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El dolor que jamás se extinguirá

Tras los atentados de Bruselas, son muchos los que miran a Idomeni y ven allí el mismo sufrimiento

Numerosas cartas desisten del análisis y expresan su impotencia ante tanta tragedia para la que no se ve fin

A refugee boy holds up placard reading Sorry for Brussels as refugees and migrants take part in a protest against the closure of the border at Greek-Macedonian

A refugee boy holds up placard reading Sorry for Brussels as refugees and migrants take part in a protest against the closure of the border at Greek-Macedonian / STRINGER (REUTERS)

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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En su carta sobre los atentados de BruselasMoisés Stanckowich, doctor en Filología Semítica de Gavà, cita el poema 'La eternidad de las chumberas', de Mahmud Darwish, el gran poeta nacional palestino: "¡Recuérdalo! Aquí tuvieron crucificado a tu padre/ los ingleses, sobre los espinos de una chumbera, durante/ dos noches/ pero nunca confesó. Crecerás,/ y contarás a quienes hereden sus fusiles/ esta historia viva de sangre y hierro…" En la carta, Moisés hace referencia al niño que en el campo de refugiados de Idomeni expresaba su pesar por el atentado de Bruselas y cuya foto ha sido una de las imágenes de la semana . "Seguramente, el crío no sabe que, en gran medida, su estatus de refugiado es por causa de Europa, continente que a su vez no va a dudar ya en expulsarlo a Turquía. Y si a este niño, además, alguien le recitara los versos de Mahmud Darwish (...) el dolor, y lo que este conlleva, jamás se extinguirá".

No es Moisés el único que al reflexionar sobre Bruselas viaja a Idomeni, De hecho, es recurrente vincular el atentado con el drama de los refugiados. Unos, los apóstoles del choque de civilizaciones, para reafirmarse en que la UE no debe permitir su entrada por pura defensa propia. Son los que hablan de guerra y de seguridad, y entre ellos, les guste o no, se agazapa la bestia xenófoba. Otros, los perplejos, doloridos e indignados ante tanta sangre, tanta alambrada, tanto dolor y tanta lágrima, miran a Bruselas y después a Idomeni y exclaman: "¿No veis que ellos huyen del mismo horror que tanto daño nos ha hecho a nosotros?"

¿ACASO DUELE MENOS?

Hay muchos argumentos en la conversación pública alrededor de Bruselas. Como suele, son muchos los musulmanes que dicen que el islam no tiene nada que ver con los terroristas, que estos no hablan en su nombre. También son numerosas las voces que denuncian el doble rasero según la procedencia de los muertos ("Solo hacemos el Je suis Paris o Je suis Bruxelles porque pertenecen al mal llamado primer mundo. Sinceramente, me parece vergonzoso, no el hecho de que se le de tanta cobertura a París o Bruselas, sino el hecho de que Siria o Turquía sean tratadas como de segunda". ¿Acaso duele menos? ¿A esas madres, hermanos, o hijos, les duele menos que su vida se parta por la mitad? ¿Vivir bajo el terror?", escribe Elena Guzmán, secretaria de Barcelona).

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 Algunos, como Moisés, recuerdan que "Europa es al mismo tiempo víctima y verdugo"; Miquel Sánchez, universitario de Barcelona, directamente acusa a aquellos que convierten a Europa en una fortaleza: "No interesa llegar hasta el fondo de un problema en el que quizá no te encuentres a un musulmán con una ideología desviada o manipulada por una organización terrorista, sino a un hombre blanco, trajeado y con corbata haciendo dinero". Y David Creus, monitor de tenis de Mollet del Vallès, a riesgo de ser considerado naíf, señala al emperador desnudo: "A todos los que se sientan a decidir el funcionamiento de esta Europa: dejen de vender armas de una dichosa vez.  Que ningún país se lucre con esas ventas. Todo no puede ser dinero y más dinero".

Y así se desarrollan los argumentos geopolíticos, se reparten las responsabilidades y se analizan las causas. Pero lo que subyace en la conversación es una profunda perplejidad y un miedo frío y yermo. Se suceden las ciudades, hoy Bruselas, ayer París, siempre Siria, muy a menudo  Turquía; se acumulan los titulares de prensa, se amontonan las imágenes de desolación y de dolor, ya no caben en la pupila tantas versiones de Aylan ni en el corazón más muchachas desorientadas cubiertas de polvo en una estación de metro o una terminal de un aeropuerto a oscuras, el dolor impregnado para siempre en el rostro. Ese dolor que jamás se extinguiráY que se repite a diario sin que seamos capaces de evitarlo. 

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