Murallas e historia

Ruta por los castillos medievales de Tarragona

Tres fortalezas ubicadas en el sur de Catalunya permanecen como testigo de las luchas por el control del territorio en la edad media

El castillo de Miravet (en la foto) fue reconstruido por los Templarios al estilo de las fortalezas de Tierra Santa

El castillo de Miravet (en la foto) fue reconstruido por los Templarios al estilo de las fortalezas de Tierra Santa / periodico

Xavi Datzira

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Al viajar, la imaginación debe jugar siempre un papel clave, y esto es algo todavía más importante cuando uno se enfrenta a los restos de un castillo medieval. Solo hace falta un poco de creatividad para trasladarse a la edad media, cuando el sur de Catalunya (la conocida como Catalunya nova) ejercía de primera frontera entre los territorios cristianos y musulmanes, con posiciones que cambiaban de manos mientras se dirimía la historia de Europa. Ahora quedan como testigos de una época apasionante.

Por ejemplo, el castillo medieval de Miravet, construido sobre una atalaya privilegiada sobre el río Ebro, representa uno de los mejores ejemplos de la arquitectura de la Orden de los Templarios. Fue un edificio religioso y militar de origen árabe, que tras la conquista por parte del conde de Barcelona, Ramon Berenguer IV, fue cedido a la orden y convertido en una fortaleza defensiva al estilo de las de Tierra Santa. Con sus majestuosas murallas –y algún vestigio de la época andalusí– Miravet es una ciudadela amurallada con construcciones a diferentes niveles. A modo de colmena medieval, la co- munidad disponía de todo lo necesario para vivir en su interior.

Un poco más al sur, en Tortosa, se encuentra el castillo de Sant Joan, conocido como el castillo de la Suda, que es un testigo clave del pasado andalusí de la ciudad. Fue construido en el siglo X bajo el califato de Abderramán III, encima de una antigua acrópolis romana. A pesar de la altura, un enorme pozo excavado dentro del recinto bajaba a buscar el nivel del Ebro para abastecer de agua. Tras la conquista de Tortosa en 1148, el castillo se usó de prisión, si bien más tarde se convirtió en la residencia preferida del rey Jaume I. Actualmente alberga un parador de turismo.

En la frontera

Y aún más al sur, en el margen izquierdo del río Sénia, se alza el castillo de Ulldecona, un ejemplo claro de construcción de frontera. Durante el dominio árabe, del siglo VIII al XI, fue una fortificación andalusí, y posteriormente pasó a manos de la orden militar del Hospital de San Juan de Jerusalén, que lo transformó en un castillo cristiano, agrupando a la población a su alrededor.

Actualmente, el conjunto fortificado consta de tres edificaciones –dos torres y la antigua iglesia– rodeadas de una muralla perimetral. Una de las estructuras más emblemáticas es la torre circular, del siglo XII, que servía de atalaya. Desde la terraza superior se obtiene una vista privilegiada de la zona. Se complementa con la torre del homenaje del siglo XIII, cuadrada, que alojaba las estancias señoriales. 

La curiosa reforma del monasterio

En Riudecanyes se encuentra el Castillo Monasterio de Escornalbou, formado por los restos de dos edificios medievales: el monasterio de Sant Miquel, fundado en 1153, y un castillo. Lo curioso de este caso es que quedó prácticamente en ruinas hasta que fue adquirido por el diplomático y arqueólogo Eduard Toda en 1911 y reconvertido en residencia.