Proyecto 'Finestres de la Memòria'

La Casa Elizalde rescata las luces y las sombras de la Barcelona de las fábricas textiles

La Casa Elizalde pide ayuda para recordar cómo eran los pisos del Eixample antes de que caigan en el olvido

'L'última collita': la Casa Elizalde rememora cómo y cuándo Barcelona segó su pasado agrícola

Elizalde, el coche maldito de Barcelona

Fábrica Saladrigas-Freixa, en 1913.

Fábrica Saladrigas-Freixa, en 1913. / Fons Roisin / IEFC

Carles Cols

Carles Cols

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Suma y sigue la Casa Elizalde en ambicioso proyecto de salvar la memoria fotográfica del Eixample y, ya puestos, del resto de la ciudad. Si el pasado noviembre inauguró una exposición bajo el título ‘L’última collita’, dedicada al pasado agrícola y ganadero de la ciudad, ahora acaba de estrenar ‘Trames tèxtils. Matèria, capital i treball’, un interesante juego de espejos en el que, por una parte, muestra escenas de algunas de las fábricas textiles de Barcelona en pleno funcionamiento, y, por otra, un retrato del destino de parte de aquella producción, o sea, los vestidos con los que las clases señoriales se paseaban por el paseo de Gràcia o los cortinajes y tapices con los que ennoblecían los salones de sus hogares.

La exposición, comisariada por la historiadora del arte Marta Dahó, se ha instalado en el piso principal de la Casa Elizalde hasta el próximo 26 de julio. Es, se podría decir, una muestra minimalista. Las fotos son pequeñas, pero el relato que de ellas se desprende es enorme. Merece la pena prestarles atención. Tiene su gracia incluso que entre las imágenes seleccionadas está la Sala Carme Biada de la propia casa Elizalde. Biada y su esposo, Arturo, formaban parte de las élites de la Barcelona de hace un centenar de años, aunque en su caso la fábrica que tenían en el Eixample no era textil, sino automovilística. Hoy la fábrica son un conjunto de viviendas que rompen la trama del Eixample entre las calles de Còrsega, Rosselló, Bailèn y el paseo de Sant Joan, pero su finca familiar, en la calle de València, permanece intacta en pie, reconvertida en centro cívico, pero desnuda de la que fue su decoración. Por eso la foto es especialmente evocadora.

La Sala Carme Biada, en 1925, una de las estancias de la Casa Elizalde.

La Sala Carme Biada, en 1925, una de las estancias de la Casa Elizalde. / Cortesia: Fundación Elizalde

La Sedeta, Casaramona, Saladrigas…, la lista de fábricas a caballo de los siglos XIX y XX eran larga y, entonces, muy conocida. En la Espanya Industrial trabajaban tantos empleados que hasta nació en su seno un equipo de fútbol, el CD Condal, que llegó a competir un año en la Primera División. Pero era un equipo masculino y, si algo caracterizaba esas fábricas textiles era la mano de obra femenina. En 1905, por ejemplo, los obreros de los telares de Catalunya eran casi 30.000, gran parte de ellos en Barcelona, una mayoría, mujeres, entre otras razones porque el descaro con el que entonces se les pagaba la mitad del salario que se abonaba a un hombre no pasaba apenas factura.

Un 30% de las mujeres que trabajaban también fuera de casa lo hacían en industrias algodoneras o de otros tejidos. Las fotos de la exposición lo atestiguan de forma muy clara. No hay que ser muy sagaz para intuir que, a su manera, el hecho de que la otra mitad de las fotos sea la de los lujos de las clases altas recuerda que esta fue una ciudad de morrocotudas luchas sindicales.

La Sala Carme Biada, en 1925, una de las estancias de la Casa Elizalde.

La Sala Carme Biada, en 1925, una de las estancias de la Casa Elizalde. / Cortesia: Fundación Elizalde

La muestra, lo dicho, es un nuevo episodio de una feliz idea que nació en 2011, Finestres de la Memòria, un proyecto abierto a cualquier tipo de colaboración, especialmente si es vecinal, para crear un gran archivo colectivo de imágenes antes de que muchas de estas vayan del cajón de las fotos de una familia a la basura, catástrofe más común de lo que cabe suponer. Conforme ha crecido esa fototeca ha sido posible organizar exposiciones, como la dedicada a las últimas cosechas o, antes de esta, otra en la que se mostraban cómo era el interior de las viviendas antaño.

Entre las imágenes que se han incluido esta vez en la muestra hay algunas perlas, como las del pintor Ramon Casas pincel en mano o la de Frederic Mompou al piano. El lujo de algunas estancias salta a la vista, pero para parte del público quizá sea más llamativo hacer una suerte de viaje en el tiempo a lugares que hoy les son arquitectónicamente familiares y reconocibles, pero por otros motivos, reconvertidos en centros cívicos o bibliotecas públicas.

La antigua fábrica textil de la Escola Industrial, con cúpulas de Guastavino.

La antigua fábrica textil de la Escola Industrial, con cúpulas de Guastavino. / DIPUTACIÓ DE BARCELONA

Las fábricas textiles salpicaban todos y cada unos de los rincones de la ciudad, a veces con arquitecturas de firmas conocidas, como Casaramona, un trabajo de Josep Puig i Cadafalch, o el que encabeza este párrafo, no incluido en la exposición y que encajaría perfectamente. Es la zona de los telares del sótano de la actual Escola Industrial. Esas cúpulas que cubren la nave son ‘voltes catalanes’ de las que Rafael Guastavino fue un maestro. Este, además, es un caso digno de especial mención porque la ventilación y situación de aquel taller eran perfectos para el funcionamiento sin pausa de la maquinaria.