Un adiós emocionante

Se jubila Joaquín Osuna, quiosquero y patrimonio humano de la Dreta de l'Eixample

La Casa Amatller, joya inmaculada del modernismo, celebrará el 12 de marzo tres aniversarios históricos

Barcelona rinde homenaje al arquitecto que quiso 'vaticanizar ' la plaza de Catalunya

Joaquín y su pareja, Loli, en el quiosco, en el antepnúltimo día de trabajo.

Joaquín y su pareja, Loli, en el quiosco, en el antepnúltimo día de trabajo. / JORDI COTRINA

Carles Cols

Carles Cols

Barcelona
Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ha sido durante 42 años un hombre extraordinariamente bien informado de lo que pasa en el mundo y, también, de la vida cotidiana de la vida alrededor de donde ha trabajado, la esquina del paseo de Sant Joan con Consell de Cent. Este sábado 1 de marzo se jubila Joaquín Osuna, quiosquero y, coincidirán los vecinos de su establecimiento, una parte entrañable del paisaje humano de la ciudad. A veces se lamenta en Barcelona el cierre de tal o cual tienda o la demolición de un edificio que significaba algo, pero el patrimonio colectivo son también las personas. Joaquín se jubila, pero el quiosco no cierra, le pasa la llave de la persiana a Alfredo, que tiene ante sí el reto mayúsculo seguir los pasos de su antecesor. Vistos solo algunos números, menuda tarea.

Durante 42 años, este cordobés afincado en L’Hospitalet se ha levantado cada día a las cinco de la mañana. A las seis ha abierto el negocio. En invierno es cerrada noche. ¿De lunes a viernes? No, de lunes a domingo. Sus días de descanso han sido solo mitades de pastel, las tardes de los sábados y de los domingos. Ahora que cumple los 65, se merece sin duda alguna la jubilación. “Ya veré qué hago. Me gusta leer y la electrónica”, responde.

Llegó profesionalmente a la Dreta de l’Eixample en 1983, lo que son las cosas, el mismo año en que en España se legisló que la semana laboral es de 40 horas y que los días de vacaciones anuales son 30. Entonces, el quiosco que recibió en traspaso estaba en los bajos del 425 de la calle de Consell de Cent. En la última planta de aquel edificio estaba el ya extinto ‘Correo catalán’. Luego fue el hogar del diario ‘Avui’ y durante una veintena larga de años fue la sede de EL PERIÓDICO. Vamos, que aquel quiosco estaba en una suerte de cruce de líneas telúricas del periodismo o algo así. Y Joaquín era, a su manera, una pieza indispensable, no solo porque era el que vendía al público el resultado de una jornada de trabajo colectivo, sino porque era también (mil gracias, de todo corazón) el que antes de las webs llevaba a las redacciones los ejemplares de la prensa internacional, inspiradora tan a menudo.

Los diarios, sobra recordarlo, eran entonces solo de papel. No era sensato amontonar en una única columna los de una cabecera, porque de tan alta podía caer. “Podía vender en un solo día unos 300 ejemplares de un diario en concreto”, recuerda Joaquín.

Las noticias de 1983

1983, solo por situar el momento en titulares, fue el año en que la Guerra de Afganistán, para su desgracia, la libraban los soviéticos, que pronto descubrieron que los cañones de sus tanques no podían apuntar a lo alto de los desfiladeros donde los aguardaban los talibanes. En España se llevó a cabo el primer trasplante de hígado; en Japón nació Mario, personaje de videojuegos que aún hoy brinca por las pantallas de los videojuegos; y en el Vaticano creyeron que ya era hora de reconocer que Galileo Galilei tenía razón. Fue también el año de la Guerra de la Galaxias, pero no la cinematográfica, sino la que prometió Ronald Reagan a sus conciudadanos. Podría parecer que nada ha cambiado desde entonces. Al contrario. En 1983, para que vean, el ministro israelí de Defensa, Ariel Sharon, dimitió por facilitar la brutal matanza de los campos de refugiados de Sabra y Chatila, en Líbano. No fueron soldados israelís los que ampararon aquella barbarie. Miraron para otro lado. Hoy nadie dimite y hasta propone convertir el lugar de la masacre en un ‘resort’ vacacional.

Joaquín, el quiosquero de paseo de Sant Joan con Consell de Cent, en su quiosco antes de su jubilación inminente

Joaquín, el quiosquero de paseo de Sant Joan con Consell de Cent, en su quiosco antes de su jubilación inminente / JORDI COTRINA / EPC

El quiosco, con el tiempo, salió de los bajos del edificio y se trasladó 20 metros, a la esquina, justo delante de la pastelería Figols, otro negocio que ya no está. Y hace menos, cuando Consell de Cent renació como bulevar, Joaquín vio como su quiosco emprendía otra mudanza, esta quizá de solo 10 metros, a las amplias aceras del remozado paseo de Sant Joan.

Tanto da el lugar. Durante 42 años, Joaquín (hay que insistir en ello, el que se ha levantado a las cinco siete días a la semana) ha sido un vecino más del barrio, de los que conoce a cientos de personas por su nombre y les saluda, que cuando se acercan al quiosco él ya sabe lo que viene a buscar cada cual. Su trato siempre amable, a pesar de las ingratitudes que a veces reserva la vida, ha sido siempre proverbial.

No cierra el negocio, lo dicho, pero Joaquín se suma a la pérdida de ese patrimonio humano de ese rincón del Eixample como antes lo han hecho Xavi, el camarero de La Llave, y su pareja Montse, o Glòria, la extraordinaria cocinera, junto a su madre, de la fonda Sant Joan.

Por si gustan, dicen en las cafeterías del barrio y por las redes sociales que este 1 de marzo, alrededor de las 11 de la mañana, como saben que estará aún haciendo inventario para traspasar el negocio, varios vecinos irán a saludar a Joaquín. Parece que todo el mundo está invitado.