Casi 70 pictos distintos

La iconografía de las calles y parques de Barcelona, obra de un 'hombre de las cavernas', cumple 20 años

¡El 'sapiens' que esculpió un petroglifo neolítico en el Baix Llobregat está vivo!

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Francesc Punsola posa sobre cuatro ejemplos de su colección de pictogramas.

Francesc Punsola posa sobre cuatro ejemplos de su colección de pictogramas. / MANU MITRU

Carles Cols

Carles Cols

Barcelona
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Acaba de cumplir 20 años un minúsculo pero omnipresente rasgo del paisaje urbano de Barcelona, el catálogo de pictogramas que invitan a no pisar la hierba o, si se puede, a hacerlo descalzo, subrayan que tal o cual lugar es un área de juego infantil, avisan de si una fuente de agua no es potable, informan si algún árbol, por el motivo que sea, es un ejemplar patrimonial y, así, hasta casi 70 señales distintas, pero hermanas por su diseño. Las hay bien raras, como la que prohíbe enjabonar a la mascota en la calle o la que indica que una ruta en concreto de la ciudad puede ser considerada poética.

Con la irrupción del urbanismo de los ejes verdes, Barcelona ha renovado su confianza en este catálogo de señales, y esa es sin duda una buena ocasión para ir en busca de Francesc Punsola, el ilustrador que en 2005 recibió este encargo municipal, un barcelonés de todo menos aburrido, pues en una ocasión puso en estado de sobreexcitación a la comunidad ufológica de medio mundo y en otra, poca broma, fue confundido con un hombre de las cavernas.

¿Cómo era Barcelona en este aspecto antes de 2005? Hay que echar mano de los recuerdos y, si es posible, de alguna foto, pero lo cierto es que no había un criterio uniforme sobre como fijar las normas de uso de la ciudad. “No pisar la hierba”. Lo fácil era enviar el mensaje por escrito, con un cartel rectangular clavado en un minúsculo poste. Los más veteranos quizá recuerden aquellas placas de hierro forjado que iban atornilladas sobre los algunos de los asientos de la línea L1 del metro: “Prohibido escupir y la palabra soez”. Que el Instituto Municipal de Parques y Jardines encomendara a Punsola ese medio centenar largo de pictogramas justo en 2005 puede leerse de varios modos, entre ellos, sin duda, que el lenguaje no verbal, en una ciudad cada vez más plurilingüe, comenzaba a ser una necesidad ineludible de ser satisfecha.

24 de los 30 pictogramas de conducta.

24 de los 30 pictogramas de conducta. / A. de B.

Luego, es cierto, la ciudad ha seguido cambiando. Se queja Punsola, y con razón, de que el Ayuntamiento de Barcelona ha añadido como mínimo un par más de señales que en su día no le fueron encargadas. Preferiría que le hubieran llamado. “Soy un artista que aún está vivo”, dice. Lamenta que le hayan suplantado el estilo. Las novedades, de hecho, son también un signo de los tiempos. Entre los pictogramas incorporados más tarde de 2005 hay uno que invita a no dar de comer a los jabalís (plaga que hace 20 años no era tan urbana) y otro que prohíbe arrancar flores de los parques, que no es que entonces no las hubiera, pero desde luego no con la profusión que hoy las hay, por ejemplo, en el mismísimo corazón del Eixample.

23 de los 47 pictogramas informativos.

23 de los 47 pictogramas informativos. / A. de B.

De haber tenido la oportunidad, explica, les habría dado el ‘toque Punsola’. En la serie original, pongamos por caso, los pictogramas dirigidos a los ciclistas (hay uno incluso para no rodar por encima de la hierba) se ilustran con la silueta de una Brompton, no solo porque sea la que él usa, sino también, cosas singulares de Barcelona, porque esta es la ciudad del mundo con más unidades per cápita de esa marca, por encima incluso de Londres, su hogar.

Punsola, con la bicicleta que coló entre sus ilustraciones.

Punsola, con la bicicleta que coló entre sus ilustraciones. / MANU MITRU

Lo dicho, el parto de los ejes verdes en la ciudad, sobre todo en el Eixample, ha multiplicado la presencia de estas señales, pero para señales, valga la redundancia, las que mandó Punsola en anteriores aventuras artísticas. Las hay extraterrestres. O eso creyeron al menos los aficionados al avistamiento de ovnis que encabeza en Catalunya Luis José Grifol.

Fue tras asistir a un funeral en el Tanatori de la Ronda de Dalt que se le encendió una bombilla. Hay allí un pequeño jardín zen, de gravilla blanca, como corresponde, que cuida un empleado de aquella funeraria. Ya tenía amor Punsola por este tipo de arte oriental, pero a falta de disponer de un jardín propio, supuso que sería ideal llevar esa técnica a las playas del Maresme, para lo que se construyó sus propias herramientas. King size, claro. Grifol se llevó un chasco cuando, después de que varias mañanas en las que el Maresme amanecía como si del Nazca peruano se tratara, le vio a él en plenas labores. La noticia había llegado incluso a ser comentada en los noticiarios ufológicos de Suramérica.

24 de los 47 pictogramas informativos.

24 de los 47 pictogramas informativos. / A. de B.

La cosa no fue más allá de una simple decepción. Un poco más lejos llegó otra aventura que Punsola puso en marcha hace 30 años y que fue todo un notición de verano en 2023. De joven le dio por practicar el excursionismo con un martillo y un par de cinceles en la mochila. Cuando veía una roca adecuada, esculpía un petroglifo. No se escondía para hacerlo. No causaba ningún daño. Es más, hasta podía ser que aquellas rocas con dibujos de animales o místicos sirvieran a más de uno para no perderse de regreso a casa. Lo imprevisto fue que alguien se los tomara en serio, como sí hizo el Ayuntamiento de Santa Coloma de Cervelló, que comenzó a presumir de un patrimonio neolítico que en realidad no tenía.

Cuando a alguien le dio por partir por la mitad aquella roca que había sido catalogada como un ejemplo de “megalitismo atlántico con motivos relacionados con el culto al sol”, se puso en marcha una investigación por parte de los Mossos d’Esquadra y se activó un plan para restaurar esa joya. Punsola decidió no esconderse y dijo que el hombre de las cavernas era él.

Claro, al lado de estas aventuras, la de los pictogramas de los parques de la ciudad podrían parecer menor, pero no está de más recordar que ha servido de inspiración a otras ciudades y, ya puestos, que si se pide no pisar la hierba, por algo será.