Renacido en 2011
Viajar por el tiempo sin salir del Eixample: así es el laboratorio secreto de restauración de la Diputación de Barcelona
La lluvia y la llegada de la primavera afloran las luces y las sombras de los ejes verdes
¡El Anacronópete desafía al Ministerio del Tiempo!

Examen preliminar de una pintura con luz ultravioleta, una técnica que depara a menudo sorpresas. / FERRAN NADEU


Carles Cols
Carles ColsPeriodista
Tras la más anodina puerta del Eixample, en una dirección postal que por comprensible prudencia es mejor no desvelar, se encuentra el laboratorio de conservación y restauración del patrimonio cultural que, de un modo u otro, depende la Diputación de Barcelona. Son, que se dice pronto, 65 museos y más de medio centenar de archivos municipales que atesoran fondos en ocasiones de gran valor. El lugar es un poco como aquella puerta de la plaza del Duque de Alba de Madrid por la que se accedía al Ministerio del Tiempo en la reverenciada serie del mismo nombre, discreta y casi siempre cerrada, con la salvedad de que esta, por la que lo más común es pasar por delante sin prestarle ninguna atención, permite realmente viajar a otras épocas. Ha sido invitado este diario a cruzar ese umbral, tras lo que toca primero dar las gracias y, después, pasar a limpio las notas de las maravillas vistas y presumir de las fotos de la expedición.
El laboratorio, solo por poner primero un poco de contexto, es muy joven en su actual local. Renació aquí en el año 2011 tras dejar atrás la etapa en la que sus techos eran los de la Escola Industrial. Es un taller en el que se trabaja con bata y, cuando se enciende la luz ultravioleta, con gafas protectoras. Hay lo previsible, microscopios, por ejemplo, producto químicos, desinfectantes, papeles de todo tipo de gramajes para restaurar documentos, herramientas y, por supuesto, al frente de cada una de las áreas de trabajo (mosaicos, escultura y artes decorativas / obra gráfica y documentos / paleontología y arqueología / pintura) cuatro profesionales con un oficio envidiable, Núria Avecilla, Marta Gaberbet, Anna Bertral y Rosa Gasol. ¡Ah!, y un par de afortunadas becarias de la Facultad de Bellas Artes.
¿Maravillas?, se dijo al principio. Sí, y de todas las épocas, desde tiempos de los iberos hasta hace un suspiro. He aquí algunos ejemplos.

Marta Gabernet, junto al cartel que Ramon Casas hizo por encargo de la automovilística Hispano Suiza. / FRRAN NADEU
Cara a cara con Teresa Mariani, la musa de Casas
Trabaja Marta Gabernet estos días, a petición del Museu Abelló de Mollet, con una copia del estupendo cartel que Ramon Casas dibujó por encargo de la casa automovilística Hispano Suiza cuando esta firma quiso en 1904 dar el salto empresarial que tanto necesitaba, pues iba camino del desastre económico. La imagen del cartel fue la que luego se imprimió en las acciones que salieron a la venta, la de la actriz Teresa Mariani, que en Barcelona se hizo célebre porque enamoró al público tras su paso por el teatro Novedades y que el pintor convirtió en una de sus musas recurrentes. Está impresa la escena sobre un papel de pobre calidad, puñeteramente ácido, algo que habrá que mitigar, restaurado además alguna vez anterior con técnicas que hoy no se emplearían. Vamos, que Gabernet tiene por delante una muy paciente tarea que, lo que son las cosas, aprovecha para deslumbrarse por la poderosa modernidad del cuadro. Del coche, observa, solo se intuye el morro. La protagonista parece ser ella. Cosas de Casas.

Rosa Gasol trabaja en la restauración de 'Dona i nena', una obra de Lola Anglada. / FERRAN NADEU
Los viñedos, cómo no, de Lola Anglada
Del fondo histórico de la Diputación de Barcelona tiene sobre la mesa Rosa Gasol una pintura de Lola Anglada, una madre y una hija junto a un viñedo, un paisaje muy habitual en la obra de esta artista de Tiana que durante el primer tercio del siglo XX jamás se escondió tras los pinceles cuando lo necesario era ponerse en primera línea de la política. El de Gasol como restauradora es un oficio que en ocasiones depara sorpresas. Nunca se sabe cuando en el análisis espectrográfico de una obra aparecerá fantasmalmente un arrepentimiento, o sea, una marcha atrás del autor en algún detalle. O una firma donde no debería haberla. O al revés, una firma oculta. No es este el caso. Este es sencillamente un tesoro patrimonial que necesita algunos cuidados, pero a la manera de hoy, sin suplir la mano del autor. Toda restauración, dice Gasol, debe ser distinguible y, si es necesario, retirable. No se corrigen óleos con nuevos óleos. Anglada solo había una.

