tendencias en restauración
Cátering sin límites
Reinventó el cátering para elevarlo a experiencia vital digna de recuerdo. Después de dos años de experiencia, Juanon Gaspart ha hecho de Krisalia un ejemplo con proyección en esa gastronomía a medida que requieren las celebraciones con caché. El equipo de Krisalia recrea ese mundo de película que existe para algunos, gracias a la puesta en escena cuidada y la atención a los detalles que valen la pena. "El precio , es importante pero teniendo en cuenta el tipo de servicio que ofrecemos , la gente es conocedora de que lo bueno tiene su coste, estando siempre dentro de mercado, claro", explica Juanon Gaspart.
No es solo el rotundo pato pekín meloso bautizado con su nombre el que cautiva a los invitados, por ejemplo, ni la parafernalia exigida de vajillas y cuberterías adecuadas. La cuestión primordial es ofrecer la experiencia global esperada aderezada de los detalles exigibles al siglo XXI, una fiesta en la que da gusto integrarse y participar, con el protocolo justo. Es el resultado del impulso de un profesional con experiencia hotelera, tan propia como de cuna, que le ha permitido saber de primera mano que pide el mercado.
Krisalia, como dicta su nombre, aúna ese ánimo de transformación cuyos límites solo ponen los clientes, con la satisfacción de alto copete del agasajado. El último reto fue la organización del cóctel para 1.200 personas encargado por una empresa alemana, que requirió todos los esfuerzos imaginables y se celebró simultáneamente en 11 barcos ante la costa barcelonesa, con suministro de biodramina incluido. Es la épica de un potencial ilimitado que, desde las cocinas de Badalona y las oficinas de Barcelona, llevan el bocado de lujo a enclaves escogidos. La facturación de la empresa alcanzó los 750.000 euros el año pasado y prevén alcanzar 1,6 millones en el 2017.
El equipo de Krisalia ofrece menús, complementos gastronómicos a la carta, compromiso ecológico y entornos de excepción para clientes deseosos de causar buena impresión y mejores sensaciones. En castillos, en salas modernistas acristaladas, en museos, en hoteles, en jardines, en masías centenarias... ese tipo de lugares que solo se pisan con permiso. A 100-135 euros por cubierto, los que pagan reciben lo que quieren y los que lo disfrutan gozan de entrante a postre sin concesiones.
Solo un frito entre las opciones (la incombustible croqueta) ya denota la intención de compromiso del diseño gastronómico saludable y sostenible. Un acuerdo con una docena de proveedores asegura el equilibrio y calidad de la materia prima. El equipo de sala, basado en 33 personas, es el encargado al final de distribuir con nota las creaciones culinarias. Anfitriones y organizadores, conjurados en el gozo, aliados para el recuerdo.
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