ESTUDIANTE

Anna Matosas: "Seguimos esperando las oportunidades"

Anna Matosas, en el despacho de su casa, en Barcelona.

Anna Matosas, en el despacho de su casa, en Barcelona. / ÁLVARO MONGE

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EROS LÓPEZ / BARCELONA

A sus 26 años, Anna Matosas ya tiene dos carreras universitarias, Psicología y Psicopedagogía, pero a la vista del panorama va a optar por seguir estudiando. En concreto, pretende empezar un posgrado en Orientación Profesional, un sector en auge debido a la crisis. Actualmente realiza reeducaciones psicopedagógicas (su especialización) a domicilio por las tardes con niños que sufren dislexia, TDH o tienen dificultades de aprendizaje; los miércoles se reúne con un director de Cruz Roja para aprender algunas técnicas de orientación laboral que le sirvan cuando curse el posgrado, y hace speaking con una profesora particular para sacarse el First Certificate de inglés, pues ya conoce la teoría del idioma.

En los últimos años la vida de Anna se ha resumido en compaginar sus estudios con algunos trabajos que, si bien le han reportado escasos ingresos, le han ayudado a ahorrar para costearse la segunda carrera y los próximos estudios, asegura.

«Los que valemos aún estamos esperando las oportunidades», se queja esta joven barcelonesa, que se siente presionada por el Gobierno de una forma más indirecta que directa, más por lo que hace que por lo que dice, sobre todo en su sector, con los constantes recortes de los servicios sociales. «Si ves lo que se ofrece, los salarios, las condiciones... no puedes plantearte una vida digna. Por no hablar de los contratos de becario, que con 20 años están muy bien, pero cuando ya tienes cierta edad quieres sentirte adulto y la situación no lo permite. Vas sumando años pero no evolucionas profesionalmente, es frustrante». En este sentido, señala las políticas de austeridad que se están llevando a cabo y que se presentan como recetas inequívocas para paliar la actual coyuntura. «Facilitan el hecho de que te marches o emprendas. Es un 'aquí no te lo doy, búscalo en otro sitio', pero esa no es la solución», asegura Anna, para quien emigrar sería la última opción.

Siempre ha estado segura de que tendría trabajo al acabar los estudios, pues sacaba buenas notas y era aplicada, pero las reglas del juego han cambiado. Ahora no basta con estar sobradamente preparado -«hay demasiados como tú»- y la puerta que da acceso al mundo laboral no se abre así como así. Su llave se llama experiencia, algo que se antoja complicado de conseguir teniendo en cuenta, por un lado, que la etapa formativa se eterniza  y, por otro, la dificultad para ser contratado en el ámbito propio una vez finalizados los estudios.  Es un pez que se muerde la cola. «Estamos más cualificados que la gente de más edad, pero nos falta experiencia en comparación con ellos. Y jamás la tendremos si no tenemos la ocasión de trabajar», resume Anna.

INESTABILIDAD 

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Por supuesto, la joven ha barajado la posibilidad de constituirse como autónoma y así matar dos pájaros de un tiro: poder trabajar en su ámbito laboral y ganar esa experiencia tan requerida pero tan poco facilitada. Sin embargo, tiene los precedentes de su padre y su hermano, arquitecto y diseñador gráfico respectivamente, y destaca la inestabilidad constante a la que están expuestos cada mes, un aspecto que no suele destacarse cuando se glosan las -relativas- ventajas de la emprendeduría.

En cuanto a las perspectativas de futuro, Anna prefiere tomárselo a broma: «¿Tienes un pañuelo?». Con todo, le queda autoestima para persistir en su sueño de conseguir un empleo que le permita desarrollar su vocación. «Quiero seguir formándome, aunque no habrá seguridad en ningún caso», concluye.