.

–¡Tiene una vida de película! ¿Le disgusta que sea tan poco conocida? ¡Qué va! Cuando era pequeña una monja que debió de verme angustiada me dijo: «Hijita, allí donde estés haz lo que puedas con lo que tengas y te podrás morir tranquila». Y eso es lo que he hecho toda la vida.