Los bulevares cumplen dos años
La lluvia y la llegada de la primavera afloran las luces y las sombras de los ejes verdes de Barcelona
Las cotorras malogran con su voracidad el espectáculo primaveral de la floración de los árboles del amor
Los ejes verdes del Eixample llegan a Street View y Mapas
Hitler, la bestia negra de los abejorros de la campiña inglesa

Un abejorro, un bioindicador extraordinario, en un eje verde. / FERRAN NADEU


Carles Cols
Carles ColsPeriodista
Por segundo año consecutivo ha tocado en los ejes verdes del Eixample la lotería de la lluvia a las puertas de la primavera. Sucedió también en 2024, justo cuando se cumplía un año de la plantación de decenas de nuevos árboles y centenares de arbustos, y está tocando esta vez el premio gordo del sorteo este marzo, con una sucesión de precipitaciones (y las que están por venir, según los meteorólogos) que de nuevo han hecho aflorar la cara y la cruz de estos nuevos bulevares de la ciudad. Así, a modo de primer resumen, han crecido espléndidos la mayor parte de los ejemplares plantados con la reurbanización de estas calles, pero algunos de sus hogares, o sea, los alcorques, lucen inundados de agua a ratos, algo que no debería suceder. Y aún restan vacíos 17 alcorques, un detalle este menor si se tiene en cuenta que entre los planes del Ayuntamiento de Barcelona figura plantar unos 7.500 árboles de aquí a la primavera de 2026, una cifra notable si se tiene en cuenta que lo habitual hasta ahora era unos 2.500 por ejercicio.

Flores de 'Magnolia liliiflora', en Consell de Cent. / FERRAN NADEU
Ha comenzado hace ya varios días la parte más vistosa de la floración en Consell de Cent, Rocafort, Borrell y Girona, sobre todo de arbusto, aunque también de algunos árboles. No hace falta mucha paciencia para observar ya la presencia de abejorros, una especie de himenóptero que como bioindicador de la salud de un espacio natural o urbano es excelente y que como polinizador no tiene rival. Que se lo pregunten si no a los cultivadores de tomates del delta del Llobregat. Qué harían ellos sin la ayuda de los abejorros. Los árboles de hoja caduca están todavía pelones. Es cuestión de días que se sumen al espectáculo. Los ejes verdes se han convertido en una suerte de nuevo paseo de Gràcia o Rambla de los barceloneses, un lugar en el que, de paseo, raro es no encontrarse a un conocido. Su éxito parece ser absolutamente inmune a las denuncias judiciales que intentaron evitar su existencia y las sentencias que ahora discuten el procedimiento con el que han nacido. Incluso han desacreditado, lo cual tiene más mérito según se mire, a la legión de ‘cuñados’ que predijeron toda suerte de catástrofes. Solo por recordar una de ellas, hubo quien tachó a los arquitectos, ingenieros y jardineros municipales de merluzos por el diseño de la confluencia de las calles de Rocafort y Consell de Cent, con el argumento de que por su forma de pequeñas colinas los parterres de aquella plaza se los llevaría por el desagüe la primera tormenta. Paparruchas.

Un hombre descansa en un banco, junto a un parterre de salvias. / FERRAN NADEU
Con todo, lo dicho, las lluvias de estos días han puesto de manifiesto algunos de los males que aquejan a los ejes verdes. El más obvio y habitual es que es bien visible cada mañana, que los coches no dejan ver el bosque. Pero hay que ir más al detalle.

Un alcorque prensado por las ruedas de los coches. / FERRAN NADEU
La urbanización de estas calles no fue meramente superficial. Fue concebida para conseguir una perfecta irrigación de los parterres y alcorques, por ejemplo. A diferencia de lo que sucede en algunas otras calles, el agua de la lluvia que se recoge en una acera nutre a las plantas de la otra. Las rejas de los parterres del lado montaña de Consell de Cent, bien visibles si se presta atención, ayudan en esa misión de aprovechar cada gota de agua. Y también era ese el propósito del tratamiento previo al que se sometió a las tierras para que fueran (dicho muy poco técnicamente) porosas. Ese aspecto es el que se ha ido bastante al traste en muchos puntos de los ejes verdes por culpa del mal conducir de los transportistas y de los turismos particulares que aparcan en estas calles. No solo han aplastado barandillas y han destrozado sillas y bancos. También han prensado las tierras. Los charcos, que tras una lluvia pueden llegar a inundar todo un alcorque, son una mala noticia. El uso como cenicero que hacen algunos fumadores de esos espacios no hace más que desteñir aún más la situación.

Un alcorque, tras el paso de un chaparrón y cientos de coches. / A. de Sanjuan
Los 17 alcorques vacíos de los ejes verdes parecerán en mitad de este contexto una cuestión menor. Es cierto, son pocos y la previsión municipal es plantar 7.500 árboles en toda la ciudad antes de la primavera de 2026, así que estas ausencias serán resueltas. La macroperación de plantado, de hecho, comenzó el pasado octubre con la reposición de 42 plátanos en el paseo de Gràcia. En los ejes verdes, los hogares vegetales vacíos están, sobre todo, en Girona y Rocafort, pero entre los 17 hay uno que será todo un reto. Es el caso del alcorque situado frente al número 44 del paseo de Gràcia, es decir, en la esquina Besòs y montaña de la confluencia con Consell de Cent. Cuando en 2023 finalizaron las obras de reurbanización de los ejes verdes había allí un árbol recién plantado. Era un benjamín, pero bien visible. Según los jardineros municipales consultados, como mínimo tres veces chocaron contra él (cabe suponer que así fue, porque sino sería algo patológico) tres conductores distintos. No resistió una cuarta embestida. El hueco que dejó la extracción de lo que quedaba de su pequeño tronco es hoy casi imperceptible si no se presta atención. Los tropiezos de los peatones no son extraños, razón de más para que sea de nuevo plantado allí un árbol. Será interesante seguir su evolución, porque igual que los abejorros son un bioindicador de buena salud, la supervivencia o no de ese árbol lo será de una enfermedad.
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