Los sueños de veraneo del director general de Tráfico

Pere Navarro: "Si me preguntan '¿dónde quieres aparecer ahora?' diría Molló"

Entrevista con Pere Navarro, director general de Tráfico

Pere Navarro, director general de Tráfico, durante la entrevista. / JOSÉ LUIS ROCA

Juan José Fernández

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Si le hubiera hecho caso a un arrebato estival, puede que Pere Navarro no fuese hoy el director general de Tráfico que más ha reducido el número de víctimas en las carreteras, sino un contador de leyendas en travesías turísticas por las Illes Medes.

Lo de las islas, porque es el tramo de la Costa Brava por la que puede resultar más plácida la navegación; y lo de narrador porque una tarde de verano, estando con un amigo a bordo de un velero, a este barcelonés que acaba de cumplir 68 años se le ocurrió que podrían crear algún día a medias una exclusiva ruta de navegación en la que el pasajero degustara cava e historias de aquel mar. El objetivo del proyecto sería que nadie se pierda el paisaje, la luz, el color, la brisa, las historias y el vino de esa parte de Catalunya.

"Vamos a ver: la Biblia dice que el paraíso está entre el Tigris y el Eúfrates. No es verdad: el paraíso está entre el Ter y el Fluviá, entre las dos desembocaduras", afirma Navarro dispuesto a batirse. Pero es que más al norte, donde el viento hace más complicada la navegación, tiene otro lugar del que guarda recuerdos e impresiones estéticas entrañables: el parque natural del Cabo de Creus.

"El Cap de Creus es la naturaleza en estado puro, un entorno mágico, de estética potente..."

"No yo, Jacques Cousteau, decía que lo más espectacular de todo el Mediterráneo es el Cabo de Creus, y tenía razón –opina-. Hay que ir a verlo. Es poco conocido. Es la naturaleza en estado puro, la Tramontana, el mar, Cala Jóncols, un pequeño hotel que hay por allá perdido y su intrahistoria familiar… Portbou, Llançá, Port de la Selva, Sant Pere de Rodes… De verdad que es un entorno mágico, de una estética muy potente, y a mí me da la impresión de que es poco conocido".

Habla con entusiasmo de ese rincón de Catalunya y le viene a la cabeza el recuerdo de "alguna excursión a pie de Roses a Cadaqués. Subiendo la montaña, arriba del todo había una base americana LORAN de comunicaciones de la época de…" Detiene aquí el relato. Se queda pensativo un instante. Es que eso no es lo importante, dice, sino "la imagen del paisaje que te queda grabada en la retina".

Días felices en el Pirineo

Le ha pedido EL PERIÓDICO que desvele un lugar magnífico de Catalunya, y quien fue gobernador civil de Girona entre 1985 y 1996 no se sale de aquel territorio para él mítico, no solo de mar, también de montaña, sobre todo de alguna en la que le gustaría encontrarse si tuviera la capacidad de teletransportarse abriendo y cerrando los ojos.

"Si me dicen, ‘oye, ¿dónde quieres aparecer tú en este momento?’ diría Molló. Después de Camprodón es el

"En Molló la gente es entrañable, el tiempo tiene otro ritmo..."

último pueblo de Catalunya antes de entrar en Francia, de 350 habitantes, agricultura, ganadería, un poco de hostelería… La gente es entrañable, el tiempo tiene otro ritmo, es otra cosa. Hay mil excursiones por las montañas de los alrededores. Te explican mil y una historias... también de la Guerra Civil, de cuando salieron los republicanos por la carretera del Coll d’Ares y… Bueno, sueño con estar allí", confiesa en la gran sala, flanqueada por una exposición de motos de la Guardia Civil, que hace de recibidor en la sede de la Dirección General de Tráfico.

Como si se hubiera teletransportado, describe Navarro una fiesta de verano, "cuando el ganado sube a aprovechar los pastos de altura, y se le acompaña para hacer una jornada de convivencia. Insisto, es ir al bar del pueblo, y hablar con la gente, y escuchar historias, anécdotas y leyendas… de un avión que cayó por allí, de cuando desapareció la frontera entre España y Francia por los acuerdos de Schengen… bueno, historias de una localidad muy vinculadas a su carácter fronterizo y de altura rodeada de montañas". 

Las raspas fritas

Pero se le ha pedido a Navarro que concrete más, y señale un sitio donde sentarse a comer, y entonces recuerda una cena de los 80 con Josep Tarradellas, ya expresident de la Generalitat. Vino con su esposa, se sentó a la mesa, llamó al camarero y le pidió que retirara un gran centro de flores. "Es que prefiero verla a ella", dijo en alusión a su mujer. "Era un caballero", recuerda Navarro.

La cena tuvo lugar en El Motel, el restaurante del Hotel Empordà de Figueres, al que mucha gente conoce más por su denominación popular: "Motel Ampurdán". Desde 1961, primero con Josep Mercader, su fundador, y después con Jaume Subiròs, su yerno e impulsor, aquella casa es santuario de fogones.

"No solo Tarradellas, cuando se jubiló, iba a pasar los fines de semana al Motel Ampurdán. Josep Pla era un habitual comiendo allí –relata Pere Navarro-. Han pasado los años, pero la carta, más o menos, sigue siendo la misma. Y hay un plato que es entrañable, que son las raspas de la sardina (más bien de la anchoa de L’Escala). Solo la raspa ¿eh?, rebozada y frita. Es una auténtica delicia. Es un plato que siempre llama la atención. Cuando llevas a alguien te dice siempre eso de que ‘los catalanes aprovecháis hasta las raspas de las sardinas…’".