CALA DE L'ESTANY TORT

Veranos que no volverán

La recomendación de Josefa Reyes es una playa de arena desértica, tranquila y flanqueada por dos promontorios escarpados que se quieren tocar en el mar

La Cala de l’Estany Tort, en L’Ametlla de Mar.

La Cala de l’Estany Tort, en L’Ametlla de Mar. / JOAN REVILLAS

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MARC ESPÍN

Canta Joaquín Sabina en 'Peces de ciudad' que "al lugar en el que has sido feliz no debieras tratar de volver". Para Josefa Reyes (trabajadora familiar del Poblenou) ese lugar es L'Ametlla de Mar y, concretamente, la Cala de L'Estany Tort, un rincón que quedó grabado a fuego entre los recuerdos más dulces de su adolescencia. Es una cala de arena desértica, tranquila y flanqueada por dos promontorios escarpados que se quieren tocar en el mar. Se llega por el camino del cementerio que sale del pueblo en dirección norte. Se la reconoce porque es la única que no es de rocas y porque en la retaguardia, entre la pineda, alberga un pequeño estanque curvado como un riñón que le da nombre.

En la Cala de L'Estany Tort, cinco o seis pinos han formado un habitáculo natural y fresco con moqueta de pinaza donde Josefa y sus amigos solían quedar en los años 70 para jugar al resguardo del sol y de los fisgones. A veces hacían un pequeño fuego con ramas secas entre la arboleda y en una olla con cuatro dedos de agua de mar cocían los mejillones que cogían de las rocas. Otras veces quedaban las chicas solas y se bañaban desnudas, una travesura osada para la moral de la época. Con todo, se lo pasaban como en 'Verano azul', la famosa serie española que relataba las aventuras estivales de Bea, Pancho, Javi, el Piraña y demás amigos de Chanquete.

En los veranos azules de L'Ametlla descubrió Josefa el amor. Ella, forastera, tenía 15 años, y él, del pueblo, estaba a punto de irse a la mili. Durante los meses de vacaciones estuvieron juntos. Él era pescador y salía cada madrugada con los barcos de arrastre. Ella lo esperaba todas las tardes en el puerto, mientras veía cómo descargaban centenares de cajas de sardinas, atunes, lubinas, rapes, pulpos, langostinos y doradas en la lonja de L'Ametlla, donde se hacían las subastas a grito pelado.

El final del verano llegó y Josefa tuvo que partir. Al chico lo destinaron a la Marina poco después. Se escribieron cartas durante todo el servicio militar, pero al final se distanciaron. Cree Josefa que fue porque la madre del joven no quería que se ennoviara con una forastera. L'Ametlla era un pueblo diminuto del Baix Ebre del que muchos no habían salido nunca y lo que venía de fuera se veía con recelo. Decían de Josefa y sus amigas de Barcelona que eran unas descocadas, pero mientras ellas cargaban con la fama, otras cardaban la lana.

Le costó encajar, primero, el rechazo de quienes acabaron siendo sus amigos y, más tarde, el de su chico, entre otras cosas porque Josefa sufría del desarraigo de los niños que emigran temprano y necesitaba sentirse de algún sitio. Sus abuelos habían huido a Tánger por la guerra civil española. Ella nació allí. Cuando regresó con sus padres, a finales de los 60, ya tenía cinco años. Como en Marruecos solían pasar los veranos en cámpings de la costa, al llegar a Barcelona buscaron uno. Así fue como empezaron a ir a L'Ametlla de Mar y como Josefa asimiló, a pesar de las dificultades, que ese sería su pueblo.

Cuando cumplió los 18, sus padres cambiaron L'Ametlla por Lloret y Malgrat y ella se descolgó de las vacaciones familiares. Volvió una vez, a sus cuarenta y tantos, en busca de los veranos azules de los 70, pero no encontró ni la bulliciosa lonja en la que esperó tantas tardes el barco de su novio, ni amigos para siempre ni otros dulces recuerdos de su adolescencia, solo la certeza de que el tiempo pasa y de que al lugar en el que fue feliz no debió tratar de volver.

ACCESO

Por carretera, por la AP-7 o la N-340. En tren, con la línea R16 de Rodalies  (Barcelona-Tortosa).

ALOJAMIENTO

Hay bungalows y parcelas económicas en el Cámping Ametlla y en el Nàutic y, a partir de 50 euros/noche, apartamentos y hoteles como el Ametlla, familiar de 4 estrellas.

LUGARES DE INTERÉS

Es recomendable adentrarse por los olivares para descubrir calas escondidas, visitar el Museu de Ceràmica Popular, puntero en Europa, y comer pescado y marisco frescos en el pueblo..

EL ENTORNO

A un paso, el delta del Ebro ofrece  playas de dunas infinitas, perderse en bici o a caballo entre  arrozales o remar hasta la isla de Buda.

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Información turística: www.visitametllademar.com

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