MOLINO DE CADAQUÉS. En 1947, la mili marcó el destino de un joven que veía el mar por primera vez

El vigilante de aviones TODOS

Es Molí d'en Gay, un torreón medieval con forma de flan en lo más alto del promontorio, era y es un mirador excepcional

El molino de Cadaqués.

El molino de Cadaqués. / FERRAN SENDRA

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MARC ESPÍN
CADAQUÉS

Díganos cuál es su lugar favorito de Catalunya y qué vivió o le sucedió en él.

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En el entorno del Cap de Creus, de paisajes lunares, calas de guijarros y aguas frías, cristalinas, hay un pueblo de callejuelas empedradas y empinadas. Las casas son blancas, y las puertas y ventanas, azules. Su historia, milenaria. Se habla el catalán salado y la rica y variada cultura gastronómica ha dado lugar a platos como la escorpena en salsa y los taps, dulces con forma de tapón de cava. Cadaqués, para Ignasi Clarena, es el pueblo más bonito de la Costa Brava, por lo que es, por lo que fue y porque le ha proporcionado 70 años de buenos recuerdos y una ilusión.

Corría 1947 cuando Ignasi fue destinado, a media mili, a Cadaqués. Se ofreció voluntario sin saber adónde iba y amaneció en un pueblo marinero. Se llevó la sorpresa de su vida. «Nunca antes había visto el mar, qué sensación, es inexplicable», recuerda. Su función era vigilar los aviones que sobrevolaban la zona desde el molino abandonado de

Portlligat, un torreón medieval con forma de flan conocido como Es Molí d'en Gay. Por su ubicación, en lo más alto del promontorio, era (y es) el mirador favorito de Ignasi. Actualmente está restaurado. No se puede entrar porque es de propiedad privada, pero merece la pena visitarlo de camino a casa de Salvador Dalí, que queda a un tiro de piedra.

Durante la mili, al final, lo que menos hizo Ignasi fue vigilar aviones. Para ganarse unos cuartos, pintaba lápidas en el cementerio, recogía aceitunas y cargaba piedras para las primeras casas que se construyeron en la playa del Ros. También se escapaba del torreón para bailar con las mozas del pueblo y bajaba a las calas a pescar con el fusil ametrallador, a balazo limpio.

Ignasi se prendó del molino, del pueblo y de su gente, y ya nunca dejó de venir. Pronto hizo grandes amigos, como Isidre Escofet (90 años), exalcalde y compañero de aventuras, con el que suele quedar en el céntrico bar Casino L'Amistat (edificio neoclásico de 1870). Piden unas tónicas y mientras uno da un trago el otro cuenta una historia, y así pueden estar horas. «Dalí e Isidre eran íntimos», dice Ignasi. Lo visitaban, les mostraba las pinturas en las que estaba trabajando y charlaban de cualquier cosa. Era peculiar, pero de tonto no tenía un pelo. «A los que le llamaban loco, Dalí les respondía que locos eran quienes compraban sus cuadros», recuerda Isidre.

Ocho en el '600'

Los dos coinciden en que, desde los años 50 y 60, Cadaqués ha cambiado mucho. De remoto pueblo pesquero a polo turístico. Hubo un tiempo en que no había agua corriente. Las mujeres la traían de la fuente en unas vasijas verdes conocidas como dolls, con las que hoy se organizan carreras cada 11 de septiembre con motivo de la fiesta mayor. Ahora hay cola para entrar y salir, pero en aquella época apenas había coches. El primero fue el de Poldo, que hacía de ambulancia. Luego llegó Ignasi con toda la familia en su Seat 600. Se metían ocho: las cuatro niñas, las dos cuñadas, su mujer y él.

Los años no han pasado en balde para Cadaqués ni para Ignasi, que se duele de las piernas, sin que eso le impida seguir disfrutando del pueblo. Así, cuando no revive batallitas con Isidre tónica en mano en el Casino, pinta cuadros de las calles estrechas y empedradas en el patio de su casa, en la que caben 14 personas, casi el doble que en el Seiscientos. Una casa que, por cierto, le consiguió su amigo Isidre en los 80 y que había sido la ilusión de su vida desde que vigilaba aviones en el molino. Los buenos amigos, como los buenos recuerdos, son el mejor de los tesoros.

ACCESO

En coche, por la AP-7 (salida 4) o la N-2 hasta Roses, y luego por la GI-614. También puede llegarse en tren a Figueres y ahí coger un bus. Al molino se llega por un camino de tierra que sale de la avenida de Sant Baldiri, a 100 metros del cementerio de Portlligat.

ALOJAMIENTO

Cámping, apartamentos, hostales (35-140 euros/noche) y hoteles de 1 a 5 estrellas en la playa, en la montaña o en el casco antiguo (desde 60 euros/noche).

VISITAS OBLIGADAS

El museo Casa Salvador Dalí en Portlligat, el parque natural y el faro del Cap de Creus.

LA OFERTA DE OCIO

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Este mes se celebran el festival de música y el encuentro de barcos de vela latina.

www.visitcadaques.org