DEPORTE INCLUSIVO

La primera expedición inclusiva al Everest encabezada por Sergi Mingote pone rumbo a Nepal

La expedición al completo antes de embarcar este mediodía hacia Nepal

La expedición al completo antes de embarcar este mediodía hacia Nepal / A.G.

A. G.

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Con sudaderas hechas para la ocasión, sonrientes y sorprendentemente tranquilos -aunque dicen que la procesión, a veces, va por dentro- han llegado esta tarde al aeropuerto de Barcelona-El Prat los 18 miembros que conforman la primera expedición inclusiva al Everest, encabezada por el alpinista Sergi Mingote y enmarcada en el reto deportivo y solidario 3x2x8000que el de Parets del Vallès puso en marcha hace ya diez meses con el objetivo de coronar seis ochomiles en un año sin oxígeno artificial.

Un reto que le ha llevado a coronar ya tres de las grandes cumbres del planeta y que, en esta expedición, deja ver su carácter más solidario. Y es que, esta vez, la despedida en el aeropuerto es más multitudinaria de lo habitual, pues no sólo le despiden a él amigos y familiares, sino que también despiden al resto de monitores y jóvenes con discapacidad de la cooperativa Apindep que le acompñarán en el trekking al Everest.

“Cuando Sergi nos dijo hace un año 'algún día haremos un trekking al Nepal todos juntos’, no nos lo tomamos en serio, nos parecía algo imposible; pero para él no hay nada imposible, y hoy estamos aquí”, explica Mercè Llauradó, directora de Apindep Ronçana, una cooperativa formada por personas con discapacidad de primer y segundo grado y sus familiares.

La entidad lleva acompañando a Sergi Mingote desde el inicio de este gran desafío -a sus miembros les dedica, cada vez que hace cumbre, su ya habitual águila-, pero esta vez se han involucrado de lleno. Un total de siete chavales viajan ya hacia el Everest, junto a siete monitores y familiares y con Sergi Mingote y su equipo, en el que también está el alpinista Carlos Garranzo.

Un equipo completo

“Están preparados físicamente, y esto es algo diferente y único para ellos. Siempre les dicen que hay cosas que son imposibles, y esta vez se han dado cuenta de que no, que ellos también pueden hacerlo”, explica Llauradó. Pero no solo los jóvenes están emocionados, también sus padres y familiares, impulsores de la cooperativa. “Hemos vivido tanto desde que han nacido, tantas trabas y barreras, que viendo esto piensas: ha valido la pena y, sobre todo, hemos podido superarlas”, añade Llauradó.

Mientras la larga cola de expedicionarios factura los más de 500 quilos que acumulan sus petates ante la mirada del resto de viajeros, Cristina Pujal ve desde detrás de la cinta cómo algo que “al principio parecía un poco locura” está a punto de hacerse realidad. Su hermano Xavier es uno de los integrantes de la expedición y, aunque con naturales nervios, confía plenamente en Mingote y el resto de la expedición.

“Van con un monitor por alumno, avalados por el Centre d’Alt Rendiment (CAR), con la experiencia de Sergi Mingote y su equipo… Y eso da mucha seguridad, porque la confianza en ellos es plena”, asegura Pujal. Además, están entrenados: el pasado mes de septiembre hicieron el camino de Santiago, sillas de ruedas incluidas, “más de 100 kilómetros y Xavier volvió perfecto, sin un rasguño”, dice Cristina.

La previa, el camino de Santiago

Tanto Xavier como su familia llevan involucrados con Apindep desde hace seis años, y, más allá del esfuerzo diario del centro, iniciativas como esta suponen para los jóvenes “una oportunidad única en la vida que no les podemos quitar”. Una sensación que también comparte el propio Mingote, que, asegura, está más intranquilo que en otras ocasiones.

Y es que los nervios que algunos de los jóvenes parecen haber olvidado en casa sí que los notan otros miembros de la expedición. “Los monitores estamos casi más nerviosos que ellos”, reconoce Marc Serrabassa, jefe de fisioterapia y coordinador de deporte de Apindep. Para Serrabassa, que no había hecho nunca antes algo parecido, dar el paso del camino de Santiago al Everest "es un salto brutal y un sueño hecho realidad".

Un sueño que, dice, no es gratuito, pues es fruto de mucha preparación, dedicación y ganas. “Es un esfuerzo a nivel personal y económico, pero es una experiencia única”, recalca. A nivel de preparación, cuenta que han hecho con los chavales “alguna salida para entrenar ascensos, aunque limitándonos a las proximidades", además de "intentar mentalizarnos al máximo de todo lo que nos podemos encontrar”. “Tenemos información, pero para todos es una experiencia nueva, que viviremos y culminaremos todos juntos”, explica el fisioterapeuta.

Una semana de trekking

Este mismo jueves llegarán a Katmandú, desde donde irán en coche hacia el aeropuerto de Mantali. De allí volarán a Lukla, a unos 2.600 metros, y empezarán el trekking hasta llegar al punto más alto, el monasterio de Tengboche (3.867 m), uno de los más altos del mundo, donde culminarán el trekking. A partir de ahí, el resto de expedicionarios seguirá y Sergi Mingote regresará junto al equipo a Lukla, para volver a ascender al Campo Base e ir a por el Lhotse.

“Mi intención es intentar hacer la cumbre del Lhotse antes del 20 de mayo, porque me quedaría una semana para intentar Everest. Si todo fuera muy bien y acabara antes del 30, me plantearía ir con un vuelo rápido de helicóptero al Campo Base del Kanchenjunga e intentarlo, aunque es más que improbable, pero yo tengo un pre-permiso, por si suena la flauta”, dice el alpinista.

Otro pico en la recámara

Mientras que la comitiva de Apindep espera estar de regreso el 20 de abril, Sergi Mingote prevé volver a Parets el 1 de junio, pues sólo seis días más tarde volará a Italia, desde donde pondrá rumbo a Pakistán el día 13 para intentar Gasherbrum I (8.080 m) y II (8.035 m). En caso de hacerlos todo, sumaría incluso uno extra a su reto. "Pero como sé que la probabilidad es baja, hemos añadido uno más para, si falla alguno, tener una bala en la recámara”, cuenta. 

Una experiencia a contrarreloj que, pese a la exigencia de rapidez, Mingote ha querido detener en Nepal para llevar a cabo esta iniciativa. Un reto dentro del reto con el que quieren mostrar, él y toda la expedición que le acompaña, “que las discapacidades solo están en nuestras cabezas”, defiende Mingote, y que, como rezan sus camisetas, no hay nada imposible.