DESEMPLEADO

Raimon Garcia: "Quieren que creamos que es culpa nuestra"

Raimon Garcia, en la playa de Coma-ruga, en El Vendrell.

Raimon Garcia, en la playa de Coma-ruga, en El Vendrell. / MARC VILA

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EROS LÓPEZ / BARCELONA

«Cada mañana me levanto y me voy a buscar trabajo de cualquier cosa. Tengo tres modelos de currículum: el inflado, el normal y el reducido, y utilizo truquillos para multiplicar las opciones de que me llamen, pero ni por esas». Para Raimon Garcia, de 28 años y de Coma-ruga, el día a día se ha convertido en una odisea forzada en busca de algún trabajo, por precario que sea. Con el sueldo íntegro de sus padres pagan la hipoteca y con lo que ingresa él -un subsidio de 200 euros- cubren los demás gastos.

Parece mentira que Raimon, con unos estudios envidiables (ciclo formativo superior de Administración y Finanzas, diplomatura en Ciencias Empresariales, licenciatura en Administración y Dirección de Empresas, título de gestor administrativo, certificado de profesionalidad en atención al cliente y varios cursos de finanzas y administración), haya basado su experiencia laboral en la temporalidad y nunca haya podido ejercer de lo suyo, pues ha ido trabajando de administrativo en empresas en las que no tenía oportunidad de ascender, ni siquiera de quedarse. Su último contrato, a media jornada y de seis meses, finalizó sin más y, aunque le habían prometido mejores condiciones y un ascenso, todo se quedó en palabras.

DECEPCIÓN 

Con la mala experiencia acumulada, Raimon se siente decepcionado con el mercado laboral. «Toda la vida nos han dicho que la gente preparada tiene trabajo y no es verdad», se lamenta. «Nos quieren hacer creer que la culpa es nuestra por no buscar lo suficiente. Es cierto que hay un porcentaje de desempleo estructural de gente que ni busca trabajo, pero me niego a creer que los cinco millones y medio de parados en España sean así», añade.

De hecho, Raimon lo ha intentado de todas las formas posibles, optando incluso a puestos por debajo de su cualificación, pero ese es precisamente el principal motivo por el que las empresas no contratan sus servicios y así se lo hacen saber cuando deciden seleccionar a otra persona menos formada. «No se dan cuenta de que una persona con estudios, cuando pide un empleo de cajero de supermercado o de dependiente de una tienda, no exige un mayor sueldo: tiene suficiente con el que cobra cualquier otro trabajador», se sincera, desanimado por la falta de oportunidades.

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Alguna vez se ha planteado cambiar de aires, pero asegura que solo lo haría en caso de tener un contrato en condiciones bajo el brazo, en ningún caso a la aventura, consciente de que muchos jóvenes encuentran en el extranjero trabajos inestables y poco remunerados, alejados de sus pretensiones. «Por emigrar no he sentido tanto la presión, pero sí por emprender. Pero ser autónomo, por muchas ayudas que haya (que no hay tantas), cuesta dinero. Se trata de pagar para poder trabajar. Y  nadie te asegura que vayas a triunfar. Quizá gastes un dinero que no tienes y te vaya mal», explica. Hizo cálculos tiempo atrás porque consideró la opción de montar una gestoría por su cuenta, pero sus sueños se truncaron porque no le salían los números.

Aunque su amplia formación no lo requiere, se le pasó por la cabeza seguir estudiando, pero se negó a ello por su coste y su relativa utilidad: «Tengo estudios para nada, es muy triste. Ahora no son ninguna garantía de empleabilidad. Es muy frustrante haber invertido tanto dinero, tiempo, dedicación y sacrificio para darte cuenta de que estás al mismo nivel que la gente que no se ha trabajado nada».