COMERCIOS

«El cierre perjudica a los clientes»

Jordi Forcada, en el mostrador de su tienda de la calle de Mallorca.

Jordi Forcada, en el mostrador de su tienda de la calle de Mallorca. / ELISENDA PONS

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M. M.

El incesante goteo de establecimientos comerciales que bajan la persiana para siempre obligados por la bajada de las ventas se ve agravado por la puesta en marcha de la ley de arrendamientos urbanos, una normativa que acabará, entre otros, con las rentas antiguas. A raíz de este proceso, joyas del pasado colectivo barcelonés, como la librería Canuda o El Palacio del Juguete han tenido que vaciar sus históricas estanterías para dejar paso a cadenas multinacionales, las únicas capaces de pagar hasta 30.000 euros al mes de alquiler. Según un informe elaborado por Esade y la Fundació Barcelona Comerç, el 40,8% de los arrendatarios de los principales ejes comerciales de la ciudad se verán afectados por el cambio de la ley. Una realidad plagada de personas con nombres y apellidos que se niegan a dejar de servir a sus clientes y a que el negocio de sus antepasados sea pasto de los grandes almacenes. Jordi Forcada, propietario de una centenaria tienda de alimentación situada en la calle de Mallorca, es un afectado por esta ley. «Yo entiendo que los propietarios han estado siempre atados por culpa de la renta antigua pero nosotros ofrecemos un servicio al barrio y sería muy injusto que desapareciésemos. Somos la única tienda de alimentación que queda en la zona y muchos de nuestros clientes son gente mayor y enferma, que no puede realizar grandes desplazamientos. Se tendría que pensar más en el ciudadano y menos en la proyección de locales lujosos enfocados al turista. Hay negocios que dan calidad de vida y ejercen un servicio y el ayuntamiento tendría que llegar a alguna solución para impedir que mueran», se lamenta Forcada. En su lucha ha encontrado a dos poderosos aliados: la Asociación del Comercio Emblemático de Barcelona y ERC, «el único grupo político que se ha preocupado de nuestro caso», subraya con vehemencia el comerciante. Forcada pretende llegar a algún acuerdo con los propietarios porque sabe que no puede asumir la actualización del alquiler y no quiere que el espíritu de su local, que ha pasado de generación en generación, desaparezca para siempre. Otro grave problema que afronta es la liberalización horaria, un fenómeno que de materializarse «impediría que los dueños de negocios tuvieran tiempo para sus familias», comenta Forcada, una opinión generalizada en los ejes de barrio.