Anna Bertral, con la misteriosa pieza procedente de un yacimiento romano de Osona. / FERRAN NADEU
¿Un ‘cenicero’ de 16 siglos antes de que llegara el tabaco?
En 1915, de forma inesperada, apareció cerca de Tona (Osona) un yacimiento arqueológico que pronto se concluyó que era uno de los primeros asentamientos romanos de la Catalunya interior. Es el Camp de les Lloses, así se le conoce, y pasado más de un siglo sigue planteando ecuaciones en las que hay que despejar la incógnita. Eso es precisamente lo que tiene bajo la lupa y entre las manos Anna Bertral, una pieza circular castigada por el óxido y las incrustaciones, que tiene forma de cenicero ‘avant la lettre’, pues faltaban como poco 16 siglos para que llegar el tabaco a Europa cuando aquel objeto quedó sepultado. Es otra cosa, seguro, pero aún no se sabe qué es.
Bertral, lo reconoce, es de la que dan pistas a los arqueólogos cuando se encuentran en un callejón sin salida. La simple limpieza de una moneda puede proporcionar una pista fundamental para fechar un yacimiento.

Una mano escultórica del recinto de la Maternitat, en pleno proceso de reconstrucción. / FERRAN NADEU
Los dedos rotos de la Maternitat
A veces, el laboratorio es una sala de urgencias y Núria Avecilla, según se mire, una traumatóloga. Tiene en su mesa de trabajo, junto a un precioso jarrón del Museu Aragay que ya está a punto para que le den el alta, varios dedos fracturados de una escultura del recinto de la Maternitat, equipamiento de la Diputación de Barcelona que es víctima ocasional, como todos, de actos vandálicos. Modela con paciencia unas réplicas que suplan a los elementos dañados y, igual que Gasol con el cuadro de Lola Anglada, de modo que resulte incuestionable la diferencia entre el original y la copia.

Un delicado trabajo de limpieza de documentos dañados por el tiempo. / FERRA NADEU
Un cabreo, que se dice pronto
¿Es o no este laboratorio el Ministerio del Tiempo? Una prueba del nueve más es uno de los objetos más preciados por los historiadores y, tal vez, por los escritores en busca de fuentes documentales, que pasó allí. La Sala Christie’s de Londres sacó subasta en 2018 un ‘capbreu’ de monasterio de Sant Miquel del Fai, vamos, un conjunto de 439 documentos oficiales fechados entre 1364 y 1389 que dan fe de la vida cotidiana de las 340 familias que dependían administrativamente de aquel centro de devoción benedictina. Eso es en esencia un ‘capbreu’, palabra que la RAE traduce, a falta de otras opciones, como cabreos. La perla del lote era que, en algunos de las páginas, se hacía a referencia a ‘capbreus’ anteriores, incluso de 1167. Fue adquirido por unos justificadísimos 41.737 euros y, cómo no, restaurado, digitalizado e incluso traducido del latín en el laboratorio secreto del Eixample.

Un jarrón recién restaurado y listo para regresar al museo. / FERRAN NADEU
El árbol que era una fuente
La actividad de las profesionales del laboratorio a lo que sucede dentro de ese local. En ocasiones se trabaja sobre el terreno. Últimamente, por ejemplo, en la conservación de arte urbano, en murales de aerosol o pintura de artistas de la calle que por hache o por be ayuntamientos como los de Ripollet, Sabadell o Granollers deciden que merece la pena preservar. Pero como anécdota de esas veces en las que el trabajo es al aire libre, nada mejor que lo que sucedió en Cornellà. En los jardines del Palau Mercader había una figura extraña. De lejos e incluso a media distancia parecía un árbol enano o un arbusto de gran altura. Más de cerca, parecía lo mismo, pero en estado fósil, como sacado de una novela de ciencia ficción, como si hubiera sido petrificado por un disparo láser. En realidad resultó ser una fuente de lo más convencional, de dos bandejas sujetas por un estilizado tronco central. Años de calcificaciones la hicieron mutar. “Sacamos una tonelada de incrustaciones. Hasta apareció en una capa profunda una hoja de plátano fosilizada”, explica Gasol mientras muestra las páginas de aquel expediente. X, podría añadirse. X, como la dirección de laboratorio.
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