Proyecto municipal sobre el tráfico en Barcelona

Cabreados al volante

El drástico plan para frenar la contaminación de los coches en Barcelona desata un agitado debate ciudadano

La necesidad de mejorar el transporte público alternativo al vehículo privado, principal reivindicación

La avenida Diagonal de Barcelona, congestionada.

La avenida Diagonal de Barcelona, congestionada. / JULIO CARBÓ

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Miguel Ángel Maestro
Miguel Ángel Maestro

Periodista

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Lo peor a la hora de encender un petardo es que estalle en las manos. Al susto, se le suma el riesgo de accidente, bien por herida leve o hasta por grave y traumática amputación. En este sentido, el Ayuntamiento de Barcelona exhibe manos chamuscadas de tanta pirotécnica fallida con proyectos urbanos y otras iniciativas que, quizá por la falta de un previo proceso participativo e una mala política informativa y comunicativa, causan desconcierto general. No hace tanto le pasó con los horarios comerciales, con los manteros, con el  caballo del Franco decapitado, o la 'superilla' del Poblenou, entre otros sonados episodios. 

Ocurre ahora algo parecido con el plan de condenar a muerte a casi un millón de vehículos privados nacidos antes del 2000 por su presunta emisión de dióxidos y demás venenos que emponzoñan el aire y amenazan la salud de los ciudadanos. Nadie puede poner en duda el problema real de la contaminación que produce un tráfico endiabladamente denso y que sitúa a Barcelona en la nada edificante primera posición de las capitales españolas con más congestión circulatoria. Tampoco es discutible que hay que hacer algo, con urgencia. El fenómeno no es local. Grandes urbes europeas han sufrido y acometido el problema desde hace tiempo con medidas más o menos coercitivas para el tráfico privado, pero con resultados satisfactorios en cuanto a los índices de contaminación y salud ciudadana.

El problema es que muchos ciudadanos creen que el consitorio criminaliza el vehículo privado. El estruendo del actual petardo de los coches sentenciados por ley, tan inesperado y contundente, ha encendido una notable hoguera de protestas y hasta de adhesiones, como lo demuestra el volumen de cartas de lectores de este diario, muchos de ellos cabreados  por la forma y el fondo del plan municipal.

HIPOCRESÍA GENERAL

Pepe Pacheco (barrendero, Barcelona) le gusta desmontar conceptos que, por su uso y abuso constante, se han convertido en tópicos . Que todo el mundo dice que el transporte colectivo barcelonés es deficiente, pues Pedro asegura que eso "es propio de gente que no ha viajado mucho y, aunque todo es mejorable, Barcelona tiene un transporte público excelente con el que sueñan muchas ciudades europeas". Y concluye Pedro con una denuncia a la hipocresía general: "Todos de acuerdo en que tenemos un problema, pero que lo solucionen sin molestarme. Y, sobre todo, sin obligarme a dejar de ir en coche". Es la misma línea reflexiva que apunta Andrés Gómez, (jubilado, Barcelona): "Somos una sociedad profundamente egoísta. Nadie está dispuesto a dejar de utilizar el coche si esto supone perder un minuto de su tiempo. Nadie sacrifica nada por el bien común".

El transporte público, su fomento, su mejora, su precio, está en la base de múltiples comentarios. Es considerado la verdadera base sobre la que levantar una política severa contra el coche privado y evitar la fácil criminalización de quienes se ven obligados a utilizar el coche. Desde su posición de experto, el ambientólogo Jordi Castilla (Sant Boi de Llobregat) se pregunta: "¿Queremos no contaminar?". Y se responde: "Pues más transporte público. Más económico. Gratuidad en episodios de alta contaminación. Vetar los coches no es la única ni la mejor solución". Ramon Serrano (ingeniero industrial, Barcelona) tira de ecuaciones para llegar al mismo objetivo. Si AMB es el Área Metropolitana de Barcelona y BCN, claro, es Barcelona, Ramon asegura que "no habrá nada que hacer hasta que no se mejore el transporte colectivo de AB a BCN, de BCN a AMB de BCN y de BCN-BCN por los residentes en AMB". Solución: más transporte público.

GRATIS TOTAL 

Con mayor atrevimiento Aida Rodríguez (actriz, Barcelona) propone: "La medida de un año de 'bicing' y/o transporte gratuito a todo aquel que deje de matricular un coche contaminante está bien pero es injusta. Yo no tengo coche, con lo que contamino menos que alguien que cambie de vehículo. Propongo: transporte gratuito para todo aquel que no tenga coche". Y Ricard Gimeno (técnico de mantenimiento, Barcelona) fija prioridades: "Hay que empezar por mejorar los trenes de Rodalies, una de las grandes asignaturas pendientes, y las frecuencias de paso de los autobuses urbanos e interurbanos. Creo que muchos se ven obligados a usar el coche por esos malos servicios públicos".

Otros tienen resuelto de raíz el problema, como Alejandro Lorenzo (informático): "Nunca hemos tenido coche. Hemos ido de compras, hemos salido de día y de noche. Siempre en transporte público. Nunca he sentido la necesidad de ir en automóvil propio".

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¿Y las ITV? ¿Para qué sirven?, se pregunta Marina Espinosa (jubilada, Barcelona): "Si paso correctamente la ITV, quiere decir que mi coche no contamina, ¿o es que también eso es una tomadura de pelo para sacarnos el dinero?".  Coincide con MarinaDavid Sempau (jubilado): "Si la ITV comprueba que las emisiones no superan los límites admisibles, pues no hay diferencia entre coches nuevos y coches viejos en cuanto a contaminación". Y resume su reflexión sobre la propuesta municipal: "No dudo de sus buenas intenciones, pero la encuentro precipitada, superficial, poco meditada y, por lo tanto, más publicitaria que realista".

O sea, David, que alguien ha encendido otro petardo sin avisar